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Tribuna
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Memorial Almudena

Algunos miembros del Comisionado vieron en este proceso un pulso entre la alcaldesa y sus socios de gobierno más radicales, decididos a pasar por alto los consejos de este órgano

El memorial en el cementerio de la Almudena, el pasado 25 de noviembre.
El memorial en el cementerio de la Almudena, el pasado 25 de noviembre.VICTOR SAINZ
Andrés Trapiello

El Comisionado de la Memoria Histórica fue una iniciativa de la alcaldesa Manuela Carmena cuando advirtió que algunos de sus concejales trataban de cambiar el nombre de más de trescientas calles de Madrid y llevar a cabo otras actuaciones que ya habían producido un gran revuelo. Finalmente, el comisionado salió adelante con el acuerdo de los partidos políticos del Ayuntamiento de Madrid, que propusieron el nombre de unas cuantas personas familiarizadas con la historia, con Madrid y con la Guerra Civil y se le dio la dirección a Paquita Sauquillo, amiga personal de la alcaldesa y una presidenta admirable, tan habilidosa como tenaz.

Durante dos años nos reunimos una o más veces al mes. De las trescientas calles se cambiaron apenas unas cincuenta, con acuerdos que fueron tomados por unanimidad en más del 95%. Nuestros informes, no obstante, no eran vinculantes y habían de llevarse al pleno, donde fueron siempre aprobados, tal y como se nos había prometido.

Los rifirrafes del comisionado con algunos de los concejales del equipo municipal fueron, sin embargo, frecuentes y subieron de punto cuando se nos informó de que habían puesto en marcha un memorial en el cementerio de la Almudena dedicado a las víctimas del franquismo, en el que debían figurar con nombre y apellido todas y cada una de ellas, cerca de tres mil. Contaban ya con planos, artista y concurso de obras… No sé si puede hablarse de alevosía, pero sí de jactancia, pues incluso los que como yo no estábamos al corriente de la política municipal advertimos que aquello era un pulso entre la alcaldesa y sus socios de gobierno más radicales, decididos a pasar por alto un comisionado que había frustrado tantas veces sus pretensiones.

La reunión del comisionado con la alcaldesa fue tensa. Le expusimos: 1. Que o el memorial era para todas las víctimas de la guerra y la posguerra (entre ocho y doce mil asesinados en checas y paseos y cerca de tres mil ejecutados tras consejos de guerra sin garantías o asesinados en centros de detención o igualmente paseados) o no tenía sentido hacerlo. 2. Que el hecho de que algunas de las víctimas de la guerra hubieran sido reivindicadas por la dictadura franquista en absoluto invalidaba el homenaje que merecían de la democracia. 3. Una placa conjunta para todas ellas o, si así se acordaba, dos placas similares en memoriales semejantes, y en cualquier caso sin nombres, toda vez que se sabe que unas trescientas víctimas del franquismo habían sido a su vez victimarios, o sea asesinos; es decir que no podía sumarse a la ofensa la afrenta. Y 4: que el comisionado, decidido también por unanimidad, dimitiría en caso de que se llevara a cabo tal y como lo habían planteado los sectarios.

El comisionado se disolvió justamente para evitar una dimisión en pleno, y las obras del memorial siguieron adelante, confiado el equipo municipal en la política de hechos consumados y en que volverían a ganar las elecciones. Quien ahora ha quitado los nombres no ha hecho otra cosa que lo que el Comisionado de la Memoria aconsejó en su día, insisto, por unanimidad.

Andrés Trapiello es escritor y fue miembro del Comisionado.

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