José Sacristán, apóstol del cine arriesgado
Si el año pasado el actor presentó en Donostia ‘Madrid, 1987’, ahora concursa en la sección Oficial como protagonista de otra apuesta radical: ‘El muerto y ser feliz’
A José Sacristán le ha entrado ganas de mambo en los dos últimos años. Tanto, que ha estado presente en dos apuestas muy arriesgadas del último cine español: Madrid, 1987, de David Trueba, y El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo, a concurso hoy en el Zinemaldia. Más aún, los dos directores casi chocan en sus rodajes y las producciones se hicieron con el cuidado suficiente para que el actor madrileño (Chinchón, 1937) pudiera encadenarlas. Así pudo llegar a poner rostro y voz —no por mucho oírlo uno se cansa de escuchar ese vozarrón de Sacristán, solo comparable al de Fernando Fernán Gómez— a Santos, un viejo asesino a sueldo español que vive en Argentina, y que sabiéndose devorado por tres tumores decide empezar un último viaje con su coche, sin ningún destino y abierto a cualquier tipo de actividades y compañías. Rebollo y Lola Mayo, guionista y coproductora del filme, revelan que en montaje decidieron hacer a Santos mucho más malo, que no se le olvidara al espectador de dónde viene, porque Sacristán lo había encarado con mucha bonhomía. “A mí, del guion de Rebollo me atrajo el parecido con mi pobre diablo de ‘Cara de acelga’. Yo di el tono de bondad que me parecía pedía Santos, y nunca recibí una indicación contraria a ello. Yo sigo defendiéndole”.
Sacristán tiene ese poso que le ha servido a Rebollo para que el público entendiera que ese personaje era un mito, algo que recalca la voz en off que acompaña todo el filme. “Yo no me centré en eso, sino que trabajé cosas de mi propia cosecha, esa sensación de que no sabes de dónde vienes. La primera vez que vi el montaje con esa voz le dije a Javier que debía haberme avisado porque yo había hecho otra película. Pero es lo que él quería hacer y yo estoy a sus órdenes”. En cualquier caso, el actor sabía en qué se metía: “Ya había visto Lo que sé de Lola, y venía de rodar Madrid, 1987. Estaba preparado. Y a la vez me parece muy gratificante que pueda estar en estar propuestas enriquecedoras, muy divertidas de hacer y en las que la vida y el trabajo han ido muy de la mano”. En realidad, hay algo más que une ambos filmes: en los dos el personaje de Sacristán quiere verle la cacha a las chicas. “Sí [echa a reír], no lo había pensado mucho. Pero qué coño, bienvenida la locura”.
Hará poco cine, sin embargo, enlaza obra tras obra de teatro. Y el rodaje le devolvió a Argentina, donde Sacristán tiene la categoría de héroe nacional. “Sí, creo que si me hubiera presentado en su momento a algún cargo electo… lo hubiera logrado. En 1983, recuerdo que tenía que pasear con guardaespaldas. Fue el fenómeno de 'Solos en la madrugada', película a la que ellos le dieron un fondo político que nunca habíamos premeditado. Y el año pasado, tras este rodaje, presenté un espectáculo con textos de Antonio Machado, y he acabado haciendo 80 representaciones por todo el país. En un pueblo tuve que repetir porque habían comprado un piano de cola ex profeso para la obra. Agradezco profundamente ese cariño”. Sacristán habla con tristeza y enfado de la situación política actual en Argentina, y con rabia de la española: “Pero, ¿sabes? Creo que mucha culpa la tiene la izquierda, que ya no puede seguir escudándose en otros. Es muy culpable de la desilusión actual, porque de la derecha española nunca podremos esperar otra cosa”.
Babelia
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