La filosofía ‘slow’ llega al arte
Dos exposiciones apuntan a una nueva forma de vivir y crear
Primero fue el slow food, luego el slow sex, las slow cities y poco a poco el movimiento slow (lento, en inglés), que aboga por una natural desaceleración de la vida, fue contaminando cada vez más ámbitos, hasta llegar al mundo de la creación. Lo demuestran dos exposiciones organizadas en Barcelona por la Fundación Sebta, una asociación establecida en la céntrica Plaza Real, que lucha para que los hábitos de vida más naturales y sostenibles, influyan también en el arte.
El arte está cada vez más vinculado a las reglas del mercado y el consumismo, que considera las obras meros productos a los que se pide un éxito rápido y contundente. Nada que ver con las fotografías reunidas en la exposición El rostro de los olivos, realizadas a lo largo de diez años por el historiador Pere Ferrer, el economista José Sedano y el documentalista y cineasta Daniel Ferrer. Los tres, que firman las fotos conjuntamente, han pasado días en la sierra de Tramuntana de Mallorca, en busca de los asombrosos rostros que el tiempo y los elementos han dibujado y que también acabarán por borrar. La muestra, abierta desde el martes hasta el 22 de febrero, reúne una veintena de imágenes de estos rostros esculpidos muy lentamente por centenares de años de lluvia, viento y sol.
Algunos se parecen a faunos y animales prehistóricos, otros a humanos, monstruos o seres híbridos, pero lo bonito es que cualquiera puede ver lo que su fantasía le sugiere. “Nos interesa percibir el paso del tiempo a través de la naturaleza y por eso abordamos un trabajo que de forma natural se fue injertando en el movimiento slow”, explica Daniel Ferrer, que en su vertiente de cineasta presentará el 31 de enero, en CaixaForum Barcelona, el documental Natura es Cultura, sobre el proyecto homónimo de la Fundación Setba, que se llevó a cabo en octubre en la localidad catalana de Calders.
Los fotógrafos, que empezaron trabajando con equipos analógicos y luego pasaron al digital, no han realizado ningún tipo de manipulación, aprovechando exclusivamente las potencialidades del encuadre y los juegos de luz y sombra. “Las apariciones son huidizas y ponen a prueba la paciencia. Es una fauna recelosa que solamente se deja ver desde un determinado punto. Si se da un paso más hacia un lado u otro, todo se funde como por hechizo. Se podrán rebuscar mil y una vez, pero nunca más se dejarán ver aunque se sepa que están”, asegura Pere Ferrer, recordando que la mayoría de los olivos mallorquines tienen más de 2.000 años y que las condiciones hostiles de su crecimiento “se traslucen en troncos que se retuercen sobre sí mismos como si quisieran expresar el sufrimiento de su existencia”.
A esta exposición, el 7 de febrero se sumará una muestra de tocados slow de la artista textil Teresa Sil. Conocida por su amplia trayectoria en el ámbito del vestuario para las artes escénicas, el cine y la televisión, Sil llegó a la filosofía lenta a raíz de vicisitudes personales y profesionales. “En mi mundo lo que más se valoraba era la rapidez y la lentitud se asociaba a valores negativos. Un ERE y un problema de salud me empujaron a dar una vuelta a todo eso”, indica.
De su replanteamiento ha nacido Tocada del ala, su primera colección de tocados slow, realizados con lanas merino tejidas con telar, tul y pasamanería antigua. “Me interesa dar un nuevo uso a materiales desechados, la propia materia me dicta cómo transformarla”, asegura la creadora. El movimiento slow nació hace más de dos décadas en Italia, con una protesta en contra de la apertura de un establecimiento de comida rápida americana en la Plaza de España, en Roma. Como intuyó entonces el periodista Carlo Petrini, que acuñó el nombre, no se trataba solo de hábitos alimentarios, sino de la paulatina americanización de la vieja Europa.
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