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LA PELÍCULA DE LA SEMANA | EL RENACIDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estética deslumbrante. ¿Y qué más?

Durante su muy largo metraje estoy exclusivamente concentrado en la belleza de las imágenes, en el milagro de la luz natural

Carlos Boyero
Leonardo DiCaprio, en 'El renacido'.
Leonardo DiCaprio, en 'El renacido'.

EL RENACIDO

Dirección: Alejandro G. Iñárritu.

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson.

Género: western. EE UU, 2015.

Duración: 156 minutos.

El título de esta sección, La película de la semana, es maximalista y en bastantes casos engañoso. Como siempre escribo en primera persona, les contaría que la elegante, sutil, emotiva y compleja Carol no solo es mi película favorita de la semana, sino de los últimos tiempos. Pero me gusta escribir en caliente de lo que he visto (disfruté inmensamente de ella en Cannes, pero de eso hace nueve meses) y la despreciable política de algunas distribuidoras hacia sus mejores criaturas por parte de cantamañanas convencidos patéticamente de que son muy cools, haciendo únicos o imposibles pases de prensa para la gente que tenemos la obligación, el placer o el disgusto de hablar de sus películas, me impide describirles lo que sentí con Carol.

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Y con El renacido, presumible acaparadora de los Oscar, igual que me ocurrió el año pasado con la venerada Birdman, también del místico y nuevo rey de Hollywood llamado Iñárritu, durante su muy largo metraje estoy exclusivamente concentrado en la belleza de las imágenes, en la prodigiosa luz natural que capta Emmanuel Lubezki, en el milagro de que hayan podido rodar durante tanto tiempo en lugares tan glaciales, hermosos y salvajes, en la estructura, el riesgo, el coraje y la estética de lo que miro. Pero ante lo me cuentan asisto sin frío ni calor, no siento la terrible odisea del protagonista, y me cuesta trabajo creer que, aunque sea alguien tan legendario como Leonardo DiCaprio, pueda seguir vivo a infinitos grados bajo cero después de que se lo coma un oso, que le arrastren los rápidos de un río y las cataratas, que se caiga de un barranco de infinitos metros, y que no la palme porque el protagonista y la historia se acabarían en una superproducción que exige un taquillazo después de una campaña de marketing (vendiendo arte y espectáculo, por supuesto) que empieza a darme mareos. Me ocurre algo parecido con Birdman. Durante una hora estuve pendiente de sus falsos y brillantes planos secuencia, acompañados de los inquietantes sonidos de una batería. Y de la enfática aunque insoportable Biutiful, ni eso.

El renacido habla del instinto de supervivencia en condiciones infernales, de la fuerza que otorga la necesidad de venganza, de las brutales leyes de la naturaleza cuando fallan todas las civilizadas defensas ante ella. ¿Y Leonardo DiCaprio? Muy bien, como siempre. Sabe sufrir todo el rato. Pero el Oscar lleva mereciéndolo hace demasiado tiempo y no pasará a la gran historia del cine por dar agonía y vida al trampero traicionado.

Esta noche voy a ver en mi casa por centésima vez Las aventuras de Jeremiah Johnson, aquella preciosa película escrita por el loco lírico John Milius y dirigida por Sydney Pollack. Describe la elegida soledad de un hombre en parajes hermosos donde solo viven los indios, los animales y algún zumbado que jamás encontró su estrella en la civilización. Matan a su niño adoptado y a su mujer india y su supervivencia ya solo existe para la venganza. Seguro que me vuelve a emocionar.

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