La alarmante situación de los tiburones
Varios estudios muestran el declive de las poblaciones de los escualos y concluyen que las áreas protegidas marinas son insuficientes. La situación en el Mediterráneo es la más inquietante
El 40% de los tiburones tigre vive con un anzuelo enganchado a su hocico que probablemente se quedará ahí el resto de su vida, y un 20% tiene heridas que muestran claramente su interacción con los sistemas pesqueros. Es lo que cuenta un estudio reciente publicado en Fisheries Research que observó 55 ejemplares a lo largo de ocho años en la Polinesia Francesa. El espacio de pesca y el hábitat de los tiburones en peligro de extinción, según alerta la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), se solapan. Estos depredadores o bien terminan en el mercado al no poder escapar o bien viven toda la vida con un gancho en la boca o heridas. “Imagina que los que vemos son los que han resistido. Hay que pensar en todos los que probablemente hayan terminado muertos en el fondo del mar”, advierte Eric Clua, autor del estudio, investigador en el CRIOBE ( Centro de Investigaciones Insulares y Observatorio del Medio Ambiente) en Polinesia Francesa y director científico de la asociación de protección y recuperación Shark Med. “Los esfuerzos de control y protección siguen sin ser suficientes”, remata.
A escala global la situación ya es alarmante y la pesca deja una huella indeleble, como ya avisó el año pasado un estudio en la prestigiosa revista Nature. Este año, vuelven a salir datos inquietantes. Los tiburones están “funcionalmente extintos” en un 20% de los arrecifes de coral del mundo, según se publica en un estudio masivo y muy reciente de Nature. A lo largo de unas 800 horas de observación, aparecieron tan solo tres tiburones en los arrecifes de seis países: República Dominicana, Antillas Francesas, Kenia, Vietnam, Antillas Holandesas y Qatar. La recopilación de datos se hizo a partir de 15.000 estaciones de vídeo submarinas en 371 arrecifes de 58 países.
El foco de la comunidad científica está en el mar Mediterráneo, dónde se ha observado un declive de más de un 95% de tiburones desde 2008. La causa principal: la sobrepesca. Las tintoreras (o tiburones azules), por ejemplo, están en peligro de extinción en la zona y en estado de vulnerabilidad en el mundo. “La situación de estos animales es catastrófica”, dice Clua. El investigador ha creado un dispositivo de observación para saber lo que pasa más allá de la costa en el oeste del Mediterráneo y fomentar una “ciencia participativa”. A varias tablas de surf, ha enganchado una cámara submarina y comida para atraer a los tiburones. Al cabo de 1.355 horas de vídeo y a lo largo de dos años, no se han visto más de siete tiburones y la mitad tenían marcas de anzuelo alrededor de la boca.
Tiburones con anzuelos en la costa catalana
Hace menos de una semana, el equipo de Claudio Barría, biólogo marino del Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICM-CSIC) y de la asociación Catsharks, vio una aleta azul en el agua. Pararon el motor: era un tiburón de no más de metro y medio. El avistamiento se hizo a raíz del proyecto PROSHARKS para el estudio de los elasmobranquios y sus ecosistemas, destinado a monitorear tiburones y rayas pelágicos en el oeste del Mediterráneo. Cuenta Barría que ver tiburones en su hábitat es curioso y más aún cuando se trata de una especie pelágica como las tintoreras, que están en mayor riesgo de extinción. “Probablemente seamos de los primeros en haber buceado con tiburones pelágicos en el Mediterráneo español”, agrega.
Una hora más tarde, otra embarcación les llamó y diez minutos después Barría se tiró al agua a nadar con una tintorera macho de dos metros durante una hora. El animal tenía dos anzuelos en su boca, “un signo inequívoco de la explotación pesquera a la que están sometidos actualmente estos animales”, en palabras del biólogo.
Más áreas protegidas y más datos
La recopilación de datos y la red actual de áreas marinas protegidas en España, por ejemplo, deja mucho que desear, según la conclusión de un nuevo estudio publicado en la revista Marine Environmental Research. El equipo propone ampliar la superficie protegida del espacio marino de Tabarca-Cabo de Palos, ubicado frente a las costas de Murcia y Alicante, y del sistema de cañones submarinos occidentales del golfo de León, en el extremo nororiental de la península Ibérica. “En el Mediterráneo no hay ninguna área protegida destinada a elasmobranquios. Es la primera propuesta para ellos”, comenta Joan Giménez, principal autor del estudio e investigador del ICM-CSIC. Maria Grazia, investigadora del Instituto Español de Oceanografía que no ha participado en este trabajo, explica que es la primera vez que se mira la eficacia de las áreas protegidas que ya existen. “La próxima etapa es extender esta metodología a más especies y añadir el factor socioeconómico. Esto es solo el principio”, asegura.
Gabriel Morey, biólogo marino y experto en elasmobranquios en la fundación Save The Med, opina que es imprescindible que las medidas de conservación se pongan a nivel internacional y no por países. “Los tiburones se mueven y es importante tener unas acciones y colaboraciones más amplias”, argumenta. En el caso de que los tiburones terminen en las redes, el investigador confirma que hay obligación de liberarlos lo más pronto y en el mejor estado posible. “En general, se cumple, aunque es verdad que a veces ya están heridos. En otros casos, ni se hace y ahí está el problema”, añade. En Baleares hay 11 reservas marinas y Morey asegura que las herramientas son efectivas. “El problema es que a veces partimos de poblaciones tan depauperadas que la reconstitución es muy complicada debido a su baja tasa de fecundidad y su lento crecimiento” subraya.
La imagen del tiburón y paranoias
Dejar de priorizar las especies carismáticas y cambiar la imagen que se tienen del tiburón son los primeros pasos que hay que dar. Todos los expertos consultados repiten lo mismo: estos depredadores no son máquinas asesinas, no les gusta la carne humana y es muy poco probable que ataquen a una persona. Aaron MacNeil, investigador del Departamento de Biología en la Universidad Dalhousie (Canadá) y uno de los autores del nuevo estudio de Nature, lo confirma y compara los tiburones a los osos. “Conocemos poco el mar y somos vulnerables cuando nos metemos dentro. Somos los peores nadadores del mundo marino. Pero en realidad el tiburón es tan peligroso para el ser humano como lo puede ser un oso”, explica. El especialista en conservación está convencido de que es necesario conocer mejor el papel ecológico de estos animales para reaccionar. “No basta con ampliar las áreas marinas protegidas, tenemos que tener un impacto en la gente”, comenta.
Para Laura Cardador, experta en patrones de distribución de especies de CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales), el interés en las especies carismáticas, así como los cetáceos, tiene un punto positivo. “Son especies emblemáticas que ayudan a la gente a entender la relevancia. Es más fácil acceder a la sociedad con cosas que conocen y luego profundizar”, explica. La experta considera importante explicar que son especies muy relevantes y que ocupan posiciones elevadas en la cadena trófica. “Deberíamos valorarlas como algo muy positivo porque permiten tener ecosistemas saludables”, concluye.
Barría insiste en las “alarmas infundadas” cuando se producen avistamientos cerca de la costa. “Este temor muchas veces es intrínseco y proporcional a nuestra ignorancia. Son ellos los que viven en el mar, son ellos los que están en riesgo y las incidencias negativas con tiburones son casi inexistentes”, remata. “Los tiburones son animales salvajes, pero no son los viles depredadores que nos han hecho creer a través de multitud de películas. El mar es su medio y si se les respeta podemos convivir en armonía y sin la animadversión continua que ha provocado el desconocimiento y la poca atención que han recibido históricamente”, concluye.
Clua trata de borrar esa paranoia persistente y cuenta que por año se registran no más de 100 mordeduras a seres humanos de las cuales tan solo cuatro o cinco, son mortales y fruto de un ataque de depredación. El 95% restante se debe a la responsabilidad de la gente, a la confusión del animal, o a su voluntad de marcar su territorio, entre otras cosas. “A mí ya me han mordido, pero hay que parar de decir que son instintivos y estúpidos. He buceado con ellos miles de horas y puedo asegurar que tienen una personalidad. Quizás haya un tiburón que cause problemas, pero los demás no. Es como con todo”, explica. Al amante del océano le parece una aberración cerrar una playa porque se haya visto a un tiburón. “Es como si cerramos una calle porque vemos pasar una vaca o un asno”, ejemplifica. La hija de Clua tiene nueve años, conoce el nombre científico de 27 tiburones y ya ha nadado con algunos. “Quiero que la nueva generación tenga una visión distinta de estos animales y fomentar su protección”, concluye su padre.
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