Héroes de barrio
Los movimientos vecinales se erigieron en una fuerza capital contra el Franquismo y después salvaron el patrimonio histórico y la dignidad de los vecinos
Hay barrios que producen gente de barrio, y barrios que no. En esto, cuanto más bienpensante sea un vecindario, más cosmopolitas se vuelven sus habitantes. Dicho de otro modo, “un barrio son sus vecinos”. Esta frase era de Emilia Llorca, una de los muchos representantes vecinales que han hecho de esta ciudad un lugar más habitable de lo que hubiera podido ser sin ellos. Hoy en día que tantos se extrañan de ver a los nuevos políticos surgir de los movimientos sociales (y no como en demasiadas ocasiones de los patricios bufetes de abogado), no estará de más recordar el trabajo de estos colectivos a través de la placa colocada en homenaje a Emilia Llorca en su casa de la calle Pescadors de la Barceloneta, donde nació en una familia de obreros libertarios durante los primeros años del franquismo.
Como dice el periodista Marc Andreu Acebal, autor del libro Barris, veïns i democracia (L'Avenç ed.), la historia del asociacionismo vecinal ha sido frecuentemente obviado por los historiadores. Sin embargo, su actividad resultó fundamental en los últimos años del franquismo y en los primeros compases de la Transición, cuando fue una de las fuerzas más combativas de las que se enfrentaron a la dictadura. Según Andreu, la primera octavilla de una comisión de vecinos se lanzó en 1968, en Sant Andreu. Sólo cuatro años después se creaba la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), y un sinnúmero de activistas sin carnet se lanzaban a hacer política en unos años en que estaba prohibida.
Las frecuentes protestas del movimiento vecinal contra el barraquismo, la especulación, o el polémico plan de la Ribera forzaron el cese de José María de Porcioles, bajo cuyo mandato había aparecido la constructora Núñez y Navarro, que destruyó muchos edificios modernistas como la Casa Trinxet de Puig i Cadafalch, y contra la que se movilizaron en 1973 las asociaciones de vecinos para salvar la Casa Golferichs de la Gran Via. El plan comarcal que no pudo aprobar Porcioles hizo caer a su sucesor, Enrique Masó, mientras que el alcalde Joaquín Viola fue el objetivo de una campaña específica de la FAVB, con muchas paredes pintadas con el eslogan: “Viola a la cassola”.
Emilia Llorca alertó del turismo en la Barceloneta antes de las protestas
La Edad de Oro de las luchas vecinales tuvo lugar durante el mandato de Socias Humbert, entre 1977 y 1979, cuando la FAVB aglutinaba a un centenar de asociaciones de barrio y el alcalde les recibía con frecuencia. Un leve espejismo de cordialidad que se torció paradójicamente con las alcaldías socialistas, en especial durante el gobierno de Narcís Serra, cuando los políticos no amparados por partidos convencionales fueron borrados de las instituciones. El histórico activista Carles Prieto dijo al abandonar la presidencia de la FAVB, en 1982, que al Consistorio barcelonés le molestaban las asociaciones de vecinos.
Una década más tarde, en medio de las drásticas transformaciones de los Juegos Olímpicos, Emilia Llorca creaba la Comisión de Fiestas de la calle Pescadors, única vía de Barcelona en celebrar su propia fiesta mayor. Y en 2004 fue una de las fundadoras de la Asociación de Vecinos de l'Òstia, una de cuyas primeras reivindicaciones fue anular el Plan General Metropolitano que pretendía acabar con los típicos quarts de pis de la Barceloneta, un proceso bautizado popularmente como el “plan de los ascensores”, pues una de sus consecuencias hubiera comportado la instalación obligatoria de estos mecanismos en estrechas y antiguas escaleras.
Las asociaciones salvaron la Casa Golferichs de la avidez inmobiliaria
Otra de las luchas de esta asociación fue la recuperación para el barrio de la antigua cooperativa obrera El Segle XX y de la comisaría de la Guardia Civil del paseo Juan de Borbón; además de la movilización contra el hotel Vela y contra la discutible reforma del Port Vell. En una de sus últimas campañas criticaba la progresiva gentrificación de la Barceloneta y Llorca declaraba a la prensa: “Continuamente nos enteramos de familias que se van a la calle porque quieren alquilar sus pisos a turistas”. Mucho antes que estallara la indignación de sus vecinos, esta asociación ya estaba pidiendo una regularización de los apartamentos turísticos. Emilia Llorca mantuvo su activismo hasta que en diciembre de 2009 falleció en un accidente automovilístico. Como ella, tantas y tantos otros políticos (mal que les pese a los políticos), que han evitado alguno de los peores desastres que se han cernido sobre esta ciudad.
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