Internet, padrino de otro lenguaje
En China la literatura goza de mayor fortuna que las otras artes. El ciberespacio ha propiciado una creación crítica con la política y lo social Internet ha propiciado un diálogo impensable con los autores de la generación de Geling Yan
Cada vez que regreso a Pekín, escucho a mis amistades del mundo editorial y académico decir que el mercado literario está de capa caída o que la literatura está cada vez más marginada. Colegas como Mo Yan, Yu Hua, Hong Ying, Liu Zhenyun, Chi Zijian o Bi Shumin son algunos de los escritores más activos actualmente en China, incluidos mis amigos Bi Feiyu y Wang Anyi, pero a ellos nunca les he oído quejarse de que la literatura “está de capa caída o marginada”. Todos y cada uno de ellos mantienen vivas sus aspiraciones y continúan dedicándose con pasión a la creación de su gran obra. El mercado literario no es diferente del mercado del cine o del arte: cuando un nombre logra destacar, lo que sigue a continuación es la preocupación por mantenerse en el candelero y aumentar su prestigio. Un escritor que haya logrado unos lectores fieles es como un pintor que está en el punto de mira de los coleccionistas o un director que garantiza una buena taquilla. Ninguno de estos artistas quedaría arrinconado si el mercado estuviera en recesión, a no ser que la cultura del país hubiera muerto. Pero incluso en el caso de que el país se hundiera, la cultura no moriría con él. Es más, en China la literatura goza de mayor fortuna que el cine, la televisión y el teatro. En las obras literarias puede reflejarse la crítica social más punzante y una relativa libertad de expresión gracias a que la censura política sobre la literatura es, en comparación, menos estricta.
Los escritores que he mencionado al comienzo lograron destacar en primer lugar gracias a su peculiar utilización del lenguaje. Se puede decir, por tanto, que su estilo es su marca registrada. El auge de Internet de los diez últimos años ha propiciado la aparición de un nuevo lenguaje: el de la escritura en la red. En esta misma línea, el uso generalizado del teléfono móvil ha originado una manera de escribir característica para los mensajes de texto. Ambos modos de expresión escrita han sido cruciales para la literatura y la escritura chinas y han obligado a los escritores creadores de un estilo propio, por el que han pagado un alto precio y al que no desean renunciar, a enfrentarse a un duro desafío. La inmediatez y ligereza con las que se producen obras en la red, como si fueran comida rápida, y su franqueza violan los principios estéticos a los que se adhieren estos escritores, defensores del “carácter sinuoso” de la literatura china (entendiendo aquí “sinuoso” como lo implícito, no como algo retorcido). La intención contenida en las palabras y sus múltiples interpretaciones se pierden casi por completo en la escritura fastfoodizada de la red. Aun así, la literatura virtual ha forjado un gran número de autores, especialmente autores jóvenes, muchos de los cuales ya se han hecho un nombre. Algunos de ellos aspiran a crear un estilo literario propio en el momento en que entran en los círculos editoriales tradicionales, mientras que la mayoría se instala en el estilo característico de la escritura virtual.
En China la literatura goza de mayor fortuna que el cine, la televisión y el teatro. En las obras literarias puede reflejarse la crítica social más punzante y una relativa libertad de expresión gracias a que la censura política sobre la literatura es, en comparación, menos estricta.
En la China de la República Popular, los años ochenta fueron la década de la literatura, los años noventa la década del cine y a partir del 2000 podemos hablar del período de las series de televisión, Internet y los móviles. A pesar de que los escritores que comenzamos a publicar en los ochenta continuamos activos en la vanguardia literaria, la literatura como vehículo de transmisión en sí ha sido arrollada por una gran variedad de medios mucho más rápidos, inmediatos y eficaces. El reto al que se enfrentan ahora los autores del mundo entero es cómo coexistir con la era de la información.
En China, a los jóvenes escritores se les ha etiquetado como la generación “post 80”. La literatura de la red y los escritores post 80 surgieron prácticamente al mismo tiempo. Internet ha supuesto para ellos un medio de difusión extraordinario que les ha permitido mantener una comunicación y un diálogo directos con los lectores de la red, algo completamente impensable para los autores de mi generación. Además, de nuevo gracias a Internet, están más estrechamente conectados con el mundo y no son diferentes de los jóvenes de cualquier otro país: también ellos convierten sus experiencias y sus sentimientos individuales en los temas fundamentales de sus obras, incluidos sus desalientos particulares, sus luchas personales, su soledad, su pulso a la presión laboral, su resistencia individual a la alineación de la sociedad, etc. Contrariamente a nosotros, ellos tienen un mayor sentido del yo y de su individualidad y, en mi opinión, cuanto más se personaliza el leitmotiv de una creación artística, éste adquiere, precisamente, un carácter más globalizado. Las circunstancias que nos tocaron vivir nos vincularon estrecha e inevitablemente al destino de nuestra nación y aunque escribimos sobre nuestras vivencias personales, las convertimos en el objeto de referencia o la pantalla en la que se proyecta dicho destino compartido. Escribimos, en consecuencia, sobre lo acontecido en nuestro país en los últimos sesenta años: la lucha ideológica, las persecuciones políticas, el hambre, el experimento del idealismo comunista... La singularidad de estos sesenta años y todo lo ininteligible y oscuro que comporta esa singularidad nos han convertido en una minoría dentro de los círculos literarios del momento actual. Nuestras narraciones están arraigadas en el contexto social de la China de esos años y por mucho que escribamos sobre la actual, nuestras emociones y sentimientos continúan emergiendo de lo vivido en aquella época. Personalmente, sin embargo, me alegro de haber nacido en aquella China de escaseces materiales pero plena de calor humano y de acontecimientos únicos, una China cuya existencia quedó suspendida en gran parte cuando la dejé a finales de 1989 para ir a estudiar a Estados Unidos.
* Geling Yan es autora de Las flores de la guerra y La novena viuda (ambas novelas en Alfaguara). Artículo traducido del chino por Nuria Pitarque Ledesma
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