Los pueblos celtas organizaban su sociedad en torno a las mujeres
El análisis de ADN de hace 2.000 años recuperado de cementerios demuestra el poder de las mujeres en las tribus de la actual Inglaterra
A los romanos, empezando por Julio César o el emperador Vespasiano, les sorprendió la preeminencia de las mujeres de Britania. Durante sus guerras de conquista (la gran invasión se produjo en el 43 de esta era), tuvieron que pelear con personajes como Cartimandua, última reina de los brigantes, o sufrir varias derrotas a manos de Boudica, caudilla de los icenos, que casi logra devolver al mar a las legiones romanas. El propio César escribió en sus Comentarios sobre la guerra de las Galias su sorpresa porque las mujeres de la isla pudieran tener varios maridos. Ahora, la revista Nature publica una investigación basada en ADN de hace 2.000 años recuperado de cementerios celtas. De su estudio se deduce que los militares e historiadores de Roma no exageraban: las tribus de la actual Inglaterra se organizaban en torno a las mujeres.
A pocos kilómetros de Winterborne Kingston, un pueblecito de apenas 600 habitantes en el condado de Dorset (suroeste de Inglaterra), se viene excavando desde 2009 un yacimiento anterior a la llegada de los romanos a Britania. Los arqueólogos mantienen que allí se asentaron los durotriges, una de las tribus celtas durante unos 1.500 años y hasta el siglo VI de esta era. Lo más destacado es la existencia de decenas de enterramientos en un tiempo, finales de la Edad del Hierro, en el que las prácticas dominantes era la cremación o la exposición de los muertos a las condiciones ambientales (ver fotografía más abajo). De una cincuentena de restos humanos enterrados entre los 100 años anteriores a Cristo y los 100 siguientes, un grupo de genetistas ha podido recuperar y secuenciar su genoma. Esto les ha permitido reconstruir el árbol familiar de aquella comunidad, encontrando dos grandes hechos: las mujeres estaban emparentadas, los hombres no.
La profesora de genética del Trinity College de Dublín (Irlanda) y primera autora de la investigación, Lara Cassidy, lo cuenta en una nota: “Reconstruimos un árbol genealógico con muchas ramas diferentes y descubrimos que la mayoría de los miembros remontaban su linaje materno a una sola mujer, que habría vivido siglos antes. En contraste, las relaciones a través de la línea paterna eran casi inexistentes”. Para los antropólogos y etnólogos, una comunidad con esa estructura se define como matrilocal: en las parejas que se forman, la mujer pertenece al grupo, al clan familiar, mientras que el hombre procede de fuera. “Esto nos indica que los maridos se trasladaban a las comunidades de sus esposas al casarse, y que la tierra podía transmitirse a través de la línea femenina”, añade la investigadora. En las comunidades tradicionales, la práctica matrimonial dominante era la patrilocal, siendo las mujeres las que proceden de grupos externos. “Es la primera vez que se documenta este tipo de sistema en la prehistoria europea y predice el empoderamiento social y político de las mujeres”, termina Cassidy.
El director de las excavaciones, el arqueólogo de la Universidad de Bournemouth, Miles Russell, recuerda que los durotriges eran esencialmente agricultores. “Parece que tenían grandes manadas de cerdos, vacas y caballos y producían una gran cantidad de cereales, además de fabricar su propia cerámica y trabajar el hierro y el bronce”. Sobre la matrilocalidad y su impacto en la organización social, Russell añade que “las mujeres parece que poseían la tierra y tenían autonomía, mientras que los hombres solían estar fuera [quizá guerreando] y no eran dueños del territorio”. Para el arqueólogo, todo indica que “el poder parece transmitirse por línea de descendencia femenina”.
¿Era algo especial de esta tribu o una realidad entre las demás comunidades britanas de entonces? La anécdota apunta en este último sentido: en muchos de los enterramientos estudiados de otras partes de la isla, se han encontrado enterramientos de mujeres acompañadas de un rico ajuar que indicaría su estatus especial. Pero querían pruebas más contundentes, como las que ofrece la genética. La recuperación del ADN antiguo, impensable no hace mucho, está poniendo patas arriba buena parte de lo que se sabe del pasado. El ADN mitocondrial es una parte del genoma que no se encuentra en el núcleo del óvulo fecundado, donde se fusionan el material genético materno y paterno, sino en su exterior, en las mitocondrias, Así que solo se transmite el materno. De manera similar, el cromosoma Y, que se encuentra en los individuos masculinos, se transmite solo de padre a hijo.
En Durópolis, la matrilocalidad la demuestran con la bajísima diversidad del ADN mitocondrial, que indica el parentesco entre las mujeres, y la elevada variabilidad del cromosoma Y, confirmando la ausencia de lazos entre los hombres. Los autores de esta investigación reunieron entonces la información relativa a ADN mitocondrial y cromosoma Y disponible de otros 156 yacimientos de toda Europa desde finales del Neolítico y hasta la época romana. Aunque la calidad y cantidad de las muestras no es comparable a la suya, las seis comunidades con menor variabilidad genética materna y mayor paterna resultaron ser todas de finales de la Edad del Hierro y también en Britania.
El profesor de Genética de Poblaciones del Trinity College, Dan Bradley, y autor sénior del estudio, mantiene en una nota: “En toda Gran Bretaña hemos visto cementerios en los que la mayoría de los individuos descendían por vía materna de un pequeño grupo de antepasadas femeninas. En Yorkshire, por ejemplo, antes del año 400 a. C. se había establecido una línea materna dominante. Para nuestra sorpresa, se trataba de un fenómeno muy extendido con profundas raíces en la isla”.
En declaraciones a SMC España, la investigadora en el IPHES-CERCA y profesora asociada en la Universitat Rovira i Virgili, Marina Lozano, destaca el papel que está teniendo el ADN antiguo sobre aspectos desconocidos desde aproximaciones más clásicas, como la arqueología. “En concreto, conocer las relaciones de parentesco entre las personas inhumadas en necrópolis antiguas nos permite determinar aspectos de su organización y jerarquización social que de otro modo son difícil de averiguar con certeza”, dice. Para Lozano, estudios como este son interesantes, porque sacan a la luz roles de género donde los individuos femeninos tienen un estatus que tradicionalmente se ha otorgado a los hombres. “Así se visibiliza que las estructuras sociales del pasado eran mucho más diversas de lo estipulado hasta el momento”, mantiene.
Una de las mayores expertas en la historia de Britania en la época romana es la profesora de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), Lindsay Allason-Jones. Autora de varios libros sobre aquel tiempo, considera fascinantes tanto el método como los resultados obtenidos. Pero, no relacionada con la investigación, la historiadora rechaza en un correo generalizar lo que han descubierto: “Yo me mostraría algo cauta a la hora de suponer que sus resultados indican que toda Gran Bretaña en la Edad del Hierro estaba dominada por mujeres”. El análisis de ADN solo se puede intentar cuando hay suficientes huesos humanos no contaminados para analizar. “En Gran Bretaña se han excavado muy pocos enterramientos de la Edad del Hierro; esto puede deberse a que se observaba un ritual diferente para la eliminación de los muertos o a que gran parte del país tiene suelos muy ácidos y, por lo tanto, los huesos no sobreviven”, recuerda.
Allason-Jones mantiene que si la matrilocalidad hubiera estado más extendida los escritores romanos la habrían mencionado más, ya que habrían visto esto como un comportamiento extraño: “El Estado romano nunca se sintió cómodo tratando con líderes femeninas o mujeres que tuvieran los mismos derechos que los hombres, ya que su sistema legal consideraba que las mujeres requerían guardianes masculinos durante toda su vida; mientras, entre los celtas, se esperaba una mayor igualdad entre hombres y mujeres”. Otra limitación que apunta la historiadora tiene que ver con el posible sesgo introducido por los propios romanos en los enterramientos: “Es probable que las diversas invasiones romanas hayan diezmado la población masculina a finales del siglo I a. C. y principios del siglo I d. C., lo que daría lugar a que en los cementerios hubiera más mujeres que hombres, lo que rendiría pruebas de una consanguinidad más estrecha”.
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