_
_
_
_

Cómo llevar mascarilla con un calor sofocante y no dejarse la piel en el camino

La experiencia puede ser algo más que incómoda

Cubrirse la cara también tiene su truco.
Cubrirse la cara también tiene su truco.Julia Haack (Getty Images/Westend61)
Descarga gratis el nuevo número de BUENAVIDA haciendo 'clic' en la imagen
Descarga gratis el nuevo número de BUENAVIDA haciendo 'clic' en la imagen

Ahora que llega el verano, no eres un bicho raro si prefieres prolongar el confinamiento a experimentar el agobio de llevar mascarilla bajo un sol abrasador. Es más, puede que ya tengas interiorizada la costumbre de confinarte durante las horas más duras de las largas jornadas de la canícula. Eso sí, tarde o temprano tendrás que salir de casa. Y, entonces, sabrás lo que es la adaptación de las especies. No desesperes. Por suerte, hay algunas estrategias para sobrellevar mejor los sofocos, para remediar los estragos en la piel, y para evitar que el sol te deje extrañas marcas en la cara.

Empezando por aprender a respirar. Quizá sea tu caso, puede que no te suene de nada, pero algunas personas cuentan que se marean cuando se ponen una mascarilla. Se quejan de que les falta el oxígeno. Lo cierto es que las mascarillas no producen una retención del aire que conduzca directamente a la escasez del gas, una situación que se conoce como hipoxia en la jerga médica. En realidad, el origen de esta sensación está en un componente subjetivo, no en una cuestión física, y suele deberse a la angustia, a la pura incomodidad que produce el elemento protector. O sea, que no hay nada que hacer para “arreglar” la mascarilla. Afortunadamente, sí es posible, y aconsejable, dedicar algo de tiempo a “entrenar” la respiración.

Controlar este proceso es la mejor manera de evitar caer en la hiperventilación, una forma de respirar excesivamente rápida o profunda que aumenta la sensación de agobio y el calor corporal. Doble castigo: si la temperatura ambiental es alta se pueden agravar los efectos, que no son pocos. “Cuando respiramos más rápido se elimina más dióxido de carbono, lo que a su vez disminuye la concentración de este gas en la sangre. Si este estado se mantiene durante un tiempo pueden aparecer mareos, hormigueo en los labios, manos y pies; dolor de cabeza, debilidad, desmayo e incluso puede favorecer una hipotensión”, advierte Lorenzo Armenteros, portavoz covid-19 de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Si, pese a todo, respirar adecuadamente sigue siendo un reto, cambiar el tipo de mascarilla puede ser útil. A estas alturas todos tenemos más o menos claro que las más recomendables para las personas sanas son las quirúrgicas, y que para las enfermas no hay otra opción. Pero si resultan insoportablemente sofocantes, en el primer caso se pueden sustituir por las higiénicas. Estas son más frescas porque ofrecen menos resistencia al aire, “pero también aportan menos protección”, dice Armenteros. Con las mascarillas con filtro (FFP2, FFP3, N95, KN95 y similares) sucede justo lo contrario: filtran el aire de dentro hacia afuera, pero también en sentido inverso, “lo que resulta más incómodo y las hace aún más difíciles de soportar para las personas que toleran mal las quirúrgicas”. Además, no están recomendadas para las personas sanas.

Vas a sudar, pero que la cara no lo note

De lo que va a ser difícil librarse este verano es de los problemas que provoca el sudor. ¿O acaso hay alguna manera de evitar que el fluido acabe pegando la mascarilla a la piel? Paloma Borregón, dermatóloga de la Fundación Piel Sana, es rotunda: “No hay nada. Lo único que se puede hacer para minimizar este efecto es intentar que los productos que se apliquen bajo la mascarilla sean muy ligeros y de rápida absorción y, en el caso de las pieles grasas o con tendencia acneica, que además sean no comedogénicos [son geles, cremas, lociones... formulados para que no se acumule la grasa en la piel], es decir, que no obstruyan los poros”. Hay que tener en cuenta que cuando los poros de la piel están obstruidos, retienen más fácilmente el sudor, lo que, además de aumentar la incomodidad que produce la mascarilla, favorece la aparición de granos y espinillas, sobre todo en este tipo de pieles.

Más información
apoyo2
¿Qué mascarilla debo llevar si tengo alergia al polen?
apoyo1
Cómo elegir la mejor crema hidratante de manos

Mónica de Orue, vocal de Dermofarmacia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Guipúzcoa, explica que la mascarilla impide la correcta transpiración y que el sudor, con las altas temperaturas, puede provocar la obstrucción, lo que facilita la proliferación de bacterias y la aparición de granitos. “Por eso es muy importante lavarse la cara antes y después de utilizarla. Y también adaptar los cuidados cosméticos habituales a esta circunstancia. Se recomiendan las texturas ligeras con antioxidantes y sustancias que retengan la humedad de la piel”, como las ceramidas y el ácido hialurónico.

Una cosa que ayuda a paliar el efecto “pegajoso” es aplicar los productos cosméticos con suficiente antelación como para que sean absorbidos antes de usar la mascarilla, algo que no significa que no haya ninguno que se pueda usar en el momento. Menos mal, porque refrescar el rostro llega a ser toda una bendición. Un truco rápido y efectivo es recurrir a un espray de agua termal, que se aplica sencillamente rociando la cara y esperando a que la piel se seque totalmente antes de volver a cubrirla. Aparte del frescor que aporta, el producto aporta hidratación y tiene un efecto calmante que el uso de las mascarillas pueden acabar pidiendo a gritos.

De hecho, los dermatólogos ya están empezando a ver en sus consultas los daños colaterales de la buena costumbre de llevarla puesta, ni en el antebrazo ni en el cuello ni en ningún otro sitio: rojeces, irritaciones y agravamiento de problemas cutáneos previos (pieles reactivas, con acné, rosácea...). El mentón, el puente de la nariz y el área situada detrás de las orejas son las zonas más perjudicadas por el uso continuado y pueden requerir un alivio. Para evitar estas lesiones derivadas del roce, que se agravan con el calor, Borregón recomienda aplicar un stick antirozaduras o vaselina, para impedir el contacto de la zona con la mascarilla. En el caso de las orejas, hay dispositivos de plástico que sirven para enganchar la mascarilla y evitar que las gomas rocen la parte trasera de las orejas.

Sin excusas para no usar crema solar

Mientras las mascarillas sigan siendo un elemento de protección fundamental, maquillarse sin llamar demasiado la atención va a precisar toda una exhibición de destreza. Borregón incluso recomienda obviarlo en estas circunstancias, pero añade que, “en caso de hacerlo, debe utilizarse un producto ‘oil free’ para no generar grasa añadida en la piel y evitar que se irrite”. La razón es que la formulación de estos productos no incluye grasa ni aceites, unos ingredientes que, combinados con el sudor y el calor, pueden dar lugar a reacciones como la irritación o la inflamación, especialmente en las pieles grasas.

Y si en condiciones normales hay a quien le cuesta el hábito de aplicar y reaplicar el protector solar, la dificultad es aún mayor al llevar mascarilla. Pero, como comenta Borregón, no sabemos aún hasta qué punto puede proteger de la radiación solar, así que no se puede renunciar a la crema protectora facial, sobre todo porque hay zonas, como la frente y las orejas, que quedan expuestas. “Y no está de más usar sombrero, gafas de sol y recurrir a la fotoprotección oral para reforzar este cuidado frente a la radiación”.

Usar un producto con algún factor fotoprotector también es la mejor manera de evitar ese tono bicolor tan marcado que produce la ligera marca horizontal bajo los pómulos que ya lucen algunas personas, debido a que, al no proteger adecuadamente la zona no tapada, se queman. Al igual que los otros cosméticos faciales, también hay que adaptar la textura de los solares: “El uso de mascarilla genera humedad en el rostro, así que para asegurar que el fotoprotector actúe eficazmente lo suyo es usar productos con texturas muy fluidas y oil free”, añade la dermatóloga.

Merece la pena no olvidar que la humedad también influye en la propia mascarilla. La pauta oficial aconseja no usar las quirúrgicas más de 4 horas seguidas, o hasta 8 horas en periodos alternos, para asegurar su efectividad. Pero respetar esta duración también tiene que ver con la forma en la que la toleramos, como explica el portavoz covid-19 de la SEMG, Lorenzo Armenteros: “Pasado este tiempo, la acción de la humedad deteriora las fibras de su interior, haciendo que se desprendan y que, por tanto, la mascarilla resulte más incómoda”. Y resulta que a las mascarillas también les llega su hora...

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_