La polémica en los Goya
La gala de los Goya siempre deja alguna polémica para recordar Las manos blancas en protesta por el asesinato del matrimonio Jiménez-Becerril por ETA fue de las más recordadas
Premios + cine + España: polémica segura. Los Goya han nacido en mitad de un terreno farragoso. En realidad, comparado con otros premios, los trofeos de la industria cinematográfica española no han sido tan polémicos. Al menos, en sus primeras ediciones, en los que más allá de comentarios quisquillosos y en algunas ocasiones acertados –con Lola Flores soltando aquello de “Montaje es una cosa que yo hago muchas veces en mi vida y que ahora me lo han hecho a mí”, por la investigación que en 1988 le estaba realizando Hacienda; o el de Pilar Miró en la siguiente edición: “Según algunos listos, mejor hubiera sido que yo entregara el galardón al mejor vestuario”, tras dimitir de RTVE por compra de los vestidos- no hubo escándalos dignos de mención. Que si solo en una ocasión fue Fernando Fernán-Gómez, que si los Bardem se llevaron todos los premios en 1996, que si el ninguneo a Pedro Almodóvar…
En realidad, el primer momento político de la gala llegó en 1998, con José Luis Borau, presidente entonces la Academia, en el escenario mostrando sus manos maquilladas de blanco, en protesta por la muerte en Sevilla a manos de ETA de Alberto Jiménez-Becerril, teniente alcalde sevillano, y su esposa, Ascensión García Ortíz. Al año siguiente, y entre rumores de compra de votos, José Luis Garci se da de baja de la Academia justo el día antes de la ceremonia. En 2000 la ceremonia se celebró en Barcelona y coincidió con el aniversario del príncipe Felipe, al que Almodóvar cantó el cumpleaños feliz desde el escenario.
El primer momento político llegó en 1998 con la protesta por el asesinato del matrimonio Jiménez Becerril
La edición de 2003, la de la gala en que triunfó Los lunes al sol, será más recordada por la del No a la guerra, por la que Animalario tomó el escenario en contra de la intervención en Irak delante de la ministra de Cultura del PP, Pilar del Castillo. Esa ceremonia marcó el cine español, que desde entonces lidia con el estigma de politizado. Al año siguiente, el ambiente no se enfrió: entre los candidatos al mejor documental estaba La pelota vasca, de Julio Medem –que finalmente no ganó-, y miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo se manifestaban en la puerta de Palacio de Congresos en una guerra de pegatinas con actores y directores.
En 2007, José Corbacho, que presentaba la gala, acabó la ceremonia disparando al patio de butacas contra Carlos Boyero. Repitió al año siguiente como presentador, pero en esta ocasión el protagonismo se lo llevó Alfredo Landa, que se trabó a mitad de su discurso de agradecimiento del Goya de Honor y fue incapaz de acabarlo. En 2009 el Opus Dei realizó una campaña contra Camino, de Javier Fesser, que no paró el triunfo de este filme, y alguien le robó el Goya al mejor documental a Alberto Solé… La estatuilla acabó en manos de Pedro J. Ramírez, director de El Mundo. La siguiente edición supuso la vuelta de Pedro Almodóvar a la gala, la primera en la que Alex de la Iglesia presidía la ceremonia.
Y así llegamos a la del 25º aniversario con De la Iglesia dimitido de su cargo y enfrentado a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, a cuyo lado se sentó como presidente en funciones. Además, miembros de Anonymous, contrarios a la Ley Sinde, tiraron panfletos y huevos contra los candidatos: uno de sus huevos fue parar al vestido de una embarazada Leonor Watling.
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