‘El perro del sur’: el ‘road book’ más divertido jamás escrito
Fallecido en 2020, esta es la segunda e inmensamente disfrutable novela de Charles Portis, un autor injustamente ignorado a quien solo se menciona por la ‘coenizada’ ‘Valor de ley’

“Mi mujer, Norma, había huido con Guy Dupree, y yo estaba esperando las facturas de la tarjeta de crédito para localizarlos. Aguardaba mi momento. Corría el mes de octubre. Se habían largado con mi coche, mi tarjeta Texaco y mi American Express”. De esta sucinta manera da inicio El perro del Sur, de Charles Portis, road book inefable y una de las novelas más jolgoriosas jamás escritas. Por descontado, lo último no es un aliciente para ciertos lectores. El otro día, precisamente hablando de Portis, mi mujer me soltó que no “consideraba” el “factor diversión” en una pieza literaria. Era aquella una frase que perfectamente podría haber soltado Tomás de Torquemada ante la pira de un judeoconverso, pero este reseñista se mantuvo firme en sus convicciones. Pues nosotros, los que leemos por placer, juzgamos el “factor diversión” un estímulo considerable en cualquier artefacto narrativo.
Charles Portis (1933-2020), natural de Arkansas, fue un periodista insólito (su mesa en el Herald Tribune carecía de teléfono) que lo dejó todo para dedicarse a la literatura. El autor, a quien Tom Wolfe presentaba como “el hombre más divertido que he conocido en mi vida”, es uno más en la lista de escritores del siglo XX extirpados del canon por a) entretenidos, b) populares y c) comprensibles. El autor firmó cinco novelas inapelables, magníficas, y cuenta entre sus fans a Nora Ephron y George Pelecanos (quien le define como “figura mítica”), y a pesar de ello cuesta encontrar menciones a su legado en los rankings oficiales (no ayuda que Portis, de manera honorable, se negara a dar entrevistas o promocionar sus libros).
“Nadie suena como él”, dijo Ephron, una afirmación que puede llevar a engaño. Si nadie “suena” como Portis no es porque su estilo sea complejo, sino porque escribía con voces frescas, auténticas, en un estilo conversacional, rítmico y sin florituras. Por ejemplo, en Valor de ley (1968), su único superventas (adaptado al cine en dos ocasiones, la última por los hermanos Coen en 2010), Portis habla por boca de una anciana que explica lo que hizo a los 14 años (vengarse del hombre que mató a su padre). El tono de Maddy Ross es socarrón e impávido, el de quien explica una anécdota chocante con expresión fúnebre, como si ignorase lo graciosa que resulta. En la misma línea, con Ray Midge, protagonista de El perro del sur, Portis consigue una de las maniobras más complicadas en narrativa: que un sujeto plomizo, alguien que amontona las monedas en la barra “según su valor” y que posee “veinte metros de libros”, acabe siendo fascinante, y tronchante, página tras página, a través de su delirante cruzada para recuperar a su mujer, camino de la Honduras Británica.
Uno de los secretos de Portis, supongo, es no reírse de sus personajes, sino con ellos. Sus protagonistas, de quienes Midge es perfecto arquetipo, son apocados, empáticos, bienhablados y puntuales, nada heteropolludos (razón por la cual han envejecido tan bien, al contrario que los adúlteros pederastas de Roth o Updike); siempre se especializan en conocimientos arcanos (en el presente caso: mecánica del automóvil y “400 volúmenes de historia militar”), pero eso no los convierte en carismáticos ni les otorga puntos de cool. Tal vez por ello, Portis ama a cada uno de sus anodinos freakies y, como decía, les convierte en excitantes. El novelista poseía una mirada microscópica para las pequeñas cosas, los tics y gestos de la gente, así como, en efecto, un oído sobrenatural para el habla ajena. Por esa razón los diálogos —el de cuando Midge se enfrenta a Dupree, por ejemplo— son de los más naturales (que no naturalistas) y además descacharrantes, que pueden hallarse en literatura.
Lo dije al principio: El perro del sur es uno de los libros más divertidos, y mejor escritos, del siglo XX, y Charles Portis su nuevo escritor favorito; aunque ustedes no lo sepan aún.

El perro del sur
Traducción de Javier Lucini
Dirty Works, 2025
259 páginas, 25,95 euros
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