El hombre que dibujó bien España por primera vez
El geógrafo Francisco Coello, nacido hace 200 años, elaboró el primer mapa científico del país e impulsó la colonización española de África
La adolescencia en el siglo XIX era salvaje. Francisco Coello nació un día de la primavera de 1822 en Jaén y a los 11 años ya era cadete en el Regimiento de Infantería del Rey. A los 13 era subteniente. Con apenas 17, combatía en primera línea de fuego en la guerra civil de los liberales contra los carlistas. Y, a los 19 años, aquel joven que ya era un militar veterano recibió un encargo titánico: elaborar el Atlas de España y sus posesiones de Ultramar. Su equipo, formado por más de medio centenar de personas, recorrió el país a caballo durante más de tres décadas, haciendo observaciones astronómicas y empleando la trigonometría para medir con precisión las distancias. El suyo fue el primer mapa científico de España.
Coello es hoy un personaje totalmente olvidado. Doscientos años después de su nacimiento, una exposición itinerante rescata ahora el resultado de su trabajo: meticulosos bocetos, planos de las principales ciudades españolas y mapas provinciales a escala 1:200.000, trufados de estadísticas hoy muy llamativas. En el año 1860, según apunta el Atlas de Coello, se registraron 1.220 homicidios en España, un país que entonces tenía una población de 15 millones de personas. La cifra es chocante, porque en la actualidad hay menos de 300 homicidios al año. La población española se ha triplicado, pero los crímenes mortales se han reducido a la cuarta parte. La exposición se puede visitar hasta el 14 de octubre en la sede del Instituto Geográfico Nacional, en Madrid.
A mediados del siglo XIX, en plena explosión de la minería y los ferrocarriles, España se enfrentaba a “un vacío cartográfico”, en palabras del historiador Fernando Olmedo, comisario de la exposición. Los españoles dependían de los anticuados mapas realizados más de medio siglo antes por el geógrafo real Tomás López, que recopilaba información ajena de aquí y de allá, sin confirmarla en el terreno y acumulando errores. Un político progresista, Pascual Madoz, inició en la década de 1840 una obra monumental, con datos instructivos de todas las poblaciones del país: el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Ante la falta de mapas precisos para ilustrar su trabajo, Madoz se los encargó al joven Coello.
La geografía era entonces, más que nunca, un arma de guerra. Coello acompañó al ejército francés en Argelia y Túnez en 1844 y tomó nota de sus mapas. A su vuelta, el geógrafo español instauró un sistema de signos que incluía ideas hoy mayoritarias, como la representación de los pueblos y ciudades con círculos de diferentes tamaños según su categoría. La exposición incluye espectaculares borradores manuscritos, que muestran la extremada minuciosidad de Coello y su equipo. Un grupo de grabadores españoles y franceses transformaba aquellos bocetos en mapas comerciales, que se vendían por millares. La primera lámina del Atlas, consagrada a la provincia de Madrid, se publicó en 1847. El último mapa, el de Albacete, se terminó en 1876, pero no llegó a ponerse en venta. Tras un trabajo colosal de más de tres décadas, el Atlas quedó incompleto. El mapa de la provincia de Jaén, cuna de Coello, ni siquiera se comenzó.
Los planos urbanos son sorprendentes, según destaca Olmedo, del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. El equipo de Coello inmortalizó las ciudades justo antes de las grandes transformaciones de finales del siglo XIX, antes de la revolución industrial y de la explosión demográfica que obligó a construir nuevos barrios sin parar. El plano de Madrid, de 1848, muestra una población minúscula, en la que solo había un enorme olivar donde hoy se levanta la estación de tren de Atocha.
La exposición pasa de puntillas por otra faceta de Coello, la de impulsor de la colonización española de África. A comienzos del siglo XIX, las sucesivas guerras de independencia hispanoamericanas habían dejado a España sin apenas territorio en América. El país miró entonces a África, donde los ejércitos franceses ya se expandían. Todavía fresco el recuerdo de la guerra contra las tropas invasoras napoleónicas (1808-1814), el temor de la época era que España quedase atrapada entre dos francias: una al norte de los Pirineos y otra al sur del estrecho de Gibraltar. Coello propuso establecer un protectorado español en Marruecos y enviar expediciones pacíficas que colonizaran África central.
El geógrafo militar, con 54 años, fundó la Sociedad Geográfica de Madrid, una entidad que organizó expediciones de ocupación, como las enviadas en 1884 a Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental. Coello quería conquistar Marruecos, “pero no con las armas, no para convertir a sus habitantes en siervos o vasallos descontentos, sino por medio de la civilización, para hacer de ellos ciudadanos dignos de una nación grande”, en sus propias palabras. El geógrafo proponía misiones de ingenieros y profesores para construir carreteras e instruir a la población “en las artes y en las ciencias”, según documentó el geógrafo José Antonio Rodríguez en su libro Geografía y colonialismo. La Sociedad Geográfica de Madrid (UAM, 1996).
Coello imaginaba a los colonos españoles trabajando codo con codo con los marroquíes, para extraer la riqueza de sus campos y sus minas. “Esta es la conquista que debemos llevar a cabo, este es el papel que, a mi juicio, debe representar España en aquel país. Con eso, en vez de conservar un pueblo hostil, a quien tengamos que temer o combatir, contaremos allí con un pueblo de hermanos que seguirá unido con nosotros en lo futuro como lo ha estado en varios periodos de la historia”, expuso Coello en 1884 en una reunión de la recién creada Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas, también impulsada por él mismo.
La exposición recalca que el Atlas de Coello fue el primer mapa de España “con carácter científico”. A partir de 1870, el recién creado Instituto Geográfico, dirigido por el general Carlos Ibáñez, se encargó de realizar un mapa topográfico nacional, mucho más detallado y con una escala 1:50.000. Coello falleció en 1898, precisamente el año en el que España perdió sus últimas colonias. A partir de entonces, el recuerdo del hercúleo trabajo de Coello se esfumó, pese a que su prestigio en vida era tal que, en 1891, fue nombrado presidente de la Comisión para el Mapa Internacional del Mundo en un congreso geográfico en Suiza.
El ingeniero topógrafo José Martín López publicó en 1999 la biografía Francisco Coello, su vida y obra, editada por el Ministerio de Fomento, en la que denunciaba que fue “oficial y sistemáticamente ignorado”, incluso “con mala fe”. Martín López cree que el Atlas de Coello —una iniciativa privada con un cierto apoyo estatal— fue enterrado en el olvido a comienzos del siglo XX por el propio Instituto Geográfico Nacional, que prefirió promocionar sus propios mapas. Martín López, un nonagenario profesor jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid, se rebela contra la amnesia: “El Atlas de Coello fue el primero científico y total. Su obra fue definitiva”. Los españoles lo han olvidado, pero Coello fue la primera persona que dibujó bien España.
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