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Claves para que el resto de tu bolsa de rúcula no se eche a perder... tan rápido

Estos picantes brotes se caracterizan por su fragilidad

Rúcula

A palo seco sabe rara, entre amarga y picante. Pero añadida a una ensalada, a una tosta e, incluso, a la pizza con tomates cherry, aporta un punto de distinción, sabor y exquisitez. De esta forma, la rúcula no es solo otro ingrediente más, sino todo un condimento saludable, fresco y muy fácil de usar. Durante muchos años de hegemonía casi absoluta de la lechuga, permaneció casi en el olvido. El furor por la cocina le ha devuelto presencia hasta el punto de que es muy fácil de encontrar en cualquier supermercado todo el año.

Su sabor picante e incisivo hace que a algunos paladares les baste con solo un poco de rúcula para aromatizar, sin asfixiar el resto de sabores. A otros, en cambio, les fascina ese punto transgresor que marca distancias con otras verduras de hoja verde habituales en el supermercado, como los canónigos o la propia lechuga.

Aunque no lo parezca, es una crucífera, pariente de la col y del rábano. Su nombre científico es Eruca vesicaria, aunque en ámbitos más mundanos puedes encontrarla como eruga o ruca. Es una planta anual y de hojas irregulares con forma de diente de león. Se encuentra tanto en su forma cultivada como silvestre en los márgenes de caminos y en campos de cultivo. Esta última se distingue por tener las hojas más grandes.

Como solo se cortan las hojas, puede haber entre cinco y siete cortes al año por cultivo. Esto hace posible tenerla en el mercado todo el año.

Manejar con delicadeza

La rúcula tiene aspecto frágil y lo es. Se suele encontrar limpia y embolsada, aunque también puedes cultivarla en pequeñas macetas en casa e ir cortando hojas según necesites. La clave para disfrutarla con todos sus matices es que se vea de color verde intenso, brillante y con hojas firmes. Descarta aquellas de aspecto gelatinoso, arrugado o que están empezando a virar al marrón: se han echado a perder.

La rúcula solo aporta 31 kcal por cada 100 gramos: el 91,7% es agua; el resto son carbohidratos, fibra y un pequeño aporte de proteínas.

Una vez en casa, guárdala en el cajón de las verduras, pues es muy sensible al frío. A la hora de colocarla, déjala para el final. Así quedará encima del resto de hortalizas y evitarás que se aplaste, ya que es muy vulnerable a la presión. No la congeles ni la tengas demasiado tiempo a la intemperie. Cumpliendo estas premisas, puede aguantar sin problemas una semana en tu refrigerador.

Refrescante, suave y baja en calorías

La rúcula solo aporta 31 kilocalorías por cada 100 gramos y, dado su intenso sabor, deja constancia de su presencia. El 91,7% es agua; el resto son carbohidratos (3,65 gramos), fibra (1,6 gramos) y un pequeño aporte de proteínas (2,58 gramos).

Entre los micronutrientes, destacan los 596 mcg de vitamina A, necesaria para la función visual y para mantener en buen estado la piel y las mucosas. En menor medida, también aporta vitamina C (15 mg). Además de propiedades antioxidantes, esta vitamina interviene en la formación de colágeno para la piel, los músculos o los huesos y mejora la absorción del hierro.

En cuanto a los minerales, destaca el calcio (160 mg), clave para la formación de los huesos y los dientes, y el potasio (369 mg), necesario para para mantener la presión arterial en niveles normales.

Para hamburguesas ‘gourmet’

Si pones mostaza en la hamburguesa para darle ese toque picante, pero sutil, ya tardas en añadirle rúcula. Una receta cada vez más extendida es la pizza con rúcula y tomates cherry. El truco está en hornear los tomates y, con el horno apagado, añadir la rúcula y mantenerla un par de minutos para que pierda algo de cuerpo, pero no todo. Sirve con un chorro de aceite de oliva virgen extra y disfruta de un sabor 100% mediterráneo.

Pizza rúcula

Por supuesto, también queda perfecta en ensalada. Un detalle que los chefs profesionales cuidan al máximo es echarla sobre otras hojas más firmes, como la lechuga o la escarola. Y, sobre todo, por encima de otros ingredientes más jugosos como el tomate, para que no se humedezca y pierda textura. Ten en cuenta su sabor picante a la hora de añadir rábanos, mostaza o cebolla, no sea que el sabor quede demasiado intenso.

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