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CRÍTICA DE 'EL ATLAS DE LAS NUBES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sublime ridículo

En tres extenuantes horas, la película se rodea de una espiritualidad de pandereta y de un misticismo 'new age' carente de fondo

Javier Ocaña
Halle Berry (izquierda) y Tom Hanks, en 'El atlas de las nubes'.
Halle Berry (izquierda) y Tom Hanks, en 'El atlas de las nubes'.

“El sentimiento de lo bello degenera cuando le falta completamente lo noble, y entonces se dice que es ridículo”. La cita la escribió Inmanuel Kant, en 1764, pero parece concebida para El atlas de las nubes, una de esas elefantiásicas obras que desde su base tienen el objetivo de explicar todo, la vida, la humanidad, nuestra historia y nuestro interior, en mayúsculas, y que, por la fuerza de lo innoble, aunque también de lo superficial y de lo indolente, acaban convirtiéndose en ridículas.

EL ATLAS DE LAS NUBES

Dirección: Andy y Lana Wachowski, y Tom Tykwer.

Intérpretes: Tom Hanks, Hugh Grant, Halle Berry, Jim Sturgess.

Género: ciencia-ficción. EE UU, 2012.

Duración: 172 minutos.

La dificultad de llevar a cabo proyectos como 2001: una odisea del espacio, El árbol de la vida, La fuente de la vida o Las vidas posibles de Mr. Nobody trae como consecuencia que, en el fino alambre que separa a veces lo sublime de lo ridículo, unas caigan de un lado y otras (casi) de otro. El atlas de las nubes, ambientada en seis épocas, entre los siglos XIX y XXIV, y basada en la novela de David Mitchell, se hunde en toda su extensión.

En tres extenuantes horas, la película se rodea de una espiritualidad de pandereta y de un misticismo new age carente de fondo, con los que se nos viene a decir que las almas de los personajes se desplazan por la existencia como las nubes en el cielo. Madre de dios. El que busque verdadera complejidad se partirá de risa; los que busquen entretenimiento no entenderán nada, no por difícil, sino por vacuo y farragoso. Y aunque en la creación siempre sean arriesgadas las explicaciones basadas en la vida real, no resulta difícil recordar el reciente cambio de sexo de Larry Wachowski, uno de los directores (junto a su hermano Andy y Tom Tykwer), convertido desde hace unos años en Lana Wachowski, cuando se hace una explícita apología de la alteración del llamado orden natural.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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