El cine atractivo también hace huelga
Tengo delante de mí un panfleto de llamamiento a la huelga general en Euskal Herria que me pone de acuerdo con su testimonio del desastre que estamos sufriendo, pero igualmente alucino con la redacción surrealista de estas denuncias y su excesivo odio hacia la ortografía. También puedo entender que los ilustrados panfletistas estuvieran ebrios, pero no es el estado mental más apropiado para convencer a los demás de que se apunten a la huelga. Cito literalmente lo que tengo ante mis pasmados ojos: "19.000 enpresas cerrdas, recortan las ayudas socialez, quieren pribatizar los servicios públicos". Imagino que a la concienciada o temerosa gente no le han importado semejantes dislates lingüísticos a cargo de los convocantes revolucionarios, ya que casi todo permaneció cerrado ayer en el centro de San Sebastián. El festival de cine solo habilitó el edificio Kursaal para un número muy reducido de proyecciones. Que para mi embrutecido y reaccionario gusto, podían haberse ahorrado, ya que tanto la película china All apologies como la turca Rhino season, exhibidas en la Sección Oficial, tienen capacidad para enemistarte con el cine a perpetuidad. Sabía, en medio de un festival muy aceptable, que antes o después habría que pagar la absurda cuota de cine asiático, pero los muy sádicos o astutos programadores han elegido el único día en el que los espectadores no tienen otras opciones, debido a la huelga, para soltar el muerto. Por mi parte, suplicio cumplido.
Como no tengo derecho a huelga ante la nadería, intentaré ser breve, ya que cualquier lector sensato tendrá un interés similar al mío en que les hable de esos muermos. El director kurdo-iraní Bahman Ghobadi, que hace tiempo realizó una película excelente titulada Las tortugas también vuelan, se ha empeñado en subir al escenario antes de la proyección de Rhino season para dar la brasa al personal previniéndonos de que la copia que íbamos a ver de su película tenía un problema de sincronización, por lo que nos suplicaba que volviéramos a verla por la noche, en una nueva copia que venía de camino desde Estambul y que ha vuelto loca a la organización del festival para satisfacer en tiempo récord el caprichito de Ghobadi. También nos ha contado que hubiera muerto si no hubiese podido rodar esta película que define anticipadamente como lírica, comprometida y no sé cuántas cosas más. Y yo me alegro infinitamente de que el cine le haya salvado la vida al torturado y perseguido Ghodabi, me indigna que las cárceles iraníes estén llenas de artistas que disienten del régimen de los barbudos islámicos, pero eso no evita que su película me parezca un castigo notable para mis sentidos. Tampoco percibo esos fallos de sincronización que él considera decisivos para apreciar su poética y trascendente obra. Cuenta de forma estática, pretenciosa y marrullera la desolación de un antiguo poeta al salir de una cárcel en la que he permanecido 30 años, sometido a todo tipo de torturas físicas y mentales, y la búsqueda de su esposa y de su familia, a los que convencieron de que este había muerto. Y entre flashbacks que rememoran los horrores pasados y la imposibilidad de adaptarse por parte de ese hombre machacado con permanente expresión de zombi, transcurre esta dormitiva pesadilla, mal escrita y peor rodada, con inútil vocación de contagiar el desgarro que sufren esos personajes que parecen inexistentes.
Aunque el argumento de la película china All apologies, dirigida por Emily Tang y centrada en la obsesión de un hombre que ha perdido a su hijo en un accidente en dejar embarazada a la esposa del tipo que atropelló al niño pudiera tener un desarrollo lacerante, todo resulta insoportablemente anodino y reiterativo en ella. También es desagradable lo que ves, lo que oyes y lo que intuyes. El ambiente y los personajes desprenden mal rollo. Virgencita, a pesar de los pesares, que me quede donde estoy.
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