Sabina y Serrat: canciones para el Titanic
Tras el éxito de 'Dos pájaros de un tiro', vuelven a juntarse. Pero Serrat y Sabina han querido aportar algo más: 11 canciones grabadas con ironía y buena cara para su disco 'La orquesta del titanic'. En marzo se embarcan en una nueva gira.
Estos dos tipos que se han burlado ya de la muerte sin renunciar a creer en la vida, que tratan de entender lo que ocurre dejándose arrastrar por ciertas metáforas, que se beben los años y los días, que todavía triunfan porque temen al fracaso, que miran alrededor y se ríen, que comen, aman, pero no rezan, escriben todavía canciones para mantenerse en un estado de salud mental razonable.
Joan Manuel Serrat bien puede ser el hermano mayor. Joaquín Sabina representa de mil amores el papel de díscolo en esta familia que se fundó hace cinco años en escena con una gira mundial que les llevó a 72 escenarios además de un disco con DVD en directo plagado de éxitos conjuntos entonados a dúo y que vendió más de medio millón de copias.
Pero les quedó tan buen sabor de boca, tan buena onda, que decidieron seguir. Aunque con una condición: para no hacer lo mismo. Para parir algo nuevo y digno de su estela. De ahí que ahora presenten La orquesta del Titanic, un disco escrito a la par o, como dicen ellos, "a la manera de Lennon y McCartney".
¿Quién es Lennon y quién McCartney? No tienen asignados los papeles. Además, en su caso, sobran las comparaciones. Resultan de mal gusto para quien ha creado títulos que han dado lugar a dichos del habla común, cuando tres generaciones de públicos "intergeneracionales, interclasistas, heterogéneos e intercambiables", como los define Sabina, los han bendecido ya como mito y leyenda.
Sobre la metodología de trabajo que destilaban los antiguos Beatles, ellos han innovado en ciertos aspectos de la comunicación: "Hemos trabajado mucho por Skype". Eso que para Serrat puede ser un juego, para Sabina, quien hasta hace poco no sabía mandar un e-mail y tenía alergia a los teléfonos móviles, representa un hito. "¿A que acabó gustándote?", pregunta el mayor. "Pues la verdad es que sí". Aunque para este, nada como un boli Bic colgado de la oreja y un cuaderno. Sus apuntes no tienen desperdicio acompañados de figuras donde alterna peces con rostros y cuerpos de mujer. Son el efecto del desprecio de las musas. "Si no se me ocurre nada, dibujo".
Entre conexión y conexión, hubo sus encuentros de cuerpo presente, y así, en un tiempo récord, tenían 11 canciones preparadas. "Ha sido el disco más rápido que he hecho en mi vida", comenta Sabina. En verano empezaron, continuaron por otoño en el estudio y para el invierno ya lo tienen ustedes en las tiendas antes de que estos dos nómadas partan hacia América, donde comenzarán una nueva gira con punto de partida aterrador: un mes -21 conciertos- en el Luna Park de Buenos Aires después de que comiencen el 5 de marzo en Salta. Será antes de recalar por España en junio para regresar de nuevo a América en octubre.
Eso les da mucha moral. Sobre todo para superar la meta del millón de espectadores que los disfrutaron la última vez: "Puedes haber perdido al póquer, puede que tu mujer se haya marchado con el mayor hijo de puta que conoces, pero nada importa si al día siguiente tocas en Buenos Aires", según Sabina. Lo comenta ufano, después de contar que en la última gira llenaron cuatro veces la cancha del Boca Juniors.
Ahora lo harán con canciones nuevas. Primero, además de Argentina, actuarán en Uruguay, Paraguay y Chile. "Nos llegó una oferta más que jugosa para volver a juntarnos desde Argentina. Pero no podíamos hacerlo sin nada nuevo que ofrecer". Así es como decidieron meterse a componer estos 11 títulos que no habían mostrado a nadie en el día de la cita antes de hacerlo para El País Semanal. Salvo el famoso villancico en el que se mofaban de lo divino y lo humano, nadie había escuchado el disco tal y como ha quedado. Todo un examen ante el que pretendían sacar matrícula no sin cierto nerviosismo enternecedor de principiantes.
La cita es en casa de Sabina, junto a la plaza de Tirso de Molina, en el centro de Madrid. Por el salón merodean a sus anchas los siete gatos que viven con él para recordarle quizá que ya ha gastado de sobra cada una de sus vidas. Su dueño no tiene cortada la cola en pompón, como ellos, pero parece nervioso y para calmarse se cuelga de la boca un Ducados tras otro, al tiempo que sujeta su cerveza en la mano. Sobre la mesa del salón, frente al traje de luces guardado en una vitrina que José Tomás le regaló en homenaje a su canción De purísima y oro, luce una enorme maqueta del Titanic...
Todo un signo de los tiempos. Así, ni más ni menos, comienza el disco. Con la canción que da título al disco, "ese fox de los ahogados sin consuelo", describe Sabina. Un tema mitómano y espejo de la que se nos viene encima: "Los músicos del Titanic son un ejemplo fantástico de cómo afrontar una tragedia con dignidad", comenta Serrat. "En el fondo es lo que nos pasa a nosotros: que nos vamos de gira mientras el mundo se hunde a nuestro alrededor", añade su amigo.
"No solo el mundo, los dos hemos entrado ya en una edad que se empeña en llevarle la contraria al tiempo. Todo tiende a jubilarnos y nos negamos", según Serrat. Al menos afrontan la travesía, el frío y los icebergs con sentido del humor y un ánimo digno de un cruce propicio entre Séneca y el personaje más entusiasta que haya parido la historia. Parecido no al de un dios, como los griegos definían ese sentimiento de rapto optimista: mucho mayor, parecido al de un niño.
Si la canción como género puede ser retrato de un estado de ánimo general, La orquesta del Titanic es la fotografía de toda una época que, no por tomársela con filosofía después de un ictus, en el caso de Sabina, y un par de sustos con el cáncer en el de Serrat, deja de atemorizarlos.
Pero la risa, al menos la sonrisa, es patrimonio del sabio. "Yo voy alternando", dice Serrat. "Un cáncer de vejiga, una gira con Joaquín. Complicaciones en el pulmón, otra gira con Joaquín...". Aunque casi todo le conduzca hacia el choteo, es consciente de la gravedad que requiere la situación: "Lo que nos preocupa no es la economía, es lo que se deriva de ella. No hay que olvidar que poco después del crash del 29 apareció Hitler. No es broma".
Pero si la canción se revela como confesión de los pecados y tirón de orejas para los amigos, también puede surgir algo como Martínez, la segunda del disco. Del cóctel fino que uno imagina bebían algunos sin remedio mientras se hundía el barco, al humor negro de esta canción transcurre solo un corte: "La vida cantando /ronca de aguardiente, / la muerte le hace / la segunda voz...". Así reza el estribillo de este espejo deformado en el caso de Serrat o este autorretrato en el pellejo de Sabina.
Todo un homenaje a sus malas vidas, sus muertes y sus resurrecciones. "Esta canción cuenta las seis muertes de Martínez, aquí, mi amigo", señala Serrat. "Semanas antes de que me diera el ictus, el maestro y Víctor Manuel me cogieron un día por la pechera y me dijeron: 'O paras o te vas a morir", confiesa su compadre. "Llevaba una malísima vida, dormía poco, estaba flaco, me pasaba de la raya. Así que se me aparecieron estos dos, vestidos de chicas de la Cruz Roja...". Aquí sigue, en pie, después de algunos retiros, pero con un ritmo de trabajo asombroso: "En dos años he dado 130 conciertos".
Cada uno por su lado, después del maratón de Dos pájaros de un tiro, siguieron con sus proyectos: Serrat volvió a homenajear a Miguel Hernández. Sabina se juntó con su amigo Benjamín Prado para estrujar su crisis existencial y escribir juntos las canciones de Vinagre y rosas. Pero el gusanillo de aunar el torrente rasgado de sus dos voces, sus dos cabezas, sus dos talentos para parir canciones, les volvió a unir. Serrat planifica: ordena el calendario y hace las reservas en los restaurantes. Sabina se deja llevar mientras le permitan dar cháchara a los guardacoches al tiempo que se fuma su cigarro fuera del local. Forman un tándem perfecto en el que cada uno no oculta sus preferencias respecto al propio trabajo. "A mí lo que no me gusta es meterme en el estudio; a mí me gusta salir de gira, y cuando lo he hecho con el nano, no he sido más feliz en mi vida", cuenta Sabina. "Ya, pero para eso antes hay que grabar. Si no pasas por el castigo, Adán no se lleva las glorias de Eva", advierte responsable el otro.
¿Y los músicos de cada cual? "En esta ocasión vamos a salir a escena sin nuestro equipo médico habitual", comenta el creador de Calle melancolía. En eso ha sido crucial el productor Javier Limón. A él se entregaron en cuerpo y alma para que les cambiara el sonido, los despojara de ropajes reconocibles y pudieran aprovechar lo mejor de sí desnudos. Ha sido como crear un dúo de jóvenes promesas.
Jóvenes promesas o esquilmados veteranos, capaces de dar un corte de mangas y revertir los prejuicios en canciones como Palizas, idiotas y calientabraguetas. "Porque los guapos no son tan sapos, las modelos tan tontas, ni los sabios tan seniors, ni los pobres tan feos", suena en sus gargantas de vuelta de todo y con tembleque. "En este oficio nuestro, uno tiene que ser más diplomático que un político, procuras hacerte fotos con quien lo pide, hasta que te dicen: 'Habla con mi madre', mientras te dejan al niño en brazos y te pone todo perdido de babas. No sé por qué si en muy pocas esquinas hay un paliza me tiene que tocar a mí", afirma Sabina con la aquiescencia de Serrat y con los ritmos balcánicos que han incluido en la canción sonando de fondo.
El paso cambia cuando se escucha Cuenta conmigo. Toca bolero. En todos los sentidos. En el musical y en el semántico. Porque en la susodicha canción es digno de oír cómo Sabina realiza esfuerzos memorables por hacer propósito de enmienda: desde dejar de fumar hasta convertirse en vegetariano, pasando por hacer footing, el manual de mentiras y falsas promesas alarma. "Mentimos, pero como ocurre en todos los boleros...". Para darle un poco de credibilidad lo han aderezado con un ambiente algo fadista y contoneo rígido de chotis: "Así se acentúa lo chulesco".
Después de que cada uno fuera creando por su lado, después de que interconectaran por Internet, con cámara o por correo, fueron reuniéndose entre Menorca y Rota, los lugares en que ambos veranean. Del segundo destino, donde Sabina comparte urbanización con sus amigos poetas líricos, han quedado ecos de chirigota gaditana en 15 o 20 copas. "Esta recuerda aquellos tiempos en los que cambiaron los hábitos en los locales de mala muerte. Si durante una época, el que ligaba era quien pagaba las copas, poco después fue sustituido por el que traía la papelina".
De la parranda carnavalesca al villancico. "Sonará mejor en febrero que en Navidad", comenta Serrat. No ha sido más que un ejercicio de actualización del género: "Para hoy componer un villancico, hay que tener claro que un portal de Belén contemporáneo puede encontrarse en cualquier piso patera y que el ángel de la guarda puede ser un segurata", asegura el catalán.
En Malo por naturaleza se produce un hito: Sabina cantando en catalán. O si se mira con más efecto, dice él, "la primera vez que no canto en español". Ni cuando Serrat ya era Serrat y había compuesto Mediterráneo y Sabina rasgaba su guitarrita en el metro de Londres había interpretado este madrileño nacido en Úbeda en otro idioma que no fuera el suyo. Pero ha tenido que parirle su colega una turbia historia de asesino en serie para que se suelte en otra lengua. Después del experimento, comenta Serrat, "a ver si se atreve a repetir".
Hoy por ti, mañana por mí encara la recta final del disco con un tono más calmado. Una canción de amor constructivo mecida en una especie de abrazo instrumental que recuerda a ciertos temas de Paul Simon. Viene a certificar eso de que el amor puede ser eterno... "Mientras dura", zanja Sabina. Hay otros más arriesgados, como el que nos presentan en Después de los despueses, la historia de lío adúltero con una mujer casada. Lo morboso nunca defrauda. Más a un par de voyeurs impenitentes dispuestos a confesar que donde esté el ojo de una cerradura, "que se quiten los prismáticos".
Y de la pasión al frío y a la resistencia al olvido en Acuérdate de mí. "Acuérdate de mí cuando me olvides, que allí donde tú estés iré a buscarte siguiendo el rastro que en el cielo escribes...". Poco que añadir, salvo que cierra el maravilloso lote de amores desgarrados, posibles e imposibles del disco.
Pero para acabar, nada como un blues maldito donde tiñen su alma de rastrojos en negro. "Colecciono cromos de barcos de piratas sin ley. Arrieritos somos de la ruta 66". Pero no es una pieza pura. "Es un blues por bulerías", comenta Serrat, para el que ha prestado su guitarra Alejandro Sanz.
En el resultado salta a la vista que ha prevalecido su predilección por las letras al mismo nivel que su gusto por los mestizajes. Que las historia propias, ajenas, los sueños y los fracasos colectivos, los triunfos, las caídas y la vocación de testigos de la historia, de las casas puertas adentro, los dormitorios y la calle han vuelto a ser el motor para estos dos cronistas de su tiempo, poetas del acorde. Quien vuelva a acercarse a ellos los encontrará esenciales, pero también transfigurados, creciendo contracorriente en mitad de la deriva, aterrados e ilusionados al tiempo y con esa frase genial y reinventada a su medida que una vez escuchó decir Sabina a Lola Flores. Hagas lo que hagas: "Abstente a las consecuencias...".
El disco 'La orquesta del Titanic' (Sony) sale a la venta el 7 de febrero.
Babelia
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