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¿Por qué siempre estoy cansado, doctor? Lo (mucho) que puede aclarar sobre la fatiga una visita al médico

Todo lo que hay detrás de un cansancio que no cesa

El 25% de la población sufre una fatiga de origen desconocido.
El 25% de la población sufre una fatiga de origen desconocido.Malte Mueller

Mañana del lunes. Un pitido se cuela en el plácido sueño. Te sacudes el aturdimiento, abres los ojos y no das crédito. Jurarías que te acostaste hace tan solo una hora, pero una mirada al reloj lo desmiente claramente: han transcurrido siete. Y eso que has pasado el fin de semana en posición horizontal, de la cama al sofá, y viceversa… Lo peor es que no es la primera vez que te pasa. Casi se ha convertido en costumbre. Sentir que te han robado las fuerzas es tu anómala nueva normalidad. Pero sacas fuerzas para ir al médico; lo primero es la salud. Bien hecho.

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Porque lo que te pide el cuerpo es buscar una excusa fácil. El cambio de estación, por ejemplo. Podría valer. Al fin y al cabo, el otoño crea cierta apatía, con sus días grises y noches que cada vez comienzan antes. Está demostrado, es un síntoma del Trastorno Afectivo Estacional. Según afirma un estudio publicado en la revista British Journal of Nursing, sucede que el cambio de estación favorece ligeras alteraciones en el estado anímico acompañadas de la sensación de falta de energía. Una investigación publicada en la prestigiosa revista médica The Lancet explica que lo que pasa es que la reducción de horas de luz está relacionada con niveles bajos de serotonina en el cerebro. El cuerpo te pide pararte, descansar y aceptar sin más el diagnóstico de astenia otoñal. Para qué moverte...

Pero no. “El cambio del verano al otoño puede descolocarnos un poco porque provoca alteraciones en el biorritmo y en el estado de ánimo, pero se pasa en cuanto se regula, no es algo patológico”, explica Milagros González Béjar, médica de atención primaria en el Servicio Madrileño de Salud y miembro de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN). Si te pasas el día intentando recordar en qué momento te pasó una apisonadora por encima, puedes estar seguro de que el tiempo no tiene la culpa. Basta sentarte delante del médico para darte cuenta de que estás atrapado por la pandemia de cansancio: el agotamiento es la séptima causa de consulta en atención primaria, y los estudios más recientes concluyen que un 25% de la población padece un cansancio del que desconoce la razón, una situación que es el doble de frecuente entre las mujeres, apunta González Béjar. Y explica qué se puede esperar de la consulta.

La “prueba de la silla”, el mejor camino para indagar en el contexto

Hay cosas que son obvias cuando se ven desde fuera y pasan inadvertidas para quien las sufre. ¿Y si ese cansancio exagerado ha aparecido justo después de que te hayan hecho jefe? ¿O cuando empezaste la reforma de la casa sin sospechar de que duraría más que la obra de El Escorial? Como afirma el doctor Jaime Merino, expresidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), “la silla es el mejor instrumento del médico porque hablar con el paciente es clave para tratar de hallar un diagnóstico”.

El método parece ser especialmente útil cuando hablamos de una fatiga misteriosa, ya que es habitual que la extenuación infinita pueda deberse a causas tan dispares como el estrés, falta de sueño, exceso de actividad, el uso de medicamentos como ansiolíticos, antidepresivos y antihistamínicos, que cuentan el cansancio entre sus efectos secundarios... Si es el caso, uno puede pasar con cierto alivio a la siguiente fase, la del tratamiento, pero el origen del problema no siempre aflora tan fácilmente. El médico puede tener que ahondar un poco más. “Hay que profundizar en los antecedentes, si le ha pasado más veces, cómo se encuentra en su entorno laboral, en su entorno familiar… El origen puede estar en causas orgánicas o psíquicas, como una depresión”, señala González Béjar.

Así que la charla continúa hasta que llega el momento de indagar en algo más tangible que las palabras. Comienza la exploración física. Como explica la doctora de atención primaria, con ella se pueden obtener otro tipo de respuestas con parámetros mensurables: qué temperatura tiene el paciente, cuál es su Índice de Masa Corporal (IMC) y si ha variado con respecto a los registrados previamente, si la auscultación descarta una insuficiencia cardiaca, qué marca el tensiómetro… Este dato es importante porque la fatiga es un síntoma de una presión arterial baja que puede indicar muchas cosas, desde una leve deshidratación a problemas endocrinos o del corazón. En caso de que la exploración desvele fiebre, que haya habido pérdida de peso o que haya alguna anomalía en la auscultación, el médico contará con nuevas pistas que seguir, con la ayuda de las técnicas diagnósticas.

Del análisis de sangre al TAC

Las posibles pruebas van desde los análisis de orina al examen de la glándula tiroides (el hipotiroidismo puede estar detrás de la fatiga), pasando por la actividad del hígado y de la de los riñones, puesto que una enfermedad de estos órganos también puede ser el motivo de un agotamiento excesivo e inexplicable. Pero lo primero será un sencillo análisis de sangre. A través de él podemos saber si lo que nos ocurre es que tenemos una anemia de caballo, una de las principales causas del cansancio. O analizar un parámetro que puede aportar bastantes pistas: la velocidad de sedimentación. Como explica el médico Jaime Merino, este parámetro “habla de la tranquilidad del cuerpo. Aumenta ante cualquier proceso inflamatorio, de forma que si en los resultados esa velocidad aparece alta significa que hay un proceso inflamatorio” que puede estar detrás del cansancio. Cuanto más desciendan los glóbulos rojos en un tubo de ensayo durante una hora, mayor será la respuesta inflamatoria del organismo.

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Los médicos cuentan con más pruebas complementarias, entre las que se encuentran radiografías, TAC y resonancias magnéticas, que se solicitarán si por la analítica o la información recopilada a través de las preguntas se sospecha de una enfermedad concreta. Por ejemplo, de apnea del sueño, una patología por la que el paciente no llega a despertarse pero tampoco duerme como es debido; está en un continuo dormir-despertar que tiene como consecuencia un sueño que no es reparador. No descansa.

En el cuadro final, que puede comenzar a dibujarse en los primeros cinco minutos de consulta o precisar numerosas —y avanzadas— pruebas diagnósticas, hay muchas opciones, desde estrés a enfermedades graves como el cáncer. También la covid-19, que tiene entre sus síntomas más frecuentes, además de la fiebre, un gran cansancio. “La expresión más clara del coronavirus es que produce un síndrome inflamatorio brutal en todo el cuerpo, y por eso se produce un gran cansancio. Es una manifestación secundaria a ese proceso infeccioso”, recuerda Merino, coordinador del grupo de trabajo de educación sanitaria para la ciudadanía de la SEMI.

Pero también es posible que, después de todas las pruebas realizadas, el médico continúe sin encontrar la causa. Cuando eso ocurre y el cansancio dura más de seis meses, y no se alivia con descanso, el diagnóstico más probable será astenia crónica. “Es un proceso en el que la causa real de ese cansancio que dura varios meses no acaba de estar clara. Se barajan enfermedades autoinmunes, pero en muchos casos lo que hay son trastornos psíquicos, aunque no se sabe con certeza”, explica Merino. No siempre es una enfermedad psicológica. Quizá varias causas se combinan para originar este síndrome.

En ese caso, el diagnóstico puede no ser de gran ayuda, pero poner nombre al origen del cansancio en general es la forma de librarnos de él: una vez conocida la razón, solo queda seguir los consejos y tratamientos diseñados para combatir eso que lo ha provocado. Pero si el objetivo es intentar esquivar de todas las formas posibles el hecho de encontrarnos en esa situación, los expertos consultados apuntan una receta casi infalible: si llevamos una vida sana, tenemos menos papeletas para pertenecer al 25% de la población que padece un cansancio extenuante. Eso implica alimentarse bien, hacer ejercicio físico discreto pero permanente, evitando el exceso de actividad física, y huir de tóxicos como el tabaco, el alcohol o las drogas. Básicamente, seguir el abecé del estilo de vida saludable: una rutina provechosamente feliz.

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