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CÁMARA OCULTA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Oshima y Bertolucci

Tenían más de un punto en común: militantes de izquierda, intentaron reflejar en sus filmes las luchas sociales por un mundo mejor

Era curioso ver a Nagisa Oshima sentado en alguna terraza durante el festival de San Sebastián de 1988, en el que ejercía como jurado, contemplando el ir y venir de las gentes con mirada tan atenta como inescrutable. Pocos le prestaban atención a pesar de que era ya un director aplaudido en Europa, especialmente por las secuencias sexuales de El imperio de los sentidos.

Ahora que ha muerto —el pasado martes a sus 80 años por una neumonía— parece ser esa su mejor película cuando no la única, aunque dirigió otras muchas extraordinarias, algunas estrenadas en España. Todas podrán verse en la próxima edición del festival de San Sebastián, lo que supondrá un buen regalo para el cinéfilo, especialmente para quien ignore la riqueza, variedad y compromiso de este cineasta singular. Y en Francia se acaban de editar varias en formato DVD.

Como jurado en aquel festival, Nagisa Oshima cumplía con su labor de forma discreta y eficiente, acudía a las proyecciones con regularidad y a las reuniones con sus colegas, pero rara vez se le veía sonreír, quizás porque la programación no era para tirar cohetes, todo hay que decirlo. Y un buen día apareció por allí Bernardo Bertolucci; se saludaron con complicidad y mutua admiración, hasta con alegría. Tenían más de un punto en común pese a la distancia que separa sus países y culturas. Militantes de izquierda, ambos habían intentado reflejar en sus películas las luchas de estudiantes y obreros por un mundo mejor, y la esperanza de conseguirlo. También habían provocado sendos escándalos por el contenido sexual de El imperio de los sentidos y El último tango en París.

El mismo Bertolucci se mostraba sorprendido de que hubiesen coincidido igualmente en crear una secuencia en que la pareja de amantes cerraba puertas y ventanas para que no se escapara el olor del sexo. Ambos habían sido también prohibidos o, mejor dicho, sus películas habían sido secuestradas por decisión judicial, y los dos soportaban las miserias de la censura sin retroceder un ápice en sus ambiciones artísticas. Luego, poco a poco los dos directores fueron acusando el fracaso de aquellas ilusiones. Afortunadamente Bertolucci aún sigue en la brecha y ojalá nos ofrezca nuevas películas de las suyas.

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