El museo se sienta a la mesa
Nueva York aborda la dimensión nutritiva, social y económica de la comida en el mundo La muestra es el aperitivo a la creación de un centro permanente
Cosechas, granjas, mercados, fogones, recetarios e ilustres comedores... Our global kitchen (Nuestra cocina global),la ambiciosa exposición abierta en el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York hasta el próximo 11 de agosto, ofrece un amplio repaso a la historia y los retos futuros que la comida plantea. Un homenaje a la cultura alimentaria en todas sus dimensiones, la muestra está repleta de información y curiosidades. “La comida y la gastronomía son temas omnipresentes en la actualidad y pensamos que debíamos atacarlos”, explica Mark Norell, director del departamento de Paleontología del museo y comisario junto a Eleonor Sterling de la exposición.
Durante tres años trabajaron en esta muestra, que abarca desde los problemas de sostenibilidad, hasta la historia de la cubertería, pasando por los hábitos alimenticios de los hombres de las cavernas o las relaciones transculturales de algunos platos.
Las cosechas han crecido un 30% en las dos últimas décadas
El amplio enfoque supone no solo una celebración, sino también una llamada de atención sobre los problemas relacionados con la producción y el consumo de víveres, un tema especialmente sensible en Estados Unidos, país que con un 35% de adultos con sobrepeso, trata de hacer frente a la llamada “plaga de la obesidad”, uno de los principales retos sanitarios en el siglo XXI, que ha inspirado la campaña a favor de pequeños huertos que emprendió la primera dama Michelle Obama en los jardines de la Casa Blanca.
Algunos Estados han decidido legislar para tratar de contener la epidemia y este mes se daban a conocer las cifras que demuestran que los índices de obesidad infantil empiezan a descender tímidamente. “No somos una organización de activistas, así que con la exposición hemos tratado de ofrecer la mayor información posible para que los visitantes saquen sus propias conclusiones”, afirma Norrell. “La cultura de la comida en Estados Unidos está cambiando muy rápidamente y la globalización es algo que también hemos querido mostrar”.
Las cifras que recorren la exposición tejen un variado e interesante menú mostrando por ejemplo que las cosechas en el mundo han aumentado un 30% en las últimas dos décadas; que el maíz es el cultivo más común —en 2010 se produjeron 900 millones de toneladas—; que los plátanos es la fruta más popular; o que China es el principal productor de patatas. Hay un 30% de comida que no se consume, a pesar de que 870 millones de personas han pasado hambre en 2012. La comida mueve un total de cuatro trillones de dólares al año (poco más de tres billones de euros).
La exposición repasa técnicas tradicionales de cultivo de arroz o muestra los procesos hidrológicos en un pequeño huerto acuático vertical en una de las primeras salas. Pasado, presente y futuro convergen en el hilo narrativo de esta muestra en la que también hay un espacio dedicado a las granjas y la crianza de animales, así como a la historia del comercio de alimentos. Este tema está bellamente ilustrado con un diorama que recrea el mercado azteca en Tenochtitlán, la ciudad de unos 350.000 habitantes, cuya plaza de abastos tanto impresionó a los conquistadores españoles.
En el capítulo histórico la exposición repasa la introducción de los cubiertos y muestra antiguos tenedores, un instrumento que una princesa bizantina llevó a Venecia, los cazos de cobre relacionados con la cocina francesa o los recetarios que se popularizaron en el siglo XIX. Se expone también una cocina virtual en la que el visitante puede, por medio de una pantalla, preparar unos huevos Benedict o unos tamales.
El aspecto científico de Our global kitchen también trata las conexiones sensoriales cerebrales que producen los sabores, ilustradas con detenimiento. Una cocina real en la que se prepara pan cada día permite a los visitantes probar distintas variedades de este producto antes de pasar a las últimas salas, en las que se recrean comedores históricos. El primero es el de Livia Drusilla en Roma en el año 58 a.C., con el que los invitados reclinados comían aceitunas o pescado. En el comedor de la Inglaterra de Jane Austen causaban furor los primeros helados.
Dentro de las curiosidades y vínculos históricos de la comida, la muestra también trata la dimensión intercultural de determinados platos que con leves variaciones forman parte de la cocina tradicional de varios países, por ejemplo los crêpes franceses, llamados oladi en su versión rusa, tiganites en Grecia o baghir en Marruecos.
“El principal reto ha sido recortar el contenido de la exposición. Todos los humanos dependen de la comida y es un tema que se extiende a infinidad de ámbitos, desde el social y familiar, hasta la cultura material o la dimensión ecológica del asunto. La historia de la comida es rica e inmensa”, explica Norrell. Tanto es así que ya se prepara un museo dedicado exclusivamente a la comida en Nueva York, el Food and Drink Museum promovido por Peter Kim y Dave Arnold. Our global kitchen es el gustoso aperitivo a lo que queda por venir.
Babelia
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