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De jardinero a escritor

El argentino Patricio Sturlese presenta su segunda novela, 'La sexta vía'

Los relatos pueden nacer en los sitios más insospechados. En un estudio, en un bar o en plena calle. Los que escribe el argentino Patricio Sturlese (Buenos Aires, 1973) provienen de un jardín. "Desde los 12 años solía contar relatos a mis amigos", recuerda. Antes que escritor, Sturlese era un jardinero. Entre árboles y hojas nació El inquisidor, su primera novela, que llegó a una imprenta sólo después de que el autor se convirtiera en un damnificado más del corralito argentino en 2001.

"Me quedé sin trabajo y entonces empecé a buscar una editorial. Pensaba que vendería unos 200 libros".

Erró el pronóstico. El inquisidor se convirtió en un éxito. La obra ha sido traducida a cinco idiomas y publicada en 30 países. La novela que presenta hoy en la Feria del Libro de Madrid, La sexta vía (Debolsillo), comparte con El inquisidor tono y ambientación. "Los personajes son los mismos y las realidades se vinculan", comenta. El autor la define como un sacrothriller. Una historia de terror y suspense ambientada en el siglo XVI.

"Una atmósfera que me gusta", dice. "No es una novela para eruditos. Es para leer". Hijo de un inmigrante genovés y una argentina, Sturlese explica que el periplo que comenzó con El inquisidor le ha hecho recolectar un abanico de anécdotas. Recuerda que durante un viaje a Colombia, subió al primer coche al que le condujeron al salir del aeropuerto, sólo para reparar minutos después en que no había comprobado que la persona que le acompañaba era la indicada. "En el taxi pregunté a la chica: '¿Sos de la editorial, cierto?', ella se rió". O cuando su falta de experiencia en las giras de promoción le llevó a buscar un albergue en Perú al no hallar a nadie que le esperara en el aeropuerto. "A mí no molestaba. Yo sólo necesitaba dónde dormir", recuerda.

No se muestra amedrentado por su condición de outsider en el mundo literario. Sturlese es claro cuando define sus pasiones. Las historias y la naturaleza. Las dos le acompañan en su refugio en Bella Vista, un pueblo de 70.000 habitantes a 30 kilómetros de Buenos Aires. Incluso después de conseguir el éxito con la escritura, su pensamiento no se ha apartado de los jardines. "Lo primero que compré con el sueldo de los libros fueron tres álamos", relata.

El cambio radical en su vida no parece haberle afectado de más. "Si no hubiese habido crisis en Argentina seguiría siendo jardinero", comenta. No bromea. Sturlese ha pasado de jardinero a escritor de best seller con la naturalidad de quien cambia de oficina. Explica las dificultades de su trabajo anterior, "llueve, te mojas; no hay seguridad social", pero describe con nostalgia sus días entre árboles y pastos. "Ningún jardín es igual. Barrer hojas en otoño es espectacular". ¿Dejaría la escritura por la jardinería de ofrecer mejores oportunidades? Sonríe y se lo piensa. Prefiere compaginar. "Bueno... el pasto de la casa lo corto yo", reconoce.

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