Un museo del tequila
El restaurante Entre suspiro y suspiro tiene la reserva más grande de Europa de este destilado
Entre Suspiro y Suspiro, así se llama el negocio de Adrián Castañeda y su familia. Este linaje de pintores, proveniente de Ciudad de México, inició en un pequeño local de Madrid, en 1991, su periplo en el mundo de la gastronomía de su país. La carta se caracterizaba por servir platos tradicionales con toques de innovación, además de ofrecer cinco marcas de la bebida más representativa de México en el mundo: el tequila. Dos años después se mudaron a un antiguo caserón, que reconvirtieron a restaurante a unos metros de la plaza de Ópera.
El comedor, lleno de encanto y colorido —casi un museo por su decorado—, creció, al igual que su oferta de este alcohol originario del Estado de Jalisco. Ahora, 23 años después, el local aloja y adorna entre sus paredes cerca de 1.500 botellas de este destilado obtenido del agave, la mayor colección que existe en Europa.
Para Castañeda cada botella cuenta, porque tiene su identidad propia por el distintivo de su etiqueta. A cada tequila el marbete le da una razón de formar parte de su colección. Su muestrario superó las 1.000 unidades cinco años después de abrir el restaurante. Cada viaje que hacía a México, con el apoyo de amigos y de familiares, ayudó a consolidar esta antología con lo mejor y lo más peculiar de esta bebida símbolo de la mexicanidad.
El maître mexiqueño menciona que la colección más grande de tequila en el mundo la tiene Francisco Torres Landa en su país de origen. Posee alrededor de 4.000 botellas, algo “inalcanzable” para Castañeda. Otro muestrario similar al suyo se encuentra en Bogotá. Desde hace 14 años, el restaurante Alta Cocina Mexicana exhibe 2.900 unidades de este destilado en el país cafetero.
Esta bebida se elabora a partir de la fermentación y destilado del jugo de agave azul o tequilana, una planta que requiere al menos seis años de crecimiento para que pueda producirse un tequila. Por esta razón, Castañeda también es exigente con su colección. “Tiene mucho más valor un tequila que es 100% de agave que uno mixto. Intentamos que la colección se base más en los tequilas puros”, añade.
Obras de arte
Castañeda se mueve en su restaurante como curador, algunas de las botellas, incluso, podrían ser consideradas obras de arte. Una de las más caras cuesta 400 euros y entre tanto recipiente también tiene sus favoritas. Una botella “viejísima” del tequila de la marca Cabrito, de la cual solo quedan dos en el mundo, es una de ellas. Otra de sus preferidas es de la marca 2.000, que destaca por tener una piñata de vidrio soplado dentro.
Como no ha faltado el comensal que le robó una botella, las piezas de mayor valor las coloca en los estantes altos. “Más abajo he tenido que colocar tequilas, que si los roban, los puedo recuperar”. Otro episodio que le sucedió fue que uno de sus clientes abrió una botella de la marca Partida, se sirvió un caballito [vaso donde ser sirve el tequila] y la volvió a colocar en su mostrador. “Ya estaba abierta y ya no tiene el mismo valor. Me costó encontrar otra”, afirma.
Castañeda no se ha puesto un límite, aun cuando hay 300 botellas de su colección que ya no caben en su restaurante. Su local, que combina la alta cocina, obras modernas y una colección de tequilas que podría ser considerada artística, es casi un museo que busca deleitar a los distintos sentidos. No contento con esto, espera a futuro consolidar esa denominación: “Quiero abrir un local en el que pueda poner la colección completa. Mi intención es que salte a la vista como un museo del tequila”.
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