El ‘Endurance’ no era tan resistente: un estudio revela que el famoso barco de Shackleton carecía de refuerzos para sobrevivir al hielo
El navío, hundido en su expedición a la Antártida en 1915 y localizado en 2022, estaba condenado desde que quedó atrapado


Sin duda una de las imágenes más dramáticas y simbólicas de la gran aventura, fría y trágica, de la heroica conquista de los polos es la del Endurance el barco de la legendaria expedición de Ernest Shackleton a la Antártida atrapado en 1915 en la banquisa y convertido en un Gólgota de hielo antes de hundirse. Las impactantes fotos que hizo Frank Hurley, miembro de la expedición, entre ellas las tomadas en la noche polar con el velero asaltado por la presión del hielo y con los mástiles y la jarcia cubiertos de un blanco espectral, representan como nada —excepto quizá el último refugio del capitán Scott y su infausta partida— la aventura en el último confín de la tierra y la épica derrota.
Shackleton consiguió salvar a todos sus hombres sacándolos del infierno helado en lo que se ha considerado una muestra sensacional de liderazgo y supervivencia. Y el nombre del Endurance (que significa en inglés resistencia, aguante) ha quedado como epítome de aquella odisea en la que los hombres y el barco lucharon a brazo partido contra los elementos hasta el límite de sus fuerzas, y más allá. El Endurance, tenido por el más fuerte y resistente barco polar de su época, se habría hundido, estableció el relato canónico, tras un combate homérico con el hielo y solo el irresistible poder de las fuerzas de la naturaleza conjuradas contra el navío, arrancándole con puño de hielo el timón, habrían podido abatir su orgullo, sus palos y su bandera antes de que las frías fauces lo engulleran.

Sin embargo, ahora un pormenorizado estudio científico del ingeniero finlandés de la Universidad de Aalto Jukka Tuhkuri, que se publica hoy lunes en la prestigiosa Polar Record, revista académica sobre la exploración e investigación del Ártico y la Antártida que depende del Scott Polar Research Institute y edita Cambridge University Press, afirma que la historia es muy diferente. Tras revisar pormenorizadamente la documentación del episodio, incluyendo la lectura de los diarios de los componentes de la expedición y la copiosa bibliografía existente, y llevar a cabo un análisis estructural del barco y una exhaustiva labor de comparación con otros navíos polares, Tuhuri concluye en su artículo ¿Por qué se hundió el Endurance? que el navío no estaba preparado para la tarea que se le encomendó, y añade que Shackleton lo sabía, lo que cargaría sobre el afamado explorador la responsabilidad del desastre por su imprudencia.
“El Endurance no estaba diseñado para las condiciones compresivas de la banquisa antártica, sino para las más fáciles del borde de hielo en el Ártico”, señala Tukhuri, que ha sido uno de los 15 científicos que formaron parte de la expedición Endurance 22, que localizó el barco en su tumba submarina a 3.000 metros de profundidad en el Mar de Weddell, la puerta de entrada de la Antártida, el 5 de marzo de 2022. El estudioso ha podido utilizar para su estudio la información que ha arrojado el propio pecio. “Las imágenes submarinas apoyan las conclusiones de este estudio”, subraya.
Según el investigador finés, el Endurance no estaba precisamente entre los barcos más resistentes de su época y la parte más débil de su casco era la zona de la sala de máquinas, que no solamente era mucho más grande que en otros navíos antárticos, sino que carecía de vigas que proporcionaran fuerza de resistencia contra la compresión del hielo. Shackleton, afirma, conocía esta debilidad.
En diciembre de 1914, Shackleton, uno de los exploradores polares más famosos de su tiempo, partió de Grytviken, en Georgia del Sur, con el Endurance, una goleta noruega de tres palos, trescientas toneladas y 43,9 metros de eslora salida en 1912 de los astilleros Framnaes de Sandefjord —que proporcionaba barcos para los polos— y que originariamente se llamaba Polaris. El navío estaba construido de roble inglés, olmo norteamericano y pino noruego y el explorador le cambio el nombre (lo que es sabido que no suele dar muy buena suerte) por el lema de su familia: “Venceremos gracias a la resistencia”. El plan de la Expedición Transantártica imperial era, una vez desembarcados los exploradores, cruzar el continente blanco, la gran aventura que quedaba tras la conquista del Polo Sur, desde el Mar de Weddell hasta el Mar de Ross, donde los esperaría una partida de apoyo llegada en otro barco, el Aurora, para devolverlos a casa.
Como es sabido, la misión fracasó: en enero de 1915, antes de llegar a su destino de Vahsel Bay en el continente, el Endurance quedó atrapado con todas las velas desplegadas en el mar congelado y empezó a desplazarse lentamente hacia afuera engastado en el hielo. El barco no fue capaz de soportar la fuerza que ejercía su prisión blanca que fue desbaratándolo progresivamente pese a todos los esfuerzos de la tripulación por desengancharse. En octubre los expedicionarios abandonaron el barco y construyeron un campamento al lado sobre el hielo mientras trataban de extraer todo el material útil posible. El 21 de noviembre, el Endurance se hundió con la proa por delante (“¡se va, chicos!”), y comenzó entonces una agónica marcha a pie tirando de los botes salvavidas en busca de agua abierta para poder navegar hasta algún lugar del que pudieran ser rescatados. Tras una verdadera ordalía helada llegaron hasta la desierta isla Elefante y de allí navegó valientemente Shackleton con un puñado de sus hombres hasta conseguir ayuda para todos. Los 28 que viajaban en el Endurance se salvaron en lo que está considerada una de las grandes hazañas de supervivencia de todos los tiempos y que convirtió a su jefe en ejemplo de valor, abnegación y liderazgo positivo.

Tukhuri considera que toda la historia está muy bien y es muy emocionante, pero señala el hecho de que a pesar de que la Trasantártica ha sido analizada en todo detalle, incluida la vida del gato de a bordo (la pobre Señora Chippy), nunca antes se había hecho un análisis del barco, “lo que es sorprendente considerando que el aplastamiento del Endurance y su fuerza estructural tuvieron un papel central en el destino de la expedición”.
La narrativa popular sobre el Endurance ha enfatizado su resistencia, dando lugar a la errónea idea de que era el barco de madera más fuerte de su época, apunta el investigador. Pero, claro, tiene que dar que pensar el hecho de que el otro barco más famoso de la exploración polar, el Fram de Nansen y Amundsen, lo puedes ver y hasta visitar en el museo de su nombre en Oslo, mientras que para ver y visitar el Endurance tendrías que zambullirte a tres mil metros en el mar. Tukhuri desmonta asimismo la creencia de que el timón del Endurance era su talón de Aquiles.
Utilizando parámetros de arquitectura naval y complejos cálculos, Tuhkuri afirma que el problema del Endurance es que “estaba diseñado y construido para hacer turismo polar, para cazar osos polares y morsas en el Ártico, en el Mar de Groenlandia, Svalbard, o Novaya Zemlya durante el verano polar”, pero no para afrontar el poder de la banquisa de la Antártida. Al no utilizarlo sus propietarios originales, fue vendido en marzo de 1914 a Shackleton, El investigador indica que el explorador era consciente de los inconvenientes del barco para su misión
Analizando los episodios de compresión del barco por el hielo que tuvieron lugar entre febrero y octubre de 1915, Tuhkuri detalla cómo fue escalando la situación mientras se sucedían los ruidos aterradores y el barco parecía que iba a quedar reducido a piezas. El inicio del fin se produjo con un enorme crujido y una prolongada vibración en todo el casco, saludadas por el lamento fantasmal de ocho pingüinos emperador que se acercaron a observar la escena. El Endurance comenzó a hacer agua que no podían achicar las bombas. El ruido del hielo era “como disparos de pistola”. El 27 de octubre abandonaron la nave, pero esta no se hundió hasta el 21 de noviembre, así que pudo documentarse su agonía.
El estudioso recuerda que el Endurance era el cuarto barco de exploración que se internaba en el Mar de Weddell. Lo precedieron el Antartic sueco en 1902, cuya historia es parecida y que Shackleton conocía bien, pues participó en el rescate y llevaba en el Endurance el libro de aquella aventura; el Scotia escocés, en 1903, y el Deutschland alemán en 1912. Los dos últimos consiguieron zafarse de la trampa de hielo y regresar. Shackleton ayudó en la preparación del Deutschland y recomendó añadir vigas diagonales como refuerzo. Eso fue precisamente lo que no hizo en el Endurance, subraya Tuhkuri. “Por qué no reforzó su barco de igual manera no lo sabemos”, apunta, y dice que el explorador era muy consciente de la debilidad estructural del Endurance. “En una carta a su mujer le confiesa que no es tan robusto como el Nimrod, el barco que usó en su expedición de 1907-1909″. El investigador agrega que John King Davis, uno de los más experimentados capitanes y que declinó ir con Shackleton (el Endurace lo mandó Frank Worsley) le expresó al explorador sus dudas acerca del barco. Le parecía que los modernos motores, cómodos camarotes y estupendos laboratorios no compensaban la debilidad estructural si tropezaba con el peor hielo, a diferencia de viejos y robustos balleneros reconvertidos como el Scotia, el Aurora o el Nimrod.
Tuhkuri compara también el Endurance, desfavorablemente, con el Belgica, de Adrien de Gerlache —que encargó el Polaris—, el Discovery de Scott, el Gauss y el Fram. Los dos últimos podían soportar, calcula, dos veces más fuerza de presión del hielo que el Endurance. Este tampoco podía replegar el timón y las hélices como otros navíos polares, y cualquier apéndice es un peligro cuando se queda atrapado en el hielo.
“Puede que el Endurance fuera fuerte y heroico en el sentido poético”, sintetiza el investigador en lo que suena como un gélido epitafio; “desgraciadamente, en sentido ingenieril no lo era”.
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