_
_
_
_

La virgen y la prima de riesgo

La vuelta de la peregrinación fue muy dura, que venían todos cansadísimos, con dolores

José María Izquierdo
FERNANDO VICENTE

Vamos, vamos, todos en fila, gritaba Ana Pastor, encantada de llevar las riendas de la peregrinación.

Aquello era un guirigay que apenas si podían oírse, los cánticos de los altavoces mezclándose con los ayes y lamentos de todos los enfermos que iban para Fátima…

—¡Ay, mis brazos!, se oía. ¡Ay, que no veo!, ¡Ay, mis piernas!

—Oye, Ana, dijo Mariano, ya podíamos haber ido en un vagón para nosotros solos…

—Sí hombre, con el presupuesto que me dio Montoro. He conseguido un precio extraordinario porque vamos de enfermos, que hacen un descuento buenísimo. A ver, presidente, para ti te he traído un brazo en cabestrillo…

—Hombre…

—Pues si quieres te doy la muleta…

—No, si está bien, lo que pasa que aquí pone Mudanzas La Rapidísima…

—Es que lo patrocinan. Cien euros que les cobro.

—Y la muleta para ti, Morenés, que lleva una publicidad elegantísima de sastrería El Dandy de Oro.

—Las pústulas me las pongo yo, las pústulas son mías, gritaba Fátima Báñez. Que para eso me llamo como me llamo y vamos a donde vamos. Y ya sé que Mato me las quiere quitar, pero no me voy a dejar, porque siempre…. Buaaaaa!!!!

—De eso nada, corazón, que yo me quedo con el uniforme de enfermera, que siempre me ha hecho mucha ilu, que me lo he probado y estoy monísima…

—Tú, Guindos, que te he traído este parche para el ojo… Eso, así, así, como un pirata… Todo sea por los viejos tiempos… Solo he podido poner Coca, que no cabía más…

—¿Qué tú quieres otro, Cristóbal? Pues nada, el que pone Cola… Y vosotros dos os encargáis de vender las bebidas y las patatas fritas. A ver cómo las voceamos.

—¡¡¡Hay chicle, bombón helado, patatas fritas, caramelos…!!!, dijo Cristóbal con desparpajo…

—¡¡¡Buenas, bonitas, y estas bebidas no se las vendo ni por tres, ni por dos, ni por una!!!, declamaba Guindos recordando viejos tiempos en la Gran Vía, allá cuando empezaba su carrera bancaria…

—Cañete, te dije que hicieras de cojo, pero no con el bastón de plata, hombre…

—Bueno, bueno, le pediré la garrota a algún aparcero de las fincas…

—Y Wert, ¿dónde está Wert?

—Está en el vagón, que le hemos colocado de animador, y ya ha empezado con lo suyo. Lleva el encargo de hacer una rifa con varias imágenes de las pastorcillas, que tiene que sacar una pasta…

—¿Y Margallo va de cura?

—De cura, sí, que oye, se ha quedado clavadito, que le he visto dándose a sí mismo las bendiciones…

—¿Fernández Díaz, Gallardón?

—Están ensayando lo de los estigmas. Por ahora siguen rezando muy concentrados, muy concentrados…

—Que no, Anita, que no, le estaba diciendo el presidente a Ana Botella, que ya sé que a ti esto de ir a Fátima te gusta mucho, pero no puedes venir… Sí, sí, si la mantilla te queda superior… Pero lo siento, que fíjate Cospedal con qué recogimiento me llevaba el Cristo de los Desamparados y tampoco viene… Solo el Gobierno. ¿Qué se lo vas a decir a José Mari? Ya bueno… estoy acostumbrado…

Soraya Sáenz de Santamaría apareció a la carrera. Venía vestida de monja, con una toca espectacular, con las puntas hacia arriba.

—Te has retrasado, Soraya, le recriminó Mariano, que no perdía oportunidad de demostrar que el presidente era él…

—Perdón, perdón, pero es que había un loco subido a un árbol y venga a gritar “voglio una donna”, voglio una donna”… Y he tenido que ir a bajarle…

—¿Y por qué tú?

—No sé, es que me lo ha pedido un señor gordo que estaba por allí, que me dijo que era para Opencor, o Hipercor, o Amarcord, o algo así… Pero tú no te preocupes, que ya me he aprendido todo el reglamento de Renfe. Artículo 15, viaje con armas. En los trenes de Cercanías solo se admitirán viajeros que porten armas, cuando cumplan los siguientes requisitos: a) que se trate…

—Vale, Soraya, vale…

—Presidente, que la prima…

—¿Otra vez la prima de Ana Pastor? Y ahora qué quiere…

—No, no, es la de riesgo, que está en 845 esta mañana. Y subiendo.

—¡El tren, Ana, que salga el tren, vamos, rápido, por tu padre…!

Aunque solo fuera por ver cómo disfrutaba Fernández Díaz merecía la pena el viaje, me dije. No me quise traer a los ectoplasmas, que tengo que estar pendientes de ellos y preferí darme libertad para moverme entre tanto tullido, de verdad —los de verdad— y de mentira —los de mentira—. En ese momento Fernández estaba dirigiendo el cántico de todo un vagón…

—¡Venid y vamos todos...! ¡De nuevo aquí nos tienes, Purísima Doncella, más que la luna bella, postrados a tus pies…!

—¡Canten todos, hombres también!, ayudaba Gallardón, que se miraba con fijeza las manos pero los estigmas no prosperaban…

—¿Y un poco de mercromina? Le decía Guindos. Si te lo das bien…

—Por Dios, Luis. Eso sería mentir.

—Si te contara yo lo que tengo que decirles a los de Bruselas…

Y eso, qué hacer con Bruselas, era el motivo de discusión, que en la primera reunión, todavía en Palacio, no se habían puesto de acuerdo en qué pedirle a la Virgen.

—Tranquilos todos. A ver, la unión hace la fuerza. Imaginad que ya hemos llegado al santuario y estamos en la capilla de las Apariciones. Fijar la vista en un punto, tal que si fuera la Virgen. El Miró, por ejemplo…

—Es que se hace muy duro, presidente. ¿No podríamos poner alguna cosa más representativa?, dijo Margallo.

—Sin problemas, interrumpió Fernández Díaz, que yo siempre llevo algunas imágenes en la cartera. ¿Virgen de Fátima? Veamos. Virgen de los Desamparados, Virgen del Camino, Virgen de las Almudena…

—Venga, venga, la de la Almudena nos servirá, dijo el presidente. Ahora fijar la vista en la imagen —muy bonita, Jorge, muy bonita— y ahí, todos cogidos de la mano, tenemos que concentrarnos en pedir una sola cosa. Daros cuenta de la importancia de ese momento…

—Que el AVE llegue a Galicia, dijo Ana Pastor…

—Que a Mas le dé la erisipela, dijo Montoro…

—Que llenemos el Coto de Doñana de chalés de lujo, intervino Arias Cañete…

—Que a los rectores… iba a intervenir Wert…

—¡Basta!, se enfadó Rajoy. No tenéis sentido ninguno de la trascendencia. Hay que pedir algo mucho más importante, algo capital, algo que acabe con estas angustias… No sé, a ver Guindos, que tú estás todo el día con estos.

—No, yo, la verdad, con que nombres a otro ministro de Economía…

—Hombre, si no hay más remedio, comenzó Montoro…

—Ya veo que no me servís de nada. Lo decidiré yo, me cueste lo que me cueste, que si los españoles me han dado esta responsabilidad, este es uno de esos momentos históricos en los que se debe ver la madera de un líder. Soraya, haz que me pongan con Merkel.

—Angela, sí, mira, sí, no, perdona, si es solo un momento, no, verás, es que vamos ahora a Fátima… Ya, que no sabes lo que es, bueno, no, que estamos aquí el Gobierno reunido, sí, sí, que si aún tengo Gobierno, pues sí, que si ya sé que no sirve para nada, ya, bueno, no, que quería saber que qué te parece a ti lo más importante… Ya. Disolvernos. Ya, sí, gracias. ¿Angela? ¿Estás ahí, Angela?

—Bueno, ha colgado, pero tenemos que pensar en un afán común. Por ejemplo: que el milagro sea, por ejemplo, que volvamos al 20 de noviembre de 2011 y resulte que las elecciones las ganó Rubalcaba. O Rosa Díez.

—Eso, eso, qué liberación, gritaron todos…

La vuelta de la peregrinación fue muy dura, que venían todos cansadísimos, con dolores, ahora sí, por todos los lados, que las muletas eran un engorro y los parches de los ojos te hacían ver chiribitas. A Mariano el cabestrillo le había procurado una tendinitis que le tenía de un humor de perros.

—Presidente, la prima…

—¿Cuál de ellas, que me vas a volver loco, la de Ana o…?

—La de riesgo, Mariano, la de riesgo.

—¿A cuánto…?

—A dos mil seiscientos….

—¡A Lourdes, hay que ir a Lourdes! ¡Ana!, ¿Dónde está la ministra de Fomento?

Mañana, siguiente capítulo: El Gobierno se va de caza a Quintos de Mora.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_