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El momento clave para concienciar sobre la segunda industria más contaminante del mundo

El sector de la moda, ahora parado por la pandemia, sigue creciendo y emite 1.700 millones de toneladas de CO2 por año

La entrada del centro Primark de la Gran Vía de Madrid colapsado de gente.
La entrada del centro Primark de la Gran Vía de Madrid colapsado de gente.Samuel Sánchez

Las tiendas están cerradas y la producción, estancada. La cadena de la industria textil se ha paralizado y el sector español podría sufrir una pérdida de hasta 360 millones de euros entre abril y junio, estima La Asociación de Creadores de Moda de España. Para el cliente, sin embargo, es el momento perfecto para mirar lo que hay en su armario y reflexionar. Gema Gómez, fundadora de la plataforma de divulgación y formación Slow Fashion Next con al menos 3.000 participantes, junto con otros expertos, asegura que la crisis por el coronavirus permitirá que mucha gente se dé cuenta de que la ropa no es una necesidad. "Seguro que si nos fijamos bien, más de la mitad de nuestro armario sobra. De verdad, ¿por qué queremos tener tanta ropa sabiendo que tan solo el 1% de todo lo que se genera vuelve a la cadena?”, pregunta.

Antes del confinamiento, la industria de la moda no paraba de crecer pese a las advertencias reiteradas sobre la amenaza que supone para el planeta y a su voluntad de minimizar los daños. Sigue siendo el segundo sector más contaminante del mundo después del transporte aéreo, con un 10% de la contaminación global bajo su responsabilidad, es decir, 1.700 millones de toneladas de CO2 emitidas por año. Kirsi Niinimäki, investigadora del departamento de diseño de la Universidad Aalto en Finlandia, ha recopilado todos estos datos en un artículo reciente publicado en Nature Earth and Environment.Las medidas de las grandes empresas siguen sin ser suficientes”, comenta. “Son conscientes de lo que tienen que hacer, pero no saben cómo. Ahora es el momento de pensar. El confinamiento podría permitir, tanto a las empresas como al consumidor, informarse”, añade.

Tienda de Primark en la Gran Vía de Madrid durante el confinamiento.
Tienda de Primark en la Gran Vía de Madrid durante el confinamiento.Pablo Monge

El primer campo de batalla que requiere cambios es la producción. Algunas empresas como H&M tienen un sistema de control del consumo mediante la inteligencia artificial RFID (identificación por radiofrecuencia) para saber lo que le gusta a su cliente y filtrar la producción. Sin embargo, la fabricación masiva es el mayor problema que destaca Marina López, presidenta de la Asociación de Moda Sostenible de España (AMSE). “Es bestial”, dice. Desde 1975, la producción de textiles ha aumentado más del doble: de unos 5,9 kilogramos por persona y por año a, al menos, 13, cuenta el estudio. Además, el poliéster, el material más contaminante, sigue siendo el dominante, seguido de cerca por el algodón, que requiere mucho riego. En total, la industria consume 1,5 billones de litros de agua anuales, según el estudio de Nature. En definitiva, cada año, se produce más de lo necesario y esta curva lo demuestra:

El crecimiento de la población mundial y la producción textil por tipo de fibra, en un gráfico del estudio.
El crecimiento de la población mundial y la producción textil por tipo de fibra, en un gráfico del estudio.

Reflexionar sobre nuestro consumo

Las empresas no son los únicos diablos de la cadena, ya que contestan a la demanda del cliente, otro eslabón que debe reaccionar. El consumo mundial de la población alcanza ya 62 millones de toneladas por año y los expertos prevén que llegue a los 102 para 2030, fecha en la que se podría producir el colapso de los ecosistemas. “Consumimos demasiado. No necesitamos tanto”, confirma la presidenta de AMSE. La gente utiliza una prenda un 36% menos que hace quince años, pero consume un 40% más y un estadounidense sale a la calle a comprar cada cinco días y medio, según asegura el mismo estudio de Nature. Por año, una persona puede adquirir hasta 27 kilogramos de ropa como es el caso en Inglaterra.

Pero Niinimäki explica que es muy difícil convencer al consumidor y controlar sus impulsos. “El mercado es atractivo y la gente tiende a querer lo nuevo para definir su identidad. Es algo emocional y las empresas lo saben y juegan con ello", asevera. “Lo que hay que hacer es educar. Partir desde el principio”, propone.

Un confinamiento para educar

Las expertas aseguran que aprovechar el confinamiento para informarse es una solución. Gómez trabajó para grandes cadenas textiles cuyo nombre no quiere mencionar. Como dice, no son ellas las culpables, sino todo el sistema que le resultó chocante. ”Ya no hablo solo de las condiciones laborales de los trabajadores ahí en Asia, sino de la salud. Había espumita en el agua", cuenta. Algo le hizo clic. Cuando volvió a su oficina, se puso a investigar, pero se dio cuenta de que para “hacerlo bien” y encontrar la buena información costaba mucho. “Creo que la gente está muy interesada, pero no lo suficiente formada. No es posible que en una revista lea que una camiseta 100% de poliéster sea sostenible, o que las personas crean que por ser una prenda local, basta. Va mucho más allá”, comenta.

Susana Alvárez, diseñadora de moda sostenible, ha ido más allá. Con 23 años fue a aprender a Alemania, dónde la palabra “sostenibilidad” era algo del día a día, mientras que en España ni siquiera se mencionaba. Con 40 años, volvió a España y empezó a hacer lo que llama “moda ética”, es decir, producir localmente. Pero algo fallaba: el material que usaba, como el neopreno, era muy nocivo para el medioabiente. “Ahora mis mayores compromisos son el triacetato de celulosa y el vaquero orgánico de mi colección que lleva el sello GOTS (Global Organic Textile Standard), hasta tener materiales sostenibles más potentes”, explica. Lo más importante para Alvárez es la transparencia, que las personas puedan saber el contenido exacto de la ropa que compran, dónde ha sido confeccionada, durante cuánto tiempo y por quién. “Es esencial tener una aplicación que te indique todo, como para la alimentación, y así, el cliente puede decidir, y sobre todo, saber”, propone.

El kimono de la colección vaquera orgánica MIRAMAR SÁ.
El kimono de la colección vaquera orgánica MIRAMAR SÁ.Bengalú

El material que se usa, no siempre se recicla. De hecho, casi nunca. El mercado textil crea 92 millones de toneladas de residuos por año, según el estudio y al menos el 85% de esos tejidos se entierran o queman emitiendo gases a efecto invernadero, según datos del centro de investigación Fair Fashion de la Universidad de Glasgow (Nueva York). La Unión Europea ha puesto una ley que obliga a cada país, de aquí a 2025, a gestionar los textiles. “España no lo vamos a conseguir, siempre estamos en la cola de todo. Para nosotros es más barato pagar la multa”, asevera López, la presidenta de AMSE.

Una pausa para buscar soluciones

La moda sostenible se hace un hueco cada vez más grande y la gente empieza a sensibilizarse. “La moda tiene un precio y el actual, no es el normal”, insiste López. La idea de la slow fashion es que una persona compre una camiseta, cierto más cara, pero con un tejido resistente, y no solo de dos a tres hilos por trama como se está haciendo en la industria fast fashion. "Así no acabará en la basura tan rápido por culpa del desgaste. La moda no es de usar y tirar”, insiste.

Esa industria, tarde o temprano, caerá. Esos dinosaurios del sistema que producen de manera deslocalizada y sobrepasando los límites del planeta, no están en armonía con el siglo XXI
Gema Gómez, fundadora de Slow Fashion Next

La economía circular es una vía de escape. Sin embargo, es complicado ampliar este sistema, ya que la mayoría de las prendas de la moda convencional no son de buena calidad y por lo tanto, no se puede tirar provecho. “Al cabo del sexto lavado ya hay agujeros, se va el color. Ya no podemos hacer nada con ellas”, comenta López.

La solución que se perfila es aumentar el uso de materiales como el cáñamo. El tejido no necesita riego en comparación con el algodón orgánico que puede llegar a requerir tres litros de agua por camiseta. La planta se utiliza en su totalidad y además es buena para la tierra. "Es ideal para sacar tejido además de tener dos cosechas al año. Antiguamente se hacía. Hay que recortar y volver atrás”, concluye la presidenta de AMSE.

Por su parte, Gómez utiliza una metáfora curiosa y optimista al acabar la conversación: “Esa industria, tarde o temprano, caerá. Esos dinosaurios del sistema que producen de manera deslocalizada y sobrepasando los límites del planeta, no están en armonía con el siglo XXI.", Y se pregunta: "Cómo cambiaría la cosa si dijésemos ‘el que contamina paga’ ¿no? ”

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