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la crisis del coronavirus
Tribuna
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La ciencia que no se ve

La investigación básica sigue sus procedimientos en mitad de la tormenta viral

Javier Sampedro
Técnicos de laboratorio manejan viales de remdesivir en las instalaciones de Gilead en La Verne (EE UU).
Técnicos de laboratorio manejan viales de remdesivir en las instalaciones de Gilead en La Verne (EE UU).

Hemos aprendido muchos términos en esta pandemia –escalar, desescalar, curva logarítmica, doblegar la curva logarítmica, balconazis, ritmo reproductivo básico o R0—, pero se nos ha escapado la palabra más importante: nsp12. Significa “proteína no estructural número 12”, y es el núcleo lógico del ciclo vital del coronavirus. Se trata de la nanomáquina que copia su material genético y le permite así propagarse de una célula a otra, de una persona a otra, de una ciudad a otra y conquistar el mundo. Estamos pendientes de la ciencia aplicada, de la que esperamos fármacos y vacunas. Pero sin ciencia básica no hay ciencia aplicada. Ahora que las consecuencias políticas, sociales y económicas se han metido en el debate de hoz y coz –bienvenidos al final del argumento—, podemos ocuparnos un poco de las investigaciones donde se cuece el avance del conocimiento. Recuerden: nsp12.

Yan Gao y sus colegas de la Universidad Tsinghua en Pekín y otra media docena de laboratorios chinos (y uno australiano) han determinado la estructura atómica de la nanomáquina más destructiva de nuestro tiempo, la nsp12 del coronavirus, el minúsculo grumo de átomos que ha puesto el mundo patas arriba. La nsp12 tiene un núcleo muy parecido al de las enzimas de replicación (polimerasas) de otros virus de la familia, pero también algunos anexos novedosos. Conocer la forma exacta de esta enzima es percibir sus talones de Aquiles, los puntos exactos donde un ataque farmacológico resulta más prometedor. Es como comprar un mapa de la ciudad que quieres conquistar, lo primero que haría un general antes de disparar un solo tiro.

La nsp12 es, de hecho, la diana del fármaco antiviral de moda, el remdesivir de Gilead Biosciences. Las polimerasas como nsp12 se alimentan de letras genéticas para ir ensartándolas una tras otra en una secuencia precisa copiada del genoma original del virus. Ese es el fundamento de su reproducción. El remdesivir imita a una de esas letras, confunde a la nanomáquina y arruina el proceso de copia. Gilead lo diseñó contra el ébola y no fue bien, pero ahora lo ha relanzado contra el coronavirus. Los estudios en pacientes son contradictorios, aunque parece claro que acorta un poco los síntomas, con 11 días en el respirador en lugar de 15. No va a ser ninguna panacea, pese a los subidones hormonales de Donald Trump y los movimientos histéricos del gallinero de Wall Street, donde una nota de prensa no contrastada de Gilead puede duplicar su valor en Bolsa.

Pero aquí está justo el valor de la ciencia básica. Lo que han hallado los investigadores chinos es el talón de Aquiles del virus. Tal vez el remdesivir no sirva de mucho contra él, pero los farmacólogos pueden ahora diseñar o recuperar del olvido muchos otros fármacos que sí le corten el tendón. El conocimiento os hará libres del coronavirus. Las Bolsas son una cuestión completamente distinta.

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