La ONU asegura que más de 170 países presentarán sus planes climáticos aunque sea con retraso
El área de calentamiento global del organismo sostiene que tiene sentido que los Gobiernos se tomen más tiempo para mejorar estos programas, porque son de los más importantes de este siglo
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La mayoría de los 195 países adheridos al Acuerdo de París no va a presentar a tiempo sus nuevos planes climáticos de recorte de gases de efecto invernadero. El plazo oficial, fijado en ese tratado que se firmó hace una década en la capital francesa, termina el próximo lunes 10 de febrero. Tan solo 11 gobiernos han enviado a la ONU este documento, donde las naciones deben fijar sus objetivos de recorte de emisiones de gases de efecto invernadero, que están detrás de los récords de temperaturas disparadas que encadena el planeta. Pero, aunque con retraso y pese a los ataques del populismo ultra contra la lucha climática, Naciones Unidas confía en que la mayoría de los gobiernos terminará cumpliendo y presentará a lo largo del año sus planes. Un funcionario de la ONU ha explicado este jueves a varios medios de comunicación internacionales que “más de 170 países” han indicado ya al área de cambio climático de esta organización que “estaban trabajando” en sus nuevos programas “con la intención de presentarlas este año, y la gran mayoría antes de la cumbre del clima”, la COP30, que arranca el 10 de noviembre en la ciudad brasileña de Belén.
Simon Stiell, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ha participado este jueves en un acto en Brasilia preparatorio de la COP30. Hasta este jueves, poco más de una decena de países habían presentado sus NDC, las siglas en inglés de las denominadas “contribuciones determinadas a nivel nacional”, la hoja de ruta que todos los miembros del Acuerdo de París deben elaborar para establecer metas de recorte de sus emisiones de aquí a 2035. Como ya señalaron fuentes de este organismo a EL PAÍS la semana pasada, el área climática de la ONU considera que las NDC están entre “los documentos políticos más importantes que los gobiernos elaborarán este siglo”, por lo que deben ser de buena calidad. Stiell ha insistido este jueves en el mismo argumento: “tiene sentido tomarse un poco más de tiempo para asegurarse de que estos planes sean de primera categoría”. Pero, a continuación, ha asegurado que “a más tardar, el equipo de la secretaría debe tener los planes sobre el escritorio en septiembre”. Si no, no podrán incluirlos en el informe de evaluación de las NDC que debe publicarse antes de la cumbre y que establecerá si los países están encaminados a cumplir con el Acuerdo de París.
Las NDC son el instrumento básico de aplicación de ese pacto climático. Porque obligan a los países a fijarse metas concretas a medio plazo de recorte de sus emisiones de efecto invernadero. La suma de todos los esfuerzos debe servir para que se cumpla el objetivo de París: que el aumento de la temperatura media del planeta se quede entre los 1,5 y los 2 grados Celsius este siglo. De momento, la suma de los planes vigentes —que abarcaban el periodo entre 2020 y 2030— se queda corta: llevarán a un peligros calentamiento de alrededor de 3 grados. Pero Stiell ha asegurado este jueves que “sin la cooperación mundial para la acción climática” ligada a la ONU el planeta estaría abocado “a un calentamiento global de hasta 5 grados, una sentencia de muerte para la humanidad tal y como la conocemos ahora”.
Entre los 11 países que han depositado sus nuevos planes ya ante la ONU está Estados Unidos. Pero ese documento es ya papel mojado, porque fue la anterior Administración demócrata la que envió su NDC en diciembre, en el tiempo de descuento antes de que Trump volviera a entrar en la Casa Blanca el 20 de enero. El republicano ha presentado ya formalmente a Naciones Unidas el escrito para sacar a su país del Acuerdo de París, algo que se consumará dentro de un año. De puertas para adentro, su equipo ha emprendido algo parecido a una purga en agencias federales clave para las políticas climáticas como la EPA o la NOAA. De puertas para afuera, ha congelado la ayuda para la financiación climática multilateral y está poniendo en la diana a la lucha climática en los foros internacionales. Esta semana el secretario de Estado, Marcos Rubio, ha anunciado que no acudirá a la reunión del G-20 que se celebrará en Sudáfrica. Y lo ha justificado en que el Gobierno del país africano está “utilizando al G-20 para promover la solidaridad, la igualdad y la sostenibilidad”. “En otras palabras: diversidad, equidad e inclusión y cambio climático”, ha sostenido en un mensaje en redes sociales.
Defensa de la lucha climática
Desde hace años, el cambio climático es uno de los ejes de las negociaciones en las cumbres del G-20. Y así se refleja en las declaraciones finales de estas citas. En la última, que se celebró en noviembre precisamente en Brasil, el gobierno de este país latinoamericano se esforzó por lanzar un mensaje claro de “firme compromiso con el multilateralismo” y de apoyo explícito al Acuerdo de París en el documento final. Fue pocos días después de la victoria de Trump en las elecciones.
Desde entonces, el manual de respuesta al republicano desde el área climática de la ONU, y desde muchos sectores del activismo, pasa por resaltar la oportunidad económica que supone la transición energética en el mundo y en como los flujos de inversión están ya encaminados hacia las renovables. Stiell ha vuelto a insistir en lo mismo: “Los inversores saben que la energía limpia tiene mucho más sentido. La oportunidad de hacer dinero es demasiado grande para ignorarla. Un país puede dar un paso atrás, pero otros ya están ocupando su lugar para aprovechar la oportunidad y cosechar las enormes recompensas: mayor crecimiento económico, más empleo, menos contaminación y costes de salud pública mucho más bajos, energía más segura y asequible”.
“Afortunadamente, ya hemos entrado en una nueva era”, ha recalcado Stiell. “Ya vamos en la dirección correcta, solo tenemos que implementar e implementar más y más rápido”, ha remachado el responsable del área climática de la ONU. “En un mundo cada vez más dividido, nuestro proceso ha conseguido ir a contracorriente”, ha sostenido para defender los progresos de los últimos años vinculados a las negociaciones climáticas internacionales.
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