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¿Homofobia o revisionismo? Un documental reabre la polémica sobre el nombre del telescopio ‘James Webb’

Numerosos astrónomos mantienen sus críticas a la NASA por la opacidad con la que se bautizó el aparato, en homenaje a un antiguo administrador durante la época de la purga a homosexuales

Telescopio Espacial James Webb
James E. Webb comparece ante el Senado de EE UU durante el programa Apolo.Bettmann (Bettmann Archive)

Justo unos días antes de que el mundo quedara asombrado y boquiabierto con las primeras imágenes del Telescopio Espacial James Webb (JWST por sus siglas en inglés), un grupo de tres personas compartía en YouTube un vídeo de 40 minutos titulado Detrás del nombre: el Telescopio Espacial James Webb. Este nuevo documental resucita la polémica: parte del mundo astronómico reclama el cambio de nombre del telescopio espacial más emblemático de nuestros días por el papel que pudo desempeñar James Webb, el hombre que da nombre al aparato, en la purga de personal homosexual dentro de la NASA.

En el documental, las astrónomas Erika Nesvold y Lucianne Walkowicz y la productora de vídeo Katrina Jackson cuentan la historia de cómo la NASA decidió dar el nombre a su telescopio espacial más puntero, del por qué un grupo de astrónomos pertenecientes al colectivo LGBTIQ+ lleva tiempo pidiendo cambiar ese nombre, y de cómo la NASA se ha negado tozudamente a tomar en serio esta petición.

La noche en la que el presidente Joe Biden iba a presentar con gran expectación la primera imagen del telescopio, su retraso de más de una hora tuvo un resultado inesperado. La espera se tradujo en que muchas voces de las ciencias espaciales aprovecharon para reclamar el cambio de nombre (y sugerir otros nuevos) y para darle difusión al documental en redes sociales. El nombre de James Webb, descubrieron muchos en ese momento, estaba en entredicho.

James Webb fue un administrador de la NASA entre 1961 y 1968, cuando, en plena Guerra Fría, EE UU buscaba ganar la carrera espacial a la Unión Soviética. Una carrera que culminó con la llegada a la Luna en el verano de 1969 de tres astronautas con su flamante bandera a barras y estrellas.

Terror Lila

El problema es que, según cuatro miembros de la comunidad astronómica estadounidense, Chanda Prescod-Weinstein, Sarah Tuttle, Brian Nord y la propia Lucianne Walkowicz, Webb fue “en parte responsable de la puesta en marcha de la que era entonces una política federal: la purga de las personas LGBT de las plantillas”, como escribieron en una carta abierta en la revista Scientific American. Se trata del llamado Terror Lila (Lavender Scare, en inglés), una caza de brujas contra las personas sospechosas de ser homosexuales con cargos en la Administración, que Webb habría implementado cuando era administrador de la NASA y en su etapa política anterior, como número dos del Departamento de Estado.

Las activistas lanzaron una petición que recibió el apoyo de 1.800 personas de la comunidad científica, y la NASA se vio forzada a trabajar “con historiadores para examinar el papel de Webb en el Gobierno” a pocos meses del lanzamiento. Sin embargo, el 27 de septiembre, sin haber acabado las investigaciones, el administrador de la NASA, Bill Nelson, de 79 años, sentenció: “No hemos encontrado ninguna evidencia en este momento que justifique un cambio de nombre”. Acto seguido, Walkowicz, impulsora de JustSpace Alliance (organización dedicada a imaginar un futuro más inclusivo y ético para el espacio), decidió dimitir del comité asesor de astrofísica de la NASA. Como explica en el nuevo documental, para ella la posición de la NASA “fue como una bofetada en la cara”.

La NASA defiende que el nombre, que fue elegido de manera unilateral por parte de otro administrador de la NASA, Sean O’Keefe, en 2002, homenajea el legado de una persona clave para que EE UU tuviera éxito en la carrera espacial. Sin embargo, existen pruebas de que durante su etapa en el Departamento de Estado y en la NASA, diversas personas fueron despedidas por su homosexualidad. El caso más famoso es el de Clifford Norton, que luchó en los tribunales durante años contra su despido de la NASA.

Debate histórico

Como escribe uno de los investigadores contratados por la NASA en uno de los muchos emails internos que la revista Nature desveló en abril, “que Webb haya tenido una posición central durante el Terror Lila es indudable. Lo único que queda para el debate histórico es si él creía en ello o no”. Sin embargo, “probablemente, no encontraremos nunca frases escritas por Webb explicando sus motivaciones”.

Según la historiadora Audra Wolfe, Webb jugó un papel clave para integrar la ciencia en la política exterior, como explica en un email a EL PAÍS. Durante su etapa en el Departamento de Estado, “fue el representante en el comité que supervisaba las operaciones de guerra psicológica” contra la Unión Soviética. En un libro que escribió en 1969, después de dejar la agencia espacial, el ex administrador explicaba que “el logro más importante del proyecto Apolo no fue el éxito científico y tecnológico de llegar a la Luna, sino demostrar al mundo que las democracias podían llegar a completar proyectos técnicos de larga escala”. En ese mismo libro, explica Wolfe a este diario, es el propio Webb quien da argumentos a los detractores de su nombre para el telescopio espacial, ya que escribe que “los dirigentes son los que tienen la responsabilidad última de las acciones de sus agencias y tienen la obligación de responder ante la opinión pública”.

Aunque no sea muy frecuente, existen casos en los que la agencia espacial estadounidense cambió el nombre de misiones espaciales. El caso más conocido es el del observatorio espacial Swift, lanzado en 2004, que fue rebautizado en 2018 como Neil Gehrels Swift Observatory, en honor del que había sido su responsable científico. En 2020, pocos meses antes del lanzamiento del satélite para la observación oceánica Sentinel-6A/Jason, que añadió “Michael Freilich” a su nombre en honor a un geólogo que se acababa de jubilar de la propia agencia espacial como responsable de la división Ciencia de la Tierra. En el documental se recuerdan más casos, como el del observatorio a rayos X Chandra, cuyo nombre fue cambiado mediante un concurso público pocos meses antes de su lanzamiento, en 1998.

La oficina de comunicación de la NASA en un escueto email a este diario asegura “no tener más información para compartir”, que “el historiador de la NASA y un historiador contratado han completado exitosamente su investigación de otros archivos históricos anteriormente cerrados por COVID-19″ y que “están recopilando la información que la agencia compartirá”.

Una decisión opaca

“Lo que más nos fastidia como astrónomos es que la NASA nunca ha explicado muy bien como ha tomado la decisión”, dice Enrique López Rodríguez, astrónomo del Instituto Kavli de Astrofísica de las Partículas y Cosmología de la Universidad de Stanford, y uno de los firmantes de la petición. “No han sido ni transparentes, ni sinceros. Los científicos estamos acostumbrados a tomar decisiones con lógica y argumentos”, añade este canario, uno de los futuros usuarios del telescopio.

Según Erika Nesvold, “las conversaciones internas de la NASA que hemos leído no han sido amables”. “Ha habido mucho desdén y mala educación hacia los promotores. Aunque decidan no rebautizar el telescopio, podrían haberlo gestionado mucho mejor y causar menos daño a la comunidad de astrónomos y astrónomas LGBTIQ+”, explica Nesvold. Y añade: “No nos han convencido de que Webb no tenía nada a que ver con las políticas homófobas, pero sí han perpetuado la homofobia hoy”.

Como apunta Sarah Tuttle en el documental, “parecía muy sencillo y debería haberlo sido: hay informaciones de sobra en los archivos, y como comunidad deberíamos haber sido capaces de identificar nuestros valores y la manera de expresarlos. Me parece que la NASA se ha complicado las cosas a sí misma”.

Entre los posibles nombres propuestos están el de Harriet Tubman, una activista y abolicionista de la esclavitud en EE UU que usó las estrellas para liberar a otros esclavos, o “Just Wonderful Space Telescope” (telescopio espacial simplemente maravilloso en inglés) para mantener el acrónimo JWST. “Aunque yo creo que usar valores para estos nombres sería más seguro y menos controvertido”, dice Nesvolt, que subraya que en todo caso debería ser una elección “de la comunidad”.

“Personalmente, me he tomado el compromiso de no mencionar nunca el nombre del tipo ese”, apunta Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona y miembro de PRISMA, una asociación para la diversidad afectivo-sexual y de género en ciencia, tecnología e innovación. “Cuando hable o escriba sobre descubrimientos u observaciones del JWST, diré simplemente J-W-S-T o ‘el nuevo telescopio espacial”, asegura.

Las autoras del documental son pesimistas: “Soy cínica respecto al cambio de nombre”, comenta Nesvolt, “aunque espero que al menos esto cambie la manera como NASA da el nombre a las cosas en el espacio, que lo haga consultando la comunidad y no de manera arbitraria”. “Si cambiasen el nombre sería fantástico; pero me conformo con haber abierto esta discusión, y que la NASA aprenda a tomar en cuenta prospectivas diferentes”, zanja la productora Jackson.

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