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La paradoja de la COP28 de Dubái: la urgente batalla por acabar con los combustibles fósiles se libra en un petroestado

Emiratos Árabes Unidos acoge desde este jueves la conferencia anual del clima, con la incertidumbre de cómo afecta que este país presida las negociaciones. Se espera que haya un llamamiento a triplicar las renovables y la puesta en marcha de un fondo de compensación para las naciones más vulnerables

Attendees at the Dubai COP28
Participantes en la cumbre del clima de Dubái, la COP28, que arranca este jueves.GIUSEPPE CACACE (AFP)
Manuel Planelles

En esta carrera contra el tiempo es mil veces más fácil ponerse de acuerdo en lo que hay que hacer que en lo que se debe dejar de hacer. Para que el calentamiento global no supere los límites de seguridad que los países se autoimpusieron en 2015 con el Acuerdo de París, la economía mundial tiene que dejar de emitir gases de efecto invernadero durante la segunda mitad de este siglo. Para eso, en las próximas tres décadas se ha de seguir una ruta clara para alejarse de la principal fuente de las emisiones: los combustibles fósiles (el petróleo, el gas y el carbón). Ese desenganche debe comenzar cuanto antes y la alternativa más clara son las renovables. De esto discutirán los representantes de las casi 200 naciones que se reúnen en la cumbre del clima anual de la ONU, la COP28, que arranca este jueves y debería cerrarse el 12 de diciembre —en principio, porque el final de estas citas siempre se retrasa por las negociaciones—.

La peculiaridad de esta cumbre es que se celebra en una de las patrias mundiales del petróleo y el gas: Emiratos Árabes Unidos. En concreto, en la ciudad de Dubái. Existe una gran incertidumbre e inquietud entre activistas y algunos países sobre cómo puede afectar al resultado de esta cita que el anfitrión sea por primera vez un petroestado, que cuenta con algo más de nueve millones de personas y en el que el 29% de sus ingresos dependen de la industria del petróleo y el gas.

Antes de que arrancara esta cita, había ya un cierto consenso para que de la COP28 salga un llamamiento para triplicar la potencia renovable global a finales de esta década, lo que supone pasar de los 3.400 gigavatios (GW) de 2022 a unos 11.000 en 2030. En el mismo paquete se incluye duplicar las tasas de eficiencia energética, es decir, reducir el uso de energía. El G-20 ya asumió estos objetivos en su reunión de septiembre en la India. Además, en una declaración climática conjunta, China y EE UU (cuyos máximos dirigentes no asistirán a la COP28 finalmente, aunque si enviarán delegaciones de alto nivel) mostraron hace unos días también su respaldo explícito al objetivo mundial de triplicar la potencia renovable; algo que está al alcance de la mano gracias a las cada vez más competitivas tecnologías solar y eólica.

Pero esa es la parte sencilla, lo complicado es lograr el mismo llamamiento para lo que hay que dejar de hacer, es decir, eliminar el uso de los combustibles fósiles. Será “la batalla más importante, pero no la única” de la cumbre, piensan en la delegación española que está en Dubái y que este año tendrá un papel destacado en las negociaciones al tocarle la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. De fondo, mientras los delegados de los países discuten, sonarán las alertas, como las que nos recuerdan que las emisiones siguen sin tocar techo y este año será el más cálido jamás registrado.

Pese a que la implantación de renovables en el mundo coge velocidad, los países productores de combustibles fósiles no contemplan ahora las reducciones de la extracción de petróleo, gas y carbón necesarias para poner coto al calentamiento. Un estudio reciente apadrinado por el Pnuma, la agencia medioambiental de la ONU, advertía de que los gobiernos contemplan en estos momentos producir en 2030 más del doble de la cantidad de combustibles fósiles de lo que sería compatible con limitar el calentamiento a 1,5 grados, una de las metas fijadas en el Acuerdo de París. Emiratos Árabes Unidos —que es el séptimo productor mundial de petróleo y el decimoquinto en el caso del gas— tiene previstas inversiones multimillonarias para ampliar todavía más su producción durante esta década. Además, figura entre los Estados que más ayudas públicas conceden per cápita a la industria de los combustibles fósiles: 2.466 dólares al año, según un informe elaborado por el Fondo Monetario Internacional.

La celebración de la cumbre en Dubái está evidenciando las contradicciones de la lucha climática mundial, y ha tensado los momentos previos. La polémica rodea esta cita desde que hace meses se anunció que Sultán al Jaber, el ministro de Industria de Emiratos, será el encargado de presidir la COP. Él ya ha representado en varias ocasiones a su país en las COP y, además de ministro, es el consejero delegado de ADNOC (Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dabi), la octava petrolera del mundo. Esta semana, la BBC ha publicado una serie de documentos que apuntan a que la presidencia de la COP podría aprovechar esta cita para intentar expandir sus negocios, algo que contravendría claramente las reglas de la ONU para estas cumbres. “No puedo creer que sea cierto”, respondió el lunes António Guterres, secretario general de la ONU, cuando fue interrogado sobre este asunto.

Finalmente, en la conferencia previa al arranque de la cumbre, celebrada el miércoles, Sultán Al Jaber ha respondido a estas informaciones. “Estas acusaciones son falsas, no verdaderas, incorrectas y no son precisas”, ha asegurado el ministro de EAU, que ha prometido que nunca ha visto o empleado esos documentos en sus reuniones. Y ha añadido: “¿Piensan que Emiratos Árabes Unidos o yo mismo necesitamos la COP o la presidencia de la COP para establecer acuerdos comerciales o relaciones comerciales?”.

al-Jaber
El presidente de la COP28, Sultán al Jaber, el miércoles en las instalaciones de la conferencia en Dubái.Peter Dejong (AP)

En cualquier caso, ¿cómo es posible que Emiratos Árabes Unidos pueda acoger y presidir una cumbre del clima? “Hay que entender que las COP son resultado de un proceso multilateral donde todos los países son tratados igual”, explica Manuel Pulgar, el exministro peruano que presidió la cumbre que se celebró en su país en 2014. “La más pequeña de las economías debe ser escuchada como el resto”, explica. Laurence Tubiana, una de las arquitectas del Acuerdo de París, enfatiza que el sistema de las COP “responsabiliza a todos los países de un problema que afecta a todos”, como es el cambio climático. “Eso incluye a los principales Estados productores de combustibles fósiles”, añade.

Cada año la cita se celebra en una región del planeta. En 2023, le tocaba acoger la COP a Asia, Emiratos presentó su candidatura y fue apoyada por los países de esa región y por el resto de las casi 200 naciones que participan en las negociaciones sobre cambio climático. Pulgar recuerda que en 2018 la ciudad polaca de Katowice acogió la COP24. Si Dubái es una de las patrias del petróleo, Katowice era la del carbón en la Unión Europea, donde Polonia es uno de los países menos ambiciosos en la lucha climática.

La COP24 no pasó a la historia como la más audaz de las cumbres, pero lo que más influyó, más allá de la presidencia polaca, fue la postura de bloqueo impuesta por EE UU, entonces gobernado por el republicano Donald Trump. Teóricamente, la presidencia de las COP debe tener una actitud neutral. “Debe representar el interés global y no el de su país”, incide Pulgar. “Cuando se rompe la confianza en la presidencia de la cumbre, colapsa la COP”, advierte. “La presidencia debe ser imparcial y superar los conflictos de intereses”, advierte también Tubiana.

Balance global

La reunión que comienza este jueves tiene el mandato de realizar el primer balance de los esfuerzos globales para contener el cambio climático desde la firma del Acuerdo de París, en 2015. Ya se sabe que son insuficientes porque llevarán a un calentamiento por encima de lo acordado, por lo que debe cambiarse el rumbo. El pacto cerrado en la capital francesa hace ocho años establecía como meta que el aumento de la temperatura media del planeta no superara los dos grados a finales de siglo respecto a los niveles preindustriales, e intentar no rebasar los 1,5. Para ello es necesario reducir las emisiones, aunque no se fijan recortes concretos por naciones. Cada país presenta sus planes con sus recortes voluntarios, que ahora llevarán al planeta a un calentamiento de entre 2,1 y 2,8 grados.

“Esta situación exige una acción urgente”, sostiene Tubiana, que añade como advertencia: “existe una incompatibilidad fundamental entre la dependencia de los combustibles fósiles y el logro de nuestros objetivos climáticos”. El balance debe servir para preparar la próxima tanda de planes nacionales de recorte de emisiones, que se presentarán en 2025. También para que esos planes contengan ya promesas y calendarios nacionales para dejar de usar los combustibles fósiles es básico, según ha señalado el propio António Guterres. De ahí, la importancia de que salga ese llamamiento de la cumbre de Dubái.

De momento, Sultán Al Jaber insiste en la necesidad de implicar a las empresas de petróleo y gas en esta lucha. Pone de relieve que es “la primera vez” que la mayoría de las empresas de este sector se comprometen con lograr las metas de neutralidad de carbono. Sin embargo, muchos analistas temen que esos compromisos no sean más que ecopostureo o un lavado de cara verde mientras siguen aumentando las extracciones que condenan a la humanidad a un calentamiento desastroso. Las críticas no solo llegan de ecologistas enfurecidos. Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), ha puesto en duda el compromiso de estas empresas con la transición energética. Tan solo un 1% de los 1,8 billones de dólares que en 2023 se van a invertir en energías renovables provendrán de las empresas de combustibles fósiles, resaltaba un reciente informe de la AIE.

La gran duda es lo que saldrá de la COP28 en lo que se refiere a los combustibles fósiles, algo que puede acabar de nuevo en un descafeinado mensaje final. Pero, si no se tuerce, parece que de la cumbre saldrá una buena noticia: el establecimiento del fondo de pérdidas y daños para compensar a las regiones más vulnerables por los impactos de un cambio climático del que son los menos responsables. Ese fondo, que será gestionado por el Banco Mundial, se prevé que arranque tras esta cumbre, pero lo más importante serán los compromisos que luego vendrán para dotarlo de fondos. Contribuirán las naciones desarrolladas, pero también se abre la puerta a que otros países, como China, también puedan hacerlo y a buscar otras fuentes alternativas.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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