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Las microalgas prometen alimentos y piensos saludables en cualquier tipo de clima

El suministro mundial de alimentos ha de hacer frente a múltiples amenazas. Las microalgas, un organismo tan pequeño que es imperceptible para el ojo humano, podrían ofrecer algunas respuestas

Microalgae
El polvo de chlorella o espirulin ofrece importantes beneficios para la salud.Madeleine Steinbach (Getty Images/iStockphoto)

Alimentar a una población mundial en constante crecimiento —y que en 2050 alcanzará los 9.800 millones de personas según las previsiones de Naciones Unidas— y la necesidad de conservar los recursos naturales para las generaciones venideras puede parecer incompatible a primera vista. No obstante, existe una solución que, aunque no se vislumbre aún, es perfectamente posible. Varios equipos europeos están investigando las microalgas, también llamadas fitoplancton, un subtipo de algas formadas por microorganismos fotosintéticos unicelulares.

La mayoría de la gente conoce el alga más grande, la laminaria o alga marina, que puede medir hasta tres metros de largo y que, de determinadas formas, son un conocido manjar. El subgrupo de las microalgas, que se encuentra tanto en agua dulce como salada, ha adquirido relevancia en las investigaciones a causa de sus extraordinarias propiedades.

Estos organismos microscópicos pueden usarse en la fabricación de piensos, sobre todo para la acuicultura, y en la preparación de diversos alimentos, tales como pasta, salchichas veganas, barras energéticas, productos de panadería y cremas vegetales.

La mayoría de los centros de cultivo de microalgas con fines comerciales se centran en la producción de biomasa seca, como el polvo de chlorella o espirulina, que usados como alimento ofrecen importantes beneficios para la salud. Algunas cepas de microalgas no solo contienen hasta un 65% o 70 % de proteínas, sino que también son una fuente sostenible de ácidos grasos omega 3, una sustancia que se suele obtener principalmente del pescado y el aceite de pescado.

Otros de sus componentes bioactivos, las vitaminas B12, K o D, les otorgan importantes propiedades saludables que pueden contribuir a reducir el riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Algas del desierto

“Las microalgas se pueden cultivar en lugares muy dispares, en condiciones climáticas muy distintas”, apunta Massimo Castellari, participante del proyecto ProFuture, financiado por Horizon, que investiga cómo aumentar la producción de microalgas. “Pueden crecer tanto en Islandia como en climas desérticos”.

Las tecnologías para el cultivo intensivo de microalgas empezaron a desarrollarse en la década de 1950. A día de hoy, las microalgas se cultivan en fotobiorreactores abiertos o cerrados que permiten controlar la producción de biomasa. El sistema cerrado, aunque más costoso de construir, ofrece un mayor control sobre los parámetros experimentales y un menor riesgo de contaminación.

Las microalgas no son simplemente un suplemento que se ha puesto de moda. Por ejemplo, en Chad, un país sin litoral y de rentas bajas, el consumo de espirulina cosechada en el lago Chad ha mejorado significativamente el estado nutricional de la población, dado que la espirulina es una fuente excelente de proteínas y micronutrientes.

“En Europa la producción se encuentra en una etapa preliminar de su desarrollo. Hay miles de especies de microalgas, pero solo siete están permitidas para su uso en la alimentación o los piensos”
Massimo Castellari, del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de Barcelona

Además de su valor nutricional, las microalgas son beneficiosas para el medio ambiente, porque capturan dióxido de carbono, así como para la economía, porque permiten un uso más eficiente de las zonas de cultivo y porque, haciendo uso de terrenos no cultivables, amplían las posibilidades de producción de biomasa.

La producción de microalgas se encuentra aún en una frase muy temprana, con un total de toneladas cultivadas en 2019 inferior a 57.000, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). A efectos comparativos, la producción de los principales cultivos en 2019 fue de 9.400 millones de toneladas.

Inflación de los alimentos

La guerra de Rusia contra Ucrania ha puesto el foco en lo frágil que puede llegar a ser el suministro mundial de alimentos. Los bloqueos a las exportaciones de grano procedentes de Ucrania y el aumento del precio de la energía han contribuido a llevar la inflación en el precio de los alimentos a niveles récord a escala mundial, lo que ha sumido a los países en desarrollo en unas circunstancias desproporcionadamente difíciles. En mayo de este año, el precio de los alimentos subió un 42 % con respecto al periodo 2014-2016, según la ONU.

El año pasado, el hambre afectó a 828 millones de personas, lo que supone un incremento de unos 46 millones frente a 2020 y, lo que resulta más alarmante, de 150 millones desde el inicio de la pandemia de la covid 19. La FAO prevé que unos 670 millones de personas seguirán pasando hambre al final de esta década.

Aunque los beneficios de cultivar microalgas orgánicas para producir alimentos y piensos sean cuantiosos, el crecimiento del mercado requerirá que se superen determinados obstáculos, como, por ejemplo, la falta de una producción automatizada, tal y como afirma Massimo Castellari, del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de Barcelona.

“La automatización no está totalmente implementada”, indica. “Hay muchos pequeños productores en Europa y muchos pasos aún requieren trabajo manual. El proceso todavía tiene que optimizarse”.

Biomasa procesada

Los desafíos van mucho más allá del cultivo. Antes de obtener un polvo de microalgas utilizable, la biomasa debe procesarse, limpiarse y secarse. El paso siguiente es aumentar la producción para reducir los costes. Por otro lado, también existen obstáculos regulatorios. Solo unas pocas especies de microalgas están autorizadas a día de hoy en la Unión Europea.

“En Europa la producción se encuentra en una etapa preliminar de su desarrollo”, señala Castellari. “Hay miles de especies de microalgas, pero solo siete están permitidas para su uso en la alimentación o los piensos”. Con el fin de explorar qué posibilidades existen de usar otras especies, Castellari y su equipo están investigando también esos otros tipos de microalgas.

Debido a todas las dificultades mencionadas, el abanico de productos que hoy contienen microalgas es limitado. No obstante, si estos obstáculos pueden superarse, las perspectivas generales para el sector de las microalgas serán prometedoras. No solo son una fuente de alimentación y de fabricación de piensos, sino que pueden usarse en biocombustibles, cosmética, fertilizantes y complementos alimenticios.

La astaxantina, un pigmento rojo que se extrae de las algas, se utiliza con fines notables. Es un poderoso antioxidante que se encuentra en los alimentos que proceden del mar y se suele utilizar para dar color a las gambas. También se vende como complemento alimenticio, en forma de píldoras.

Se cree que la astaxantina puede influir de manera positiva en la función cerebral, el rendimiento deportivo y el envejecimiento de la piel, entre otras cosas. Matteo Ballottari, profesor asociado de Biotecnología en la Universidad de Verona, en Italia, ayudó a lanzar el proyecto AstaOmega, financiado por Horizon, un programa del Consejo Europeo de Investigación que tiene como objetivo producir simultáneamente astaxantina y ácidos grasos omega 3 en microalgas destinadas a la acuicultura y el consumo humano.

Calidad y cantidad

La mayoría de los suplementos de omega 3 proceden de aceites de pescado, lo que plantea algunas dudas en materia de sostenibilidad, dado el daño que la sobrepesca ocasiona a los ecosistemas marinos.

“Se demandan más alimentos de alta calidad y hay más voluntad de incorporar alimentos ricos en omega 3 en la dieta”, manifiesta Ballottari. Responder a esta tendencia y seguir alimentando a una población que no deja de crecer es un “desafío ingente”, apunta.

Entre tanto, en el frente de la astaxantina, el personal investigador de AstaOmega ha hecho algunos avances. Han obtenido una nueva cepa que produce astaxantina por sí misma, sin necesidad de recibir estímulos «estresantes». Esto significa que el equipo investigador no tiene que cambiar los parámetros de producción, como la intensidad de la luz, la temperatura o la concentración de nitratos. Además, extraer la sustancia se ha vuelto una tarea más sencilla, con la consiguiente reducción de costes que eso conlleva.

La comunidad científica está de acuerdo en que las microalgas tienen el potencial de mejorar la forma en la que nos alimentamos. “Las microalgas nos pueden ayudar a aumentar la producción de proteínas en Europa para reducir nuestra dependencia de otros países”, explicó Castellari, del proyecto ProFuture.

La investigación a la que hace referencia este artículo ha sido financiada por la UE y se publicó originalmente en Horizon, la Revista de Investigación e Innovación de la Unión Europea.

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