El wéstern no se agota: la condición humana explicada por vaqueros
Desde el análisis de la obra maestra ‘Río Bravo’ hasta los clásicos del siglo XXI, varios ensayos abordan la grandeza de un género cinematográfico que descubre la mentalidad estadounidense
En la sobresaliente serie documental Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano, el director estadounidense asegura que la evolución del género del wéstern podría entenderse a partir de tres películas dirigidas por el mismo director, John Ford, y protagonizadas por el mismo actor, John Wayne. Estas películas serían La diligencia (1939), La legión invencible (1949) y Centauros del desierto (1956). Del héroe con moralidad de la primera, pasando por la figura benevolente y paternal de la segunda, hasta llegar al inadaptado de la última, los valores originales se van quedando por el camino ante nuevos conflictos y contradicciones en un país, Estados Unidos, que hasta parece distinto.
Lejos de quedarse estancada, esta evolución no ha dejado de renovarse hasta nuestros días. Bien lo sabe el propio Scorsese cuya última película, la aclamada Los asesinos de la luna (2023) —basada en el libro del mismo título escrito por David Grann—, ha supuesto el primer wéstern de su filmografía. Se ha tratado de otra revisión del género que, hoy por hoy, sigue estando de actualidad también en las librerías con suculentos ensayos que, escritos por expertos españoles y publicados en 2024, abordan la grandeza de un género cinematográfico que permite penetrar en la cultura y la mente estadounidenses más que ningún otro, pero también en la condición humana con toda su épica y tragedia.
Como escribe Juan Manuel de la Poza en Río Bravo. La quintaesencia del wéstern (Sílex), se trata del género cinematográfico “absoluto”. Quizá por ello su estudio sobre la película dirigida por Howard Hawks y protagonizada por John Wayne también busca situarse como un estudio absoluto, o definitivo. Su magnífico ensayo, de 33 capítulos, en los que se analizan al detalle todos los personajes y elementos de la obra, el rodaje, el homenaje al cine mudo o su influencia posterior, aparece cuando se cumplen 65 años del estreno de Río Bravo (1959). El filme del maestro Hawks, que siempre se declaró admirador de John Ford reconociéndole como “el mejor director”, se erigió en una cumbre del wéstern justo dos años después de Centauros del desierto. Una cumbre del wéstern tradicional, en el que se respetaban una serie de principios y se aspiraba a mantener la esencia de una mirada que siempre se apoyó en retratar la amistad, la integridad, la lealtad o la dignidad. En palabras de Poza, Río Bravo derrocha “magia” y buena parte de culpa residió en un elenco sublime que acompañó a John Wayne, esto es, Dean Martin, Ricky Nelson, un pletórico Walter Brennan y Angie Dickinson. Todos se pusieron al servicio del viejo zorro plateado, tal y como se conocía a Howard Hawks en Hollywood, que se lanzó de lleno a Río Bravo molesto por la visión ofrecida en Solo ante el peligro (1952), dirigida por Fred Zinnemann y protagonizada por Gary Cooper, donde se ve al primer sheriff desmitificado de la historia. Hawks, un genio que siempre triunfó en todos los géneros, fuera drama, comedia, cine negro o de época, quería un sheriff que asumiera riesgos y se abstuviese de pedir ayuda.
Río Bravo supuso llegar a la cumbre, y eso significaba establecer, después de la propaganda nacional con la que nació el género para cambiar el relato de la conquista del Oeste, la supremacía del wéstern psicológico. El ensayo Western USA. 1962-1992, editado por Donostia Kultura y Filmoteca Vasca en su colección Nosferatu y coordinado por Carlos Aguilar y Pablo Fernández, empieza justo donde lo deja Howard Hawks con su mirada tan profunda de las relaciones humanas. Si el wéstern clásico ha llegado a su tope, entonces, estalla la cualidad crepuscular y, por tanto, un nuevo revisionismo mucho más iconoclasta y rupturista. Western USA. 1962-1992 arranca con una película relevante y definitiva en este sentido: Duelo en Alta Sierra (1962), dirigida por Sam Peckinpah, experto en ofrecer a viejos cowboys que han perdido su sitio en el mundo. Como se señala en el ensayo, “en los primeros minutos de Duelo en Alta Sierra parece condensarse el espíritu que va a imperar en las tres siguientes décadas: los héroes están cansados, pero corramos una nueva aventura”. Porque, si el género vaquero ya no es lo que era, todavía puede renacer de un modo apasionante desde la mirada que nace de la convulsión donde los cimientos del American way of life se tambalean y la violencia pasa a primer plano tras el asesinato de Kennedy, la guerra de Vietnam y los ataques raciales. La paranoia entra, por tanto, en el wéstern.
El libro repasa tres décadas sin olvidarse de nada: el dirty western —definido por el propio Peckinpah en la magnífica Grupo salvaje (1969)—, la renovación musical del estilo —a destacar La leyenda de la ciudad sin nombre (1969), de Joshua Logan y un fantástico protagonista Lee Marvin—, los poswésterns —sobresale Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972), de Sydney Pollack, o la soberbia trilogía europea de Sergio Leone con Clint Eastwood, al que, acertadamente, se le dedica un lugar de oro como “cineasta cardinal”, cerrando este repaso conceptual de 30 años con Sin perdón (1992) y otorgándole la condición de mito a la altura de John Wayne.
Lugar prominente también tiene la mirada al género del nuevo Hollywood. En este sentido, otro ensayo ahonda aún más en el wéstern contracultural, sin finales felices ni moralizantes. Se trata de ¡Ese era mi bistec, Valance! (Sílex), escrito por Andrés Rus y Javier Sanabria, un recorrido por 20 películas donde “se impone la poética de la derrota”. Irremediablemente, se cita a Peckinpah con más de una película y a responsables de este Hollywood contra el star-system como Robert Altman, Richard Brooks o Arthur Penn. Sin embargo, se agradece en su cuidada selección la inclusión de El día de los tramposos (1970), del enorme Joseph L. Mankiewicz, o El topo (1970), de Alejandro Jodorowsky.
El wéstern no se agota y, por tanto, la interesante revista cinematográfica Fila Siete dedica uno de sus libros desde la perspectiva más actual. El wéstern renacido del siglo XXI (Fila Siete), escrito por Alberto Fijo, Ruth Gutiérrez Delgado y Gema Pérez Herrera, se detiene en clásicos contemporáneos como Pozos de ambición (2007), de Paul Thomas Anderson; Django desencadenado (2012), de Quentin Tarantino; El renacido (2015), de Alejandro González Iñárritu, o Los hermanos Sisters (2018), de Jacques Audiard. Una pena que no se incluya El poder del perro (2021), en la que la estupenda Jane Campion revisa los postulados con una obra bella y sugerente desde la propia reformulación de la sexualidad. Este filme, como Los asesinos de la luna, de Scorsese, y como tantos otros en los últimos lustros, solo indican que el wéstern sigue vivo y lo seguirá estando durante mucho tiempo.
Río Bravo. La quintaesencia del wéstern
Sílex, 2024
428 páginas. 24 euros
Western USA. 1962-1992
Donostia Kultura, 2024
256 páginas. 20 euros
¡Ese era mi bistec, Valance! El western de la contracultura en 20 películas (1960-1980)
Sílex Ediciones, 2023
254 páginas. 23 euros
El Western renacido del siglo XXI
Filas Siete, 2024
240 páginas. 22 euros
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