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El conflicto colombiano en la literatura

No hay escritor colombiano en cuya obra no esté presenté el enfrentamiento gobierno-guerrilla García Márquez, Artura Álape, Laura Restrepo, Abad Faciolince, Evelio Rosero... Presentamos un panorama de algunas de las obras clave para entender la situación del país

Un helicóptero durante la liberación de varios rehenes de las FARC en 2007.
Un helicóptero durante la liberación de varios rehenes de las FARC en 2007.EFE

“Llegó el tiempo de cerrarle el portón a los violentos”, dijo el martes Timochenko, el máximo líder de la guerrilla más antigua del continente americano, la colombiana, al dar por iniciado un nuevo proceso de diálogo con el gobierno en busca de la paz. De cerrar un portón y de abrir una puerta: la de la narrativa que ha contado y tendrá que seguir contando lo sucedido en más de sesenta años de barbarie, los de la última violencia, como una manera de exorcizar la muerte a manos de los otros, recuperar la memoria y, ante todo, mantenerla para no volver a repetirse.

De las viejas guerras, como la de los Mil días, a finales del XIX y principios del XX, que nutren obras como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o El coronel no tiene quién le escriba, a las memorias de Ingrid Betancour

El nuevo proceso de paz iniciado por el presidente Juan Manuel Santos con la FARC, si finaliza con éxito, empezaría a cerrar una herida cuyo más reciente inicio los colombianos ubican en el 9 de abril de 1948, cuando Juan Roa Sierra, un oscuro personaje de 26 años, disparó y asesinó en el centro de Bogotá a Jorge Eliécer Gaitán, un líder liberal que se proyectaba a la presidencia del país. Este es el punto de partida no sólo de los últimos 63 años en Colombia, sino también de El bogotazo: memorias del olvido, del escritor Arturo Álape, ya fallecido, en el que reconstruye los antecedentes, el crimen y los disturbios que le siguieron y que originaron la llamada violencia colombiana, una guerra partidista que derivó en el bandolerismo y el establecimiento de la guerrilla de las FARC, ahora en proceso de paz, y luego de las posteriores (ELN, EPL, M-19) de los años sesenta y setenta. El conflicto en sí mismo, la irrupción de actores como el paramilitarismo y el narcotráfico, con la corrupción que ha generado al interior de todas las instituciones, incluida la misma guerrilla, así como la violación constante de derechos humanos fundamentales, han proporcionado material abundante no sólo para la literatura sino para el periodismo y la investigación.

De las viejas guerras, como la de los Mil días, a finales del XIX y principios del XX, que nutren obras como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o El coronel no tiene quién le escriba, a una vorágine en la que se han gestado textos como Las muertes de Tirofijo, el mítico fundador de las FARC, aunque en realidad es una colección de cuentos, La bola del monte, o El diario de un guerrillero, todos de Álape, y todos situados en los inicios de esa guerrilla; o Abraham entre bandidos, una novela de factura más reciente, 2010, del escritor Tomás González, que recrea el tránsito que hacían el bandolerismo y las guerrillas liberales hacia lo que finalmente se conoció como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), guerrilla de origen eminentemente rural y cimentada en sus inicios en el derecho de los campesinos a la tierra.

La paulatina degradación del conflicto da lugar a novelas como Los Ejércitos de Evelio José Rosero, premio Tusquets 2006, acerca de las muchas guerras en las que vive inmersa la población

La paulatina degradación del conflicto da lugar a novelas como Los Ejércitos de Evelio José Rosero, premio Tusquets 2006, acerca de las muchas guerras en las que vive inmersa la población en regiones que no son el centro del país; Muchacha al desaparecer, 2010, una incursión en la prosa de la poeta Marta Renza, la historia de una militante desaparecida en los ochenta, cuando las FARC participaron en un fracasado proceso de paz, o En el brazo del río , 2006, en la que dos niñas alternan sus voces para estremecer con lo que significa morir en una masacre y las versiones que se dan sobre la misma. También hacia finales del primer decenio de este siglo está escrito El olvido que seremos, quizá la mejor obra de Héctor Abad Faciolince, en la que con una sensibilidad extremecedora recupera a su padre, un defensor de los derechos humanos, asesinado por su compromiso.

NO FICCIÓN

En el campo de la no ficción, aunque es una narrativa matizada que puede llegar a la literatura, están escritores como Alfredo Molano que de manera infatigable ha rescatado historias como Los bombardeos del Pato, Los años del Tropel o Trochas y fusiles, y Patricia Nieto con Crónicas de la guerra en Colombia o Los olvidados. Laura Restrepo, desde la orilla del periodismo, escribió en los ochenta La historia de una traición, un primer truncado proceso de paz con el M-19, ya reintegrado en la vida civil, que fue reeditado posteriormente como Historia de un entusiasmo. En el género testimonial No hay silencio que no termine de Ingrid Betancur, publicado hace dos años, es la narración de su largo cautiverio con las Farc, texto precedido por los publicados por otros secuestrados.

Y aunque no están mencionados todos los que son, puede asegurarse con certeza que no existe escritor colombiano contemporáneo cuya obra no esté marcada de alguna manera por el sino que le ha tocado vivir.

* Marbel Sandoval es periodista y autora de En el abrazo del río.

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