¿Por qué algunos antidepresivos engordan?
Los investigadores siguen estudiando este efecto secundario
Un informe de 2015 de la Agencia Española del Medicamento revela que el consumo de antidepresivos creció en España el 200% entre 2000 y 2013. Las pastillas ganan terreno a la psicoterapia en el cuidado de la salud mental, con los efectos secundarios que conlleva. Entre ellos está la posibilidad de ganar peso. Obviamente, este no debe ser nunca un motivo para dejar de plantearse tomar la medicación, pero parece que los kilos pesan sobre la autoestima y las relaciones sociales hasta el punto de que puede provocar el abandono del tratamiento. “La obesidad es uno de los problemas físicos más comunes entre las personas con enfermedad mental grave, lo que se puede incrementar por un estilo de vida poco saludable y por los efectos adversos de los antipsicóticos de segunda generación. El aumento de peso también está relacionado en algunos casos con el abandono del tratamiento”, señala la psicóloga sanitaria Raquel Huéscar. A su vez, dejar de tomar las medicinas es uno de los problemas más frecuentes en el abordaje de enfermedades mentales como la depresión crónica, porque facilita que se produzcan recaídas.
Depende del fármaco, y hay muchos disponibles...
La cuestión de si estos medicamentos desencadenan trastornos metabólicos asociados a una ganancia de peso no ha estado clara durante mucho tiempo. Para empezar, la depresión fomenta por sí misma una conducta sedentaria, lo que hace que determinar el grado de responsabilidad de los fármacos sea extraordinariamente complejo. Obviamente, no es una dificultad que haga que los científicos pierdan el interés. Con las debidas reservas, un análisis de la evolución del peso corporal de unas 300.000 personas de Reino Unido entre 2004 y 2014 calculó que el riesgo de engordar fue un 21% superior entre quienes habían recibido tratamiento con antidepresivos.
Por si fuera poco, el abanico de antidepresivos disponibles es abrumadoramente extenso, y no todos los psicofármacos producen este efecto, según refleja un estudio publicado en 2019 en la revista médica The Lancet, que compara los resultados de administrar 18 de ellos. Para comprender las diferencias hace falta tener en cuenta que se clasifican, según su estructura química, en antipsicóticos típicos, también llamados de primera generación, y atípicos o de segunda generación.
“El punto clave de los típicos se centra en bloquear los receptores de dopamina D2, mientras que los atípicos tienen alta afinidad por los receptores de serotonina 5-HT2A o el neurotransmisor histamina, sin los efectos adversos de los primeros, que pueden afectar al movimiento”, explica Huéscar. Los avances de la psicofarmacología permiten confeccionar antipsicóticos atípicos con menos efectos secundarios, pero todavía es difícil impedir la aparición de alteraciones endocrinas que acaban provocando que aumente el apetito, lo que deriva del bloqueo de los receptores de la dopamina en el cerebro. Dicho bloqueo conlleva cambios en la secreción de algunas hormonas relacionadas con el aumento de peso, como respaldan estudios que han detectado concentraciones elevadas de glucosa y de lípidos en pacientes cuya terapia se inició con antipsicóticos de segunda generación.
Otro de los factores que hacen que la relación causa-efecto entre los antidepresivos y la obesidad haya sido muy escurridiza es que los estudios clínicos no siempre duran lo suficiente como para detectarla. Pero se sabe que la administración crónica de algunos medicamentos antidepresivos —entre los que figuran los tricíclicos y tetracíclicos, citalopram, inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO), trazodona, nefazodona y mirtazapina— incrementa las concentraciones de leptina, una hormona relacionada con la regulación de la saciedad, lo que, al final, conduce al temido aumento de peso. Cuanto mayor es el bloqueo de algunos de los receptores estrechamente relacionados con la regulación del apetito, como los específicos para la serotonina, la noradrenalina o la adrenalina, mayores serán las posibilidades de engordar. Pero eso no quiere decir que esta medicación se traduzca necesariamente en una ganancia de peso —hay personas que incluso lo pierden— ni que todas las personas estén expuestas a este efecto secundario con la misma intensidad.
Entre la influencia de los genes y la necesidad de ‘psicoeducación’
Curiosamente, parece que el género del paciente puede influir cuando se recetan antidepresivos, por lo que es una variable que hay que tener en cuenta “tanto para la elección del más adecuado como para la puesta en marcha de programas nutricionales y de ejercicio físico complementarios a las terapias psicofarmacológicas”, apunta el catedrático de Psicobiología de la Universidad de Valencia, Luis Moya.
En el caso de que ya exista sobrepeso u obesidad, Moya apunta que lo más aconsejable es optar por medicamentos que no repercutan en exceso en el peso corporal; si no es posible, aboga por informar al paciente para tratar de prevenir este efecto del tratamiento. Y como algunos genes podrían estar implicados en la predisposición a aumentar de peso, conviene vigilar en el medio y largo plazo.
Pero la genética, sea cual sea, no quita que hábitos de vida saludables como el ejercicio físico moderado y habitual, combinado con una dieta equilibrada, puedan ayudar a reducir el impacto en el peso. “La aplicación de programas nutricionales y de actividad física producen una pérdida de peso en una parte importante de quienes consumen antipsicóticos, sobre todo en mujeres. Y aunque los psicofármacos juegan un papel clave en algunos casos, la psicoeducación es fundamental. Siempre es recomendable acompañar la terapia farmacológica con otra de corte más psicológico, encaminada a reforzar y afianzar la primera como a generar hábitos que permitan maximizar el efecto de los psicofármacos y prevenir posibles recaídas. Esa combinación vaticina un futuro prometedor para el tratamiento de las enfermedades mentales sin que lleven asociado el aumento de peso”, concluye Moya. Este sí es un pago asumible; todo por que los antidepresivos no saboteen el objetivo para el que fueron recetados.
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