Gobernanza: un nuevo ‘software’ cívico para la crisis global
Nicolas Berggruen y Nathan Gardels proponen en ‘Gobernanza Inteligente para el siglo XXI’ armonizar la sabiduría práctica de Oriente y Occidente
Nicolas Berggruen y Nathan Gardels han escrito un libro lleno de ideas sugerentes que harán pensar a sus lectores, aunque en ocasiones no las compartan, sobre la actual crisis global, con mayúsculas, no solo la financiera sino la de la representatividad democrática, la de la misma idea de progreso y la derivada de la aceleración tecnológica. Gobernanza inteligente para el siglo XXI (Taurus), presentado ayer en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, propone una alternativa práctica para la primera civilización global en la historia que armonice la sabiduría de Occidente y la de Oriente, que prime la cooperación sobre la competencia.
El presidente del Nicolas Berggruen Institute y el director del Global Viewpoint Network de Los Angeles Times Syndicate definen gobernanza inteligente como un “nuevo software cívico” , cuyo objetivo es encontrar un equilibrio entre comunidad e individuo, libertad y seguridad, humanidad y naturaleza apoyándose en lo que mejor ha funcionado en las democracias liberales y en la civilización institucional china.
“Tenemos un mundo en el que al mismo tiempo hay más interdependencia y más diversidad que nunca debido a que la globalización ha dado lugar a nuevos jugadores como Brasil o China y ya no está dirigida por EE UU, y a que la sociedad industrial se está dividiendo en múltiples identidades y los ciudadanos demandan más participación en las reglas que gobiernan sus vidas. El reto de la gobernanza inteligente es dar una respuesta institucional que equilibre esas dos demandas, porque si no tendremos una crisis de legitimidad o un déficit democrático como sucede actualmente en Europa”, afirma Gardels.
Los autores utilizan a EE UU y China como metáforas de las ventajas e inconvenientes a tener en cuenta para encontrar un nuevo modelo de gobernanza. ¿Qué puede Occidente aprender de China? Berggruen apunta un par de enseñanzas: “Lo que China ha hecho bastante bien ha sido pensar y planear a largo plazo, y llevar a cabo el plan con un equipo de personas con capacidad contrastada en su especialidad, fruto de la experiencia meritocrática de quienes integran las instituciones chinas. En Occidente, nuestros líderes surgen de un proceso político que tiene que ver con la ideología y con la popularidad, lo que necesariamente implica el corto plazo. En este sentido, sí hay valores que debemos aprender de China”.
Si esa es la lección de China, añade Gardels, “lo que China puede aprender de Occidente es la rendición de cuentas dentro de un contexto democrático. A pesar de haber sacado a 400 millones de la pobreza, la dinastía roja se enfrenta al colapso si no se reforma”.
Tratar de reconciliar la filosofía de Confucio con el espíritu de Steve Jobs no parece tarea fácil. “No se trata de aplicar la filosofía de Confucio en términos culturales sino en un sentido institucional, de pensar a largo plazo en el bien común y no depender totalmente de la voluntad popular porque ésta, como ha ocurrido en California, puede llevar a consecuencias como gastar más en prisiones que en educación superior”, explica Gardels, que se explaya con los errores cometidos por el que ha sido llamado el Estado fallido con más renta per cápita y desarrollo tecnológico del mundo. “California es un ejemplo de cómo decisiones racionales a nivel individual pueden tener consecuencias no intencionadas nefastas para el conjunto de la sociedad a largo plazo”.
En Gobernanza inteligente definen a EE UU como una “democracia de consumidores”, caracterizada por el corto plazo, y advierten contra los excesos de la dispersión horizontal del poder que generan las redes sociales. “Las nuevas tecnologías dan voz y acceso a todos, y eso es algo extraordinariamente bueno para los ciudadanos pero, simultáneamente, si la voz de todos cuenta igual, al final se requiere un sistema de filtros, siempre que sean legítimos. En nombre de la democracia puedes decir que nadie es superior a otros, eso es verdad moralmente como seres humanos, pero en términos de conocimiento, de experiencia, de darle a alguien la autoridad en un campo específico, tienes que contar con instituciones sabias que trabajen a largo plazo”, afirma Berggruen.
“Esos filtros son hoy más importantes que nunca”, continúa. “En Occidente, los filtros se han destruido por la dinámica del mercado y lo que solían ser legítimos instrumentos de poder están perdiéndolo y no están siendo reemplazados. Para navegar en un mundo que cada vez es más complejo, Occidente necesita personas capacitadas para ser lideres y reforzar sus instituciones”.
En este sentido, los autores ponen en circulación un concepto que será polémico para muchos: “La supervivencia de los más sabios”. “Debido a que vivimos esta revolución global y tecnológica y retos como el calentamiento global o la crisis financiera actual hay más incentivos para cooperar que para competir. Cuando hablamos de la supervivencia de los más sabios nos referimos por contraste al concepto de evolución darwiniana, es decir, a la supervivencia de los más aptos. El más sabio es quien facilita la cooperación entre diferentes sociedades en oposición a una competencia eterna entre los diferentes grupos o naciones”, responde Gardels.
¿Puede ser el G20 parte de esa gobernanza inteligente o el mundo se encamina a un G2 formado por EE UU y China o, aún peor, al caos de un G0? “El G20 es en teoría una gran idea y tiene mucho sentido reunir a los 20 líderes del mundo”, señala Berggruen. “El problema es que solo se reúne una vez al año y la presidencia cambia anualmente, lo que a largo plazo no da resultados. El G20 no tiene capacidad ejecutiva y todo tiene que hacerse por unanimidad. Con esas limitaciones me parece que hay un grave riesgo de que acabemos con un G2 o un G0, dependiendo de si las potencias están dispuestas a cooperar o no”.
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