Ir al contenido
_
_
_
_
En colaboración conCAF

Sacar del olvido la vela y volver a usar el viento para pescar como contrapeso al petróleo

Ante los altos precios del combustible y sus efectos contaminantes, una comunidad pesquera del Pacífico colombiano rescata la navegación a vela de los abuelos

Pescadores navegan por el río Guapi en embarcaciones impulsadas por velas, en el departamento del Cauca, Colombia.

EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

Hace menos de tres décadas los pescadores del Pacífico colombiano se deshicieron de sus velas y se olvidaron de ellas. A pesar de que habían sido sus compañeras incondicionales, la eficacia del motor a gasolina las relegó al olvido. El progreso, que en los años 90 llegó con la promesa de la velocidad, hizo que todos los pescadores que se habían entrenado físicamente para las largas faenas, desearan una embarcación de combustible. Entonces, olvidaron la vela y con ella a leer la naturaleza y sus señales, traducir el lenguaje de las corrientes, olvidaron cómo se ponían los mástiles para aprovechar los vientos a favor y cómo se cosían los bultos de harina que llegaban a la panadería del municipio de Guapi, en el departamento del Cauca, para construir con ellos las grandes velas que surcaban el Pacífico.

Este olvido habría sido menor, una anécdota más en los recuerdos de los viejos, si el tiempo y las inclemencias de ese anhelado progreso no hubieran traído también consigo altos grados de contaminación y unos costos insostenibles en los combustibles que, en lugar de ayudar a los pescadores, terminaron por precarizarlos más.

“En el 2012 conseguimos nuestro primer motor, porque vimos que los otros iban más rápido y ya uno se sentía como obsoleto”, dice el pescador guapireño Frigerio Caicedo Valencia, que recuerda cuando salía con su padre a pescar con vela y canalete, como le llaman en esa región al remo. “Al principio, notamos una mejora en la captura, porque podíamos ir mucho más lejos y más rápido, pero con el tiempo, la pesca comenzó a disminuir y a su vez empezó a aumentar el precio de la gasolina. Así que nos empezó a salir lo gastado por lo comido”, explica el pescador.

El pescador y navegante, Frigerio Caicedo Valencia, rema en el litoral del río Guapi.

Hoy en día, para una faena habitual de pesca por esta costa pacífica, se usan 15 galones de gasolina. Cada galón cuesta aproximadamente 5,5 dólares, un precio más alto que el habitual porque esta tierra del Cauca no tiene carreteras que la conecten con el exterior. Entonces, a pesar de que la venta de los pescados alcance a sumar unos 190 dólares, casi 90 dólares se van solo en el combustible, mientras el resto se tiene que distribuir entre todo el grupo de pescadores.

“En nuestro trabajo con la población en Guapi muchos recuerdan con exactitud el día en que compraron su primer motor. Este fue un momento importante para muchos porque la vela empezó a estar asociada con la pobreza”, cuenta Diana María López, investigadora de la Universidad Nacional de Colombia y directora del proyecto Econavi Pesca del Pacífico, que hace una apuesta por una navegación pesquera sustentable. “Sin embargo, cuando empezamos a trabajar en la recuperación de la memoria de esa vela que usaban los abuelos, nos dimos cuenta de que muchos pescadores empezaron a interesarse por el factor económico. Hoy, cuando los pescadores hacen la cuenta a final de mes, están casi trabajando para pagar el motor con el que navegan”, añade la investigadora.

El pescador Teodoro Ibarbo (izquierda) enseña a dos estudiantes a elaborar un modelo de embarcación con velas.

Con la navegación a vela ocurrió algo muy parecido a lo que ha acontecido en torno a las técnicas tradicionales de construcción. “Se supone que hoy un indicador de que le está yendo bien a una familia es que tiene una casa de concreto, de material como le dicen ellos, y que las casas en madera, que era el material propio de la zona e ideal para el tipo de clima, están vinculadas con la pobreza”, explica por su parte Valentina Salazar, socióloga de la Universidad Nacional vinculada con el proyecto. “Pero mientras en las casas de concreto tienen que comprarse un aire acondicionado para sobrevivir al calor, en la casa de madera podían usar las condiciones naturales del material para resistir al clima. Ese vínculo con la pobreza le ha quitado dignidad a las tradiciones de la población”, añade.

Este viaje de recuperación de las tradiciones, de desempolvar los saberes de cómo se navegaba en el Pacífico en otros tiempos, no tiene como objetivo, sin embargo, emprender una guerra contra el “progreso” traducido en los motores. Más bien, pretende optimizar un recurso que la población ya sabía usar, del que los mayores aún pueden enseñar y que, además, es gratuito.

En contraposición a la escasez del combustible y sus altos costos, el viento parece un recurso abundante en Guapi. “Hablar de los vientos de Guapi, es hablar de los vientos del Pacífico. Por nuestra ubicación, todas las mañanas amanece aleteando un viento llamado Sur. El Sur nos impulsa hacia el mar por la mañana y su fuerza y compañía la tenemos hasta las 11″, asegura Sebastián Loango, otro pescador experimentado de la zona, entusiasta de la vela. “Ya a medio día, comienza a haber una calma que le abre paso al ventilar del noroeste, viento que nos impulsa otra vez hacia nuestra casa. ¡Es una maravilla! Sí, claro, a veces sopla el Norte, un viento más franco y el mar se pone más agitado. Pero la mayoría de las veces, yo diría un 90%, podemos usar el viento a nuestro favor para la pesca”. Los pescadores además reconocen que, con el silencio de las embarcaciones a vela y la desaceleración del uso de tanto combustible, se puede contribuir a que mejore la afluencia de peces en esa zona que se ha visto minada por los altos niveles de contaminación.

Un pescador cose una vela en los talleres impartidos en el municipio de Guapi, en el Cauca.

Con condiciones tan favorables, la población de Guapi empezó a interesarse cada vez más en entender los sistemas de velas. Incluso, se aventuraron a construir embarcaciones que les facilitara tener un sistema híbrido con motor y con viento. “Comenzamos a estudiar, a investigar, nos trasladamos 40 años atrás cuando acompañábamos a nuestros padres, siendo aún unos niños, para pescar con vela y recordar cómo todo lo capturado era utilidad para nosotros”, recuerda Frigerio, quien explica que en este ejercicio colectivo de actualizar la memoria, también han descubierto algunas variaciones en la forma de la vela guapireña para optimizar mejor los vientos. Además, pescadores e investigadores se han dado a la tarea de hacer diseños con telas que se fabriquen en la región y mástiles que se puedan hacer con fibra de vidrio, un material que, al ser usado para las lanchas, es muy común en la zona.

Lejos de ser este un caso aislado, los nuevos navegantes a vela de Guapi han descubierto que, en otra altura del Pacífico, en la costa del norte del Perú, una comunidad de pescadores artesanales llamada Hilos del viento ha mantenido la vela como su único y mayor recurso para pescar. Este descubrimiento ha posibilitado que entre los pescadores de cada país se entable una conversación que les permita aprender nuevos saberes e intercambiar estrategias para hacer más rentable su negocio.

A través de los talleres, los pescadores promueven el uso de las velas a los jóvenes de su comunidad, ya que son ellos quienes preservarán el legado de sus ancestros.

Recuperar el saber de la vela en Guapi, habilitar conversaciones entre los mayores y los nuevos pescadores no solo ha provocado la reactivación de una tecnología. “Alrededor de la vela se ha desvelado todo un entramado cultural, uno que tiene que ver con el entendimiento de su entorno, de su territorio, de sus conocimientos y de sus propias prácticas económicas”, explica la investigadora Diana María López, quien concluye que el objetivo principal de esta apuesta es que la población “pueda hacer transiciones justas, que las mismas comunidades vayan definiendo qué les sirve, para qué y en qué contexto”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_