¿Frutas tropicales en Italia? El cambio climático cambia el mapa de cultivos del mundo
Según datos de la FAO, Perú ha visto una caída del 55% de las exportaciones de mango, al igual que México y Brasil, que han disminuido en 2% y 8%, respectivamente, algo que los estudios vinculan al calentamiento global
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Hace 12 años, mientras deambulaba por la campiña siciliana, Vincenzo Amata se topó con una parcela de árboles en flor. Un poco después, encontró a un agricultor. Mientras Amata le hacía una pregunta tras otra, éste arrancó un mango de un árbol y se lo ofreció. Todavía no lo sabía, pero ese primer bocado de aquella fruta de color amarillo brillante iba a cambiar su vida. “Todavía puedo saborearlo hoy”, relata. Ese sabor dulce y esa textura suave y aterciopelada no se parecía a nada que hubiera probado antes. “Se me pusieron los pelos de punta y la piel de gallina de lo delicioso que estaba”.
Seis meses después, Amata dejó su carrera como vendedor de ropa para poner en marcha su propio cultivo de mangos. “Me hizo salir de mi elemento. Pero me enamoré”, asegura. Desde entonces, ha cultivado seis variedades populares de esta fruta tropical en PapaMango, su huerto de siete hectáreas en Messina, en la costa noreste de Sicilia. A medida que el cambio climático complica el cultivo de los productos históricamente emblemáticos de la región, como aceitunas y limones, Amata ve cómo más agricultores siguen el mismo camino. “Están empezando ya a cambiar de los limones a los mangos”, afirma.
El aumento de las temperaturas, los cambios en las precipitaciones y las nuevas enfermedades son algunos de los efectos climáticos que están cambiando lo que se cultiva en todo el mundo. Conforme el calentamiento plantea importantes desafíos al campo, los agricultores están abandonando cultivos con cosechas cada vez más escasas o amenazados por patógenos y plagas por otros más acordes con las condiciones locales cambiantes. Los productores de algunas zonas de Latinoamérica y Asia recurren cada vez más a variedades de quinoa altamente adaptables y tolerantes al estrés en lugar de a cultivos sensibles al clima como el café. En el Medio Oeste, están experimentando con mijo resistente a la sequía, mientras que los agricultores del África subsahariana están adoptando variedades de sorgo y legumbres que requieren menos agua que otros cereales.
Esta tendencia no hará más que acelerarse, redefiniendo radicalmente aquello por lo que son conocidas las diferentes regiones. El mango ilustra esta tendencia. La fruta, que supera en ventas a la mayoría de sus homólogas tropicales, se cultiva en unos 120 países. Pero muchos de los principales productores se enfrentan a temperaturas más altas, a una mayor aridez y a otros desafíos para cultivar un producto que requiere condiciones muy específicas para prosperar. A medida que crece su popularidad (está previsto que la producción mundial alcance los 65 millones de toneladas el próximo año), su desarrollo está empezando a desplazarse a nuevas zonas. Los mangos, que se cultivan desde hace milenios, se adaptan bien a las zonas subtropicales y tropicales. Los árboles, que pueden llegar a alcanzar más de 30 metros de altura, suelen preferir temperaturas en torno a los 25 °C y tienden a ser increíblemente sensibles a las heladas.
Gran parte de Italia disfruta de un clima mediterráneo caracterizado por veranos calurosos e inviernos suaves, que proporcionan las condiciones ideales para las frutas subtropicales. Con la sequía y las condiciones más cálidas que provocan fuertes descensos en la producción de aceite de oliva y cítricos, muchos agricultores italianos apuestan por nuevos cultivos. Esto es especialmente frecuente en el sur, donde los olivos están cediendo terreno a los más rentables mangos y aguacates en lugares como Sicilia, Puglia y Calabria.
Italia gana; Perú, México y Brasil pierden
En 2023, los cultivos de mango abarcaban casi 1.215 hectáreas en toda Italia, frente a 500 en 2019 y apenas 10 en 2004, según datos del comercio agrícola. Un invierno suave y una primavera relativamente cálida dieron lugar a una cosecha récord el año pasado, con la que los productores sicilianos obtuvieron hasta 5,50 euros por kilo de mango, mientras que los productores de limón ganaron solo 1,22 euros.
“El precio del mango ha subido, así que me va bien”, señalaba Amata. Él emplea a tres personas durante todo el año en PapaMango, donde se producen más de 45.000 kilos anuales de mangos. “El precio ha subido porque la demanda ha aumentado debido a los efectos climáticos en otros lugares”.
Aunque India es el principal productor y consumidor mundial de esta fruta dulce, la mayoría de los mangos que se encuentran en los supermercados de Estados Unidos proceden de México, Brasil y Perú. Los tres países, que en 2023 produjeron conjuntamente casi 5,5 millones de toneladas métricas de mangos, mangostines y guayabas, registraron un descenso de la producción el año pasado, una tendencia impulsada en gran medida por el cambio climático.
Aún está por verse la magnitud de esta disminución, pero, según datos provistos por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), los datos comerciales preliminares y fuentes de la industria indican que las exportaciones de México cayeron un 2%, mientras que las de Brasil experimentaron una disminución del 8%. Las exportaciones de Perú se desplomaron un asombroso 55%.
Otros informes atribuyen claramente algunas de estas caídas al cambio climático. La sequía y la escasez de agua provocaron problemas generalizados en la calidad de la fruta y la productividad agrícola en todo México. Las lluvias excesivas redujeron las cosechas en Brasil, mientras que las temperaturas inusualmente cálidas, junto con los efectos duraderos de El Niño, provocaron lo que podría ser la peor temporada de cosecha de mango de Perú en la historia.
Estas tendencias contribuyeron a una disminución del 22% en el número de mangos importados por Estados Unidos en los primeros cinco meses del año pasado en comparación con 2023. Además, los precios de venta al público aumentaron. Las importaciones se recuperaron a finales del verano y finalmente superaron los niveles de 2023, lo que redujo los costes, pero los consumidores siguieron pagando más por ellos.
Pese a eso, la producción mundial se mantuvo fuerte debido al aumento del rendimiento en otras partes del mundo y a la expansión hacia nuevas zonas de cultivo. La producción mundial de mangos, mangostines y guayabas se ha duplicado con creces en los últimos 20 años, una tendencia que la FAO prevé que continúe. Pero esas cifras reflejan la producción en todo el mundo y podrían ocultar descensos en regiones concretas, según la economista de la FAO Sabine Altendorf.
“En general, dado que los mangos se encuentran entre los productos agrícolas más frágiles y perecederos, su producción y comercio se ven amenazados por multitud de factores, que pueden estar relacionados con los efectos del cambio climático”, afirma Altendorf. Todos estos factores agravantes “son motivo de gran preocupación para los productores, ya que pueden tener efectos devastadores en los cultivos y poner en peligro el sustento de los pequeños agricultores”.
Los árboles de mango en flor pueden verse en todo el Estado mexicano de Chiapas. La región más meridional del país está repleta del popular mango dorado Ataúlfo, uno de los principales productos de exportación del país. Luis Alberto Sumuano, que nació y se crio en el seno de una familia de agricultores en Tapachula, Chiapas, estudia la producción de ese tipo de mango. También economista agrícola de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ha descubierto recientemente que, si los productores de mango de Chiapas no pueden empezar a cosechar en diciembre para vender su fruta antes de marzo, les cuesta obtener beneficios debido a la dinámica del mercado y a la menor calidad de la fruta. Una caja de mangos Ataúlfo vendida a un proveedor en enero suele reportar al productor unos 63 dólares, pero esa misma caja, si se vende después de marzo, podría pagarse a solo dos dólares, explica.
Productores que abandonan el oficio en el sur de México
Aunque México ha experimentado un descenso general de la producción debido en parte a la sequía, otro problema climático afecta a los agricultores de Chiapas, donde años consecutivos de episodios cada vez más volátiles de fuertes lluvias han retrasado la floración, alterando todo el ciclo de producción. Todas esas precipitaciones estimulan también la propagación de plagas como la mosca de la fruta y el aumento de las enfermedades fúngicas, todo lo cual se está convirtiendo en un problema creciente a medida que el planeta se calienta. “Al mismo tiempo que luchas contra la lluvia, también tienes que aumentar los productos químicos para tratar de reducir los hongos”, señala Sumuano. “Es el doble de difícil”.
El economista teme lo que esto pueda significar para la producción de mango en el sur de México. Está empezando a ver un goteo constante de productores que “abandonan el oficio” para dedicarse a otras labores, como el ganado o el aceite de palma, que no se enfrentan a los mismos desafíos.
Sin embargo, aunque a la fruta le aguarda un futuro incierto en Chiapas, prospera en otras partes de México, lo que pone de relieve hasta qué punto el cambio climático puede remodelar la agricultura en una extensión geográfica relativamente pequeña. Esto es especialmente cierto en el caso de las variedades de mango Kent, que se cultivan principalmente en la región de Sinaloa. Según datos de Empacadoras de Mango de Exportación A.C., este año el mango verde supuso el 20% de las exportaciones a Estados Unidos, casi el triple que en 2023. Por el contrario, las exportaciones de Ataúlfo a Estados Unidos han caído un 4,5 % desde 2023. Esto se debe en parte a que no solo algunas variedades de mango son más resistentes al clima que otras, sino que algunos microclimas pueden ser más adecuados para la producción, con campesinos que han adoptado prácticas como el desarrollo de variedades cultivadas resistentes a enfermedades y plagas.
Es una paradoja que se puede observar también en otros lugares. En California, donde se cultivan mangos en la región sur desde finales del siglo XIX, los agricultores de las zonas central y septentrional del Estado están adoptando ahora esta fruta. Florida es otra zona prometedora. Alex Salazar afirma que, aunque el calentamiento y las enfermedades han erosionado la producción de cítricos, la incipiente industria del mango ha experimentado un auge. Salazar dirige Tropical Acres Farms, una explotación de 2,8 hectáreas en West Palm Beach, donde él y su esposa cultivan y venden frutas y árboles. El negocio ha florecido en los últimos cinco años —la mayor tasa de expansión que han visto desde su apertura en 2011— a medida que la demanda comercial de árboles de mango ha aumentado en California, Arizona y Texas.
“No solo es más fácil cultivarlos ahora debido a las temperaturas más cálidas y a los inviernos más suaves, sino que los mangos tampoco requieren mucho”, explica Salazar. “No tienen las mismas exigencias nutricionales que otros cultivos tropicales, como los aguacates o los plátanos. Tienen un cierto atractivo para gente que quiere cultivar algo, pero sin tener que hacer todo tipo de cosas abrumadoras para encontrar la felicidad. Eso cuenta mucho para las personas que buscan cultivos alternativos”.
Jonathan Crane, especialista en cultivos de frutas tropicales del Instituto de Ciencias Alimentarias y Agrícolas de la Universidad de Florida, también ha notado esta tendencia. “La gente ha intentado cultivar frutas tropicales como el mango desde el siglo XIX, pero no era viable en la mayor parte del Estado”, señala. En lugares como el centro de Florida, ya no es así. El cambio climático ha reducido progresivamente la frecuencia de eventos de congelación en toda la región. “En los últimos ocho años, cada vez me contactan más personas que quieren plantar mangos”, asegura.
Pero Crane señala que el cultivo del mango en la región se enfrenta a sus propios desafíos. En los dos últimos años, las oleadas de calor excesivo, los huracanes destructivos y los episodios de heladas, menos frecuentes pero más erráticas, han afectado negativamente la capacidad de los árboles para florecer y dar frutos. No obstante, ninguno de estos factores parece estar frenando la avalancha de interés en la incipiente industria.
Mientras el planeta continúa calentándose, cada vez más personas acuden en masa a cultivar la famosa fruta en nuevos lugares. En una época en la que lo que cultivan los agricultores y cómo lo cultivan está en constante cambio, el mango es tanto una señal de advertencia del efecto en cascada del cambio climático como un símbolo de resiliencia.
Este artículo ha sido producido por Grist y publicado conjuntamente con El País. Sara Ventimiglia ayudó con la traducción del italiano.
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