Inagotable hervidero de ideas
Buenos Aires suple con inventiva y autogestión las limitaciones presupuestarias para mantener una increíble y diversa oferta cultural
¿Por qué se enamora la gente de Buenos Aires? No hay ruinas que quiten el aliento; su contaminación rebasa los límites aceptables y pisarla es entrar a un país donde todos los sueños colectivos se han convertido religiosamente en pesadillas. Y sin embargo, brilla. Se destaca. Más de 600 estrenos teatrales por año; 50 colectividades, de chinos a nigerianos, conviviendo en su mapa; festivales internacionales de teatro, jazz, cine independiente, tango y literatura que la tienen por sede y el hecho de ser set, mientras estas líneas se escriben, de cuatro coproducciones internacionales de cine filmándose en sus calles son algunas pistas que la señalan como ciudad faro de cultura en América Latina. Esa efervescencia creativa a prueba de crisis integra su ADN y subraya la sensación de que Buenos Aires es -sigue siendo- la capital de un imperio que nunca existió, como escribió André Malraux.
El teatro es una muestra de cómo hay que arreglarse con lo que hay
Villoro considera que lo híbrido y lo mestizo le viene bien a Argentina
"In-cre-í-bleeee", repetía el escritor polaco Tomás Piatek (Pruszków, 1974), autor de más de 10 novelas, entre ellas, Algunas noches fuera de casa (Interzona), ante la movida cultural. Invitado al primer Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), al despedirse escribió en el blog del encuentro: "Estoy pensando en Argentina y llorando. Ahora entiendo: Europa es como Suiza, una comunidad de ciudades hermosas y frías. Vivir en Europa no tiene sentido. Me siento argentino. ¿Es estúpido?". Piatek traducía algo que el caos de una ciudad que suma entre la capital federal y el conurbano 13 millones de almas, conoce bien: si existiera la categoría, Buenos Aires sería la sede mundial del brainstorming, una urbe convertida en tormenta de ideas, que suple con inventiva y autogestión, un presupuesto de cultura de poco más de 528 millones de pesos (93 millones de euros), cuyo 39% se va en pagar sueldos.
Ese quehacer tiene su historia. Comprar un pasaje al Río de la Plata es embarcarse hacia el fin del mundo. Los primeros inmigrantes que llegaron a esta parte de América, señalaba el historiador Germán Arciniegas, lo hacían escapando de alguna desgracia, con la convicción de que aquí se podía empezar de cero. Esa marca pervive con una impronta de re-creación: convierte carencia y reveses en alguna forma de cultura. Así, después del combo "corralito-pesificación-devaluación" que siguió a la caída de De la Rúa en diciembre de 2001, nació Eloísa Cartonera, editorial cooperativa que arma sus libros con cartón comprado a los cartoneros que lo recogen en las calles: 200 títulos prueban su éxito.
El teatro es otro rostro de esa vocación de arreglarse con lo que hay, que el saber popular sintetiza en una frase: "Lo atamos con alambre". Si no existe sala, se transforma el living de la propia casa en escenario. Y se estrena. Fervor que ha pagado, incluso, con devotos de extrarradio, entre ellos, el escritor mexicano Juan Villoro: "Me gusta mucho el teatro argentino: Daulte, Spregelburd, Bartis, Veronese. Veo lo que puedo, ateniéndome a los locos horarios que hacen que una obra sólo se presente un día, muy tarde. Para el visitante, ver teatro es como jugar a la ruleta. Otra debilidad son las editoriales cuyos libros no se consiguen en otras partes: Eterna Cadencia, El Zorzal, Adriana Hidalgo, Beatriz Viterbo, Interzona, Katz".
Otra muestra de hiperactividad cultural: el original de la Antología de la nueva poesía argentina, editada por Perceval Press, sello del actor Viggo Mortensen, tenía 550 páginas. Reducido a un quinto, el libro se presentó en agosto, pero el material inicial testimonia la vitalidad del campo poético.
"A fines del siglo XIX Buenos Aires fue la ciudad de Rubén Darío, que la privilegió hasta transferirle las novedades de París", explica el sociólogo Horacio González, director de la Biblioteca Nacional. "Homero Manzi, el autor de Sur, quien no desoyó los tonos modernistas del poeta nicaragüense, llevó a Buenos Aires hacia las orillas de la pampa cerrando el ciclo cosmopolita que Borges interpretó como ningún otro: sin abandonarlo nunca, lo combinó con una salutación a la urbe como mitológica patria local", define. A meses del Bicentenario, el balance se impone. Borges murió, los nuevos campeones mundiales de tango salón son japoneses, el dulce de leche se exporta e Internet lleva el acento a todas partes. ¿Conservará Buenos Aires su encanto?
Villoro apuesta por un futuro mestizo: "En Argentina todo me parece semieuropeo y medio usado. No creo que la ciudad deba preocuparse por conservar un aura eterna; no es El Cairo ni Machu Pichu. Lo híbrido le viene bien. Los japoneses bailan tango, pero el tango más genuino" -afirma- "es una dimensión del espíritu que, por ahora, Maradona cumple en la albiceleste".
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