El ‘Endurance’ vale, pero ¿qué ha sido de los otros grandes barcos de la historia de la exploración?
La localización del navío de Shackleton culmina una racha extraordinaria de hallazgos de embarcaciones legendarias
Las imágenes del Endurance, el barco de la fallida Expedición Imperial Transantártica de Ernest Shackleton localizado en el fondo del mar de Weddell a más de 3.000 metros de profundidad, han dado la vuelta al mundo y han conmovido hasta las lágrimas a los amantes de la historia de la exploración polar y de las grandes aventuras en general. Ahí está de nuevo ante los ojos humanos, prístino, el legendario navío, por primera vez desde que lo vieron hundirse Shackleton y los suyos hace más de un siglo, el 21 de noviembre de 1915, Shackleton. “¡Se va, chicos!”, gritó el líder mientras el Endurance aplastado por el hielo que lo había cercado e inmovilizado en enero se iba a pique, la proa primero y la popa levantada. La de esa popa con el nombre y una estrella de bronce (la conservaba el barco por su nombre original cuando lo adquirió Shackleton, Polaris) es una de las imágenes icónicas que nos sorprende y emociona ahora. Recuperado ya el Endurance (visualmente, pues no hay ningún plan de sacarlo y de hecho el pecio está protegido como sitio y monumento histórico), cabe recordar qué ha sido de algunos de los otros grandes barcos de la historia de la exploración.
Precisamente llevamos una racha extraordinaria de localizar navíos legendarios de la denominada edad heroica de la exploración. Los dos más buscados, verdaderos griales árticos, el Erebus y el Terror, de la expedición de Franklin de 1845 en busca del paso del noroeste (de la que no se salvó ni uno de sus 129 integrantes), fueron hallados bajo el agua en 2014 y 2016, respectivamente, a 50 kilómetros uno del otro, en el norte de Canadá; el Terror, casualmente, en la bahía a la que se le puso su nombre durante la infructuosa búsqueda obsesiva y masiva en el siglo XIX. Primero apareció el Erebus, barco insignia de Franklin y en el que este viajaba. La cubierta del barco estaba a apenas tres metros de la superficie y se pudieron sacar bastantes objetos, entre ellos la campana de bronce del navío, que volvió a sonar como para congregar en las soledades árticas los espíritus de aquellos hombres valerosos y desgraciados. Se halló también el mango y la guarda de una espada que pudo pertenecer al propio Franklin. El Terror estaba a más profundidad, a unos 25 metros, y se envió un vehículo operado por control remoto (ROV) para reconocerlo. La cámara mostró también la campana, un cañón, la cabina del segundo de Franklin, Francis Crozier. Como el Endurance, los dos barcos están como los dejaron las tripulaciones, que también los abandonaron para buscar, en este caso inútilmente, la salvación. En los dos barcos de Franklin, a desmano en sus frías y remotas tumbas acuáticas en el Ártico, los investigadores tratan todavía de encontrar alguna clave que pueda explicar cómo se produjo el desastre de la expedición. Los misterios que rodean a los barcos de Franklin no existen en el caso del Endurance.
Y apenas unas semanas antes de la noticia del hallazgo del Endurance, el Gobierno australiano había anunciado, el 3 de febrero, el hallazgo bajo el agua del Endeavour, el barco del primer viaje (1768-1771) del capitán James Cook. A diferencia del Endurance y de los barcos de Franklin, el Endeavour hundido (pecio RI 2394) estaba muy lejos del lugar donde se forjó su leyenda, en su caso los mares del Sur y la costa australiana. Para el navío de Cook, a diferencia del de Shackleton, no hubo un épico final en el cristal del hielo, entre los hurras de despedida de su acongojada y fría tripulación y los lamentos de los pingüinos. Fue echado a pique por los británicos sin ninguna consideración años después de su uso exploratorio, cuando era un transporte de tropas, con otros barcos viejos para formar una barrera defensiva contra la invasión de la flota francesa en el puerto de Newport en Rhode Island durante la guerra de Independencia de EE UU.
El otro barco famoso de Cook, el HMS Resolution, que capitaneó en su segundo y tercer viajes, y del que desembarcó en la bahía de Kealakekua (Hawai) para morir a manos de los nativos ―y ser parcialmente comido en una irónica pirueta de su apellido― el 14 de febrero de 1779, tiene una historia final bastante curiosa digna de una novela de Patrick O’Brian. Convertido en transporte armado de la flota británica, fue capturado por los franceses a resultas de la batalla de Negapatam, en la costa de la India, y según algunas fuentes desapareció en el estrecho de la Sonda cuando se dirigía a Manila. Otras fuentes afirman que volvió a manos inglesas, que sirvió de carbonero en Río de Janeiro, que se convirtió en ballenero bajo el nombre de La liberté y que acabó hundido desapasionadamente también en Newport, no lejos del Endeavour.
Shackleton no llevaba sólo el Endurance en su expedición Trasantártica. Mientras este barco llegaba al continente por el norte desde el mar de Weddell, otro, el yate a vapor Aurora, debía atracar en el mar de Ross, en la costa opuesta, y desde allí disponer depósitos en tierra para que los exploradores los utilizaran tras pasar el Polo Sur para acabar de cruzar la Antártida. El plan no funcionó porque el Endurance quedó atrapado en el hielo y no se pudo desembarcar en el continente (los expedicionarios escaparon en dirección contraria), pero el denominado Equipo de Ross sí cumplió su misión, a costa de perder tres hombres, con lo que queda matizado lo de que Shackleton mantuvo vivos a todos los miembros de su expedición. Los que salvó fueron sólo los 28 bajo su mando directo, los del Endurance. El Aurora, bergantín goleta de tres mástiles y 50 metros construido en Escocia para cazar ballenas y focas, había sido utilizado ya como barco polar de la expedición australiana de 1910 de Douglas Mawson. En la expedición de Shackleton, quedó a la deriva dejando al equipo de tierra abandonado y llegó a Nueva Zelanda, de donde partió para volver a rescatar a los supervivientes. Después, Shackleton lo vendió y fue usado como carguero de carbón entre Australia y Sudamérica. Se perdió en 1917 en el Pacífico, a resultas de una tormenta o del encuentro con un barco enemigo, posiblemente ―si creemos en los finales románticos― un corsario alemán.
De los barcos usados por el capitán Scott en su carrera de explorador, el más famoso es el Terra Nova, antiguo ballenero reconvertido en navío polar y que el trágico héroe británico usó en su última expedición de 1910-1913. El Terra Nova, “a wonderfully fine ice ship”, al parecer de Scott, regresó de la Antártida y fue empleado en la caza de focas, de las que se calcula que transportó más de 800.000 pieles. Después de hacer de carbonero, en 1942 se lo utilizó para llevar suministros a Groenlandia y el 12 de septiembre de 1943 lanzó un SOS advirtiendo de que se estaba hundiendo tras chocar por lo visto con un iceberg en plan Titanic. Los guardacostas estadounidenses que acudieron rescataron a la tripulación y luego remataron el navío, insalvable, a cañonazos. En 1913 se le había retirado el mascarón de proa, actualmente en el Museo Nacional de Gales, y la campana, depositada en el Instituto de Investigación Polar Scott de Cambridge, donde marca con su sonido las guardias cada día como si siguiera a bordo. Es muy emocionante escuchar las campanadas y dan ganas de ajustar la hora del reloj con ellas, como hacía Jack Aubrey. El pecio del Terra Nova fue localizado en julio de 2012 por el RV Falkar, el barco insignia del Instituto Oceánico Schmidt.
Otro barco polar célebre es el Nimrod usado por Shackleton en su precedente Expedición Antártica Imperial Británica de 1907-1909, también conocida con el nombre del navío y que le granjeó su primera fama al explorador. Era un barco noruego bastante vetusto que aún olía a aceite de foca cuando lo adquirió Shackleton, pero al que le cogió cariño. Diez años después de su regreso de la Antártida, el Nimrod, vendido por el explorador, quedó destrozado en el Mar del Norte tras encallar en Barber Sands en la costa de Norfolk. Sólo dos de sus 12 tripulantes se salvaron.
La carrera de Scott está muy vinculada también al Discovery, el primer barco británico construido especialmente para la exploración polar, y que utilizó en su expedición ―uno de cuyos miembros era Shackleton― para alcanzar el Polo Sur en 1901 (no lo logró: un verdadero Capitán Fracasse, Scott). De 52 metros y 485 toneladas, en el viaje el barco quedó atrapado por los hielos y hubieron de rescatarlo entre el Morning (un barco de suministros) y el Terra Nova. El Discovery fue comprado en 1905 por la compañía de la Bahía de Hudson, que no quiso revenderlo a la marina británica para la expedición de 1910. De 1915 a 1920 hizo el comercio entre Arcángel y el Mar Negro. Fue alquilado por el Gobierno del Reino Unido para el rescate de los hombres de Shackleton en Isla Elefante, pero cuando zarpó ya habían sido salvados. En 1923 hizo investigación científica en la Antártida y sirvió en 1929 a la expedición anglo-australiano-neozelandesa de Mawson, para luego convertirse en barco fijo de enseñanza de los Boy Scouts en Londres. Desde 1986 puede visitarse amarrado junto al moderno Museo de Dundee (Escocia), sucursal del Victoria & Albert Museum. La suerte del Discovery matiza la tan ingeniosa como malintencionada e injusta aseveración ―expresada por mí mismo, perdón desde aquí a los marinos británicos― de que los barcos del Reino Unido hay que buscarlos hundidos bajo las aguas, mientras que los de los victoriosos noruegos los puedes visitar seco.
Precisamente, al que sin duda es el barco de exploración más famoso y exitoso, el noruego Fram, de los grandes Nansen y Amundsen, no hay que buscarlo mucho, pues se encuentra en su propio museo en Oslo, en la península de los museos (Bigdoy), donde comparte zona con otras embarcaciones tan célebres como los barcos vikingos de Oseberg, Gokstad y la Kon Tiki (en sus museos respectivos). El Fram (que significa “adelante”, nombre bastante más animoso que Endurance, “resistencia”, fue construido a petición de Nansen para navegar en el Ártico y conquistar el Polo Norte, pero acabó siendo el barco desde el que Amundsen llegó el primero al Polo Sur. Es muy emocionante visitarlo (si no te das con la cabeza en los baos), algo que desde luego va a ser difícil hacer con el Endurance, si no eres una medusa.
Hay otros barcos de exploración famosos, el Bélgica que llevó a la expedición belga de 1897-98 a la Antártida y que, convertido en depósito de municiones por los británicos, fue hundido en 1940 en un ataque de la aviación alemana (su pecio se descubrió en 1990). O el Astrolabe del explorador conde de Lapérouse, que en 1785 realizó un gran viaje científico alrededor del mundo junto al Boussole y ambos se desvanecieron misteriosamente. Su suerte llegó a ser un asunto tan popular como el de la expedición Franklin años después, y se dice que a punto de ser guillotinado, Luis XVI preguntó “¿Se sabe algo de Lapérouse?” que, la verdad en esas circunstancias parece un poco obsesivo. El misterio se resolvió en 1827 cuando se hallaron restos de los dos barcos en Vanikoro, en las islas Solomon. Nativos de la isla explicaron que los navíos habían naufragado en una tormenta y al parecer unos supervivientes fueron masacrados por los locales mientras que otros habrían conseguido construir una balsa y escapar de la isla pero sólo para desaparecer en la vastedad del Pacífico. Objetos recuperados de los dos barcos se exhiben en el museo marítimo de Nueva Caledonia, por si alguien se anima a ir a verlos. El Astrolabe tiene el indudable privilegio de aparecer en 20.000 leguas de viaje submarino de Julio Verne.
Un barco importante en la historia de la exploración y de muchas más cosas por supuesto, es el Beagle, bergantín de la armada británica adaptado como bricbarca para expediciones geográficas, en el que embarcó Charles Darwin en un viaje (1831-1836) en el que encontró inspiración decisiva para sus teorías evolutivas. El Beagle fue convertido en guardacostas en 1845 y combatió el contrabando en la costa de Essex. En 1870 fue vendido para desguace. En 2020 se enunció que se había localizado el viejo muelle de desguace enterrado en el cieno cerca de Paglesham, Essex, y se cree que parte del barco (lo que no se aprovechó) podría seguir ahí.
Como coda habría que mencionar que aunque no podamos contemplar en directo el Endurance, sí que podemos ver una embarcación estrechamente relacionada con el barco y la aventura de Shackleton. El bote James Caird, que iba embarcado en el Endurance y en el que el explorador y otros compañeros viajaron audaz y decisivamente desde isla Elefante para buscar ayuda, se ha conservado y se exhibe en el colegio Dulwich de Londres, del que era alumno el explorador. No dejan subirse.
Babelia
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