Las mujeres afro luchan por la inclusión en Uruguay, un país que se resiste a la paridad
Detrás de casos como el de las senadoras Gloria Rodríguez o Doris Piriz hay una historia de batallas de movimientos sociales, abuelas y madres desde los 70

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En 2013, cuando se promulgó en Uruguay la ley para promover la igualdad de oportunidades y la equidad racial de la población afrodescendiente, Leticia Rodríguez Taborda tenía 31 años. Producía contenidos audiovisuales, entrevistaba a personas en la calle e iba a reuniones de partidos políticos para promoverlos. Ella es activista del movimiento afro, gestora cultural y productora audiovisual. “Soy hija de Elsa y Conrado, dos afrouruguayos que se conocieron en un baile. En Uruguay decimos que venimos de los barcos, pero yo digo que venimos de los bailes, de los fogones, donde nacieron los abrazos”, afirma. Hoy, a sus 43 años, es directora de la Secretaría de Equidad Étnico Racial y Poblaciones Migrantes de la Intendencia de Montevideo.
Desde muy joven, Taborda se cuestionó la ausencia de la historia del pueblo afrodescendiente y afro indígena, así como la influencia que tuvieron en Uruguay. “¿Quién era la “mamá vieja” [personaje del candombe]? ¿Cómo se conformó la Unidad de Trabajadores del Azúcar? Ellos fueron parte de nuestra revolución”, apunta. Su propia exploración inició con estudios académicos de tango y ritmos del Río de la Plata, de influencia afro. Así, combinó sus pasos de baile con la militancia hasta llegar a la política.
En 2012, la funcionaria ingresó como técnica al Departamento de Mujeres Afrodescendientes (DMA) del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en un momento en el que Uruguay institucionalizaba las políticas de género y la reparación histórica a la población afro. Allí, de la mano de Alicia Esquivel, directora del departamento, médica y lideresa feminista afro, Taborda ganó mayor confianza. “Aprendí a plantarme con seguridad. No obstante, aún hoy, en algunos partidos, somos vistas muchas veces como inferiores”, afirma.

Uruguay tiene una población afrodescendiente de poco más del 10% (unos 340.000 habitantes). Y las mujeres uruguayas son el 52,8%. Hace días, Cladem Uruguay, una red social jurídica feminista en la región, emitió un comunicado de preocupación sobre la violencia contra las mujeres en ese país y destacó que estaban “alarmadas por el vergonzoso lugar que ocupa Uruguay en la desigualdad hacia las mujeres en la participación política”. Para las mujeres afro, se hace más cuesta arriba, aunque siempre hay excepciones que confirman la regla, como Gloria Rodríguez quien fue senadora del Partido Nacional (de centroderecha) entre 2020 y 2024. Especialistas en política afirman que si bien las mujeres participan en las bases de los partidos, el acceso a cargos más altos sigue siendo un desafío, a pesar de la ley de cuotas que promulga la paridad.
Las nuevas figuras
Desde este mes, el Senado uruguayo tiene a Doris Piriz (53 años) en el Senado, como primera suplente del senador Felipe Carballo, y única mujer afro en la cámara. Piriz es del Frente Amplio y trabaja en el Área Étnica Racial de la ciudad Canelones. Piriz se autodefine como activista independiente por los derechos afro, además de candombera. Es una entusiasta de la cultura afrouruguaya que entre 2015 y 2020 trabajó en el Área de Carnavales de la Dirección General de Cultura. El mayor logro de su gestión fue instalar el carnaval en los 32 municipios de Canelones y abrir la Formación de Danza Candombe en su intendencia. “Lo importante es colectivizar la lucha afro”, afirma.
La senadora suplente entrelaza sus preocupaciones políticas y de equidad racial con proyectos que reafirman la identidad de la belleza afro. Así creó el proyecto Motas de productos para el cabello rizado, afro y crespo. Ahora, desde el Senado, tiene pensado formar equipos de investigación enfocados en la salud afro, con especial atención en la salud mental.

Taborda y Piriz tienen antecesoras que han tejido la lucha por la equidad de género y el antirracismo. Vicenta Camusso (65 años), se presenta como afrouruguaya, madre, abuela y amiga. Comenzó a actuar en movimientos sociales y políticos en los años 70, durante el proceso militar. Estudiaba sociología en un país en que alcanzar la ciudadanía plena era un desafío. “Ser una persona con derechos era prioritario, más allá de mi descendencia afro”, recuerda. En 1984, ya era madre de Joaquín y participó en la marcha del 8M. Tras la represión, llegó corriendo a su casa, descalza. Al final de la dictadura militar uruguaya, se involucró cocinando en ollas populares en el marco de los paros nacionales. Camusso vivió la discriminación racial desde siempre. “Sucedía en actos cotidianos, en miradas. En las fiestas de jovencita, nadie me invitaba a bailar. Esas cosas pasaban. Mi madre me decía: ‘a secarse las lágrimas y a acordarse que usted es negra’”, recuerda. Es oriunda de Las Piedras, una pequeña ciudad del departamento de Canelones y, en los años 90, amplió las fronteras armando redes con lideresas latinoamericanas antirracistas. Hoy está al frente del Instituto Afrodescendiente para el Estudio, la Investigación y el Desarrollo, donde trabaja junto a Epsy Campbell, exvicepresidenta de Costa Rica. “Hoy el desafío para la participación política de las mujeres afro es su formación en liderazgo”, asevera.
Sin gotas no hay océano. Myrna Sosa Pereyra (64 años), nieta de una esclavizada brasileña, trabajó como cocinera, creció en una familia militante de afiliados al Frente Amplio y vivió desde siempre en Pocitos, un barrio de alto poder adquisitivo de Montevideo. “Éramos los negritos de la cuadra”, recuerda. Ocupa el cargo de Referente Afro en el municipio CH, que abarca barrios de alto nivel socioeconómico y donde la población afro representa solo el 2,6%.“Limar los prejuicios étnicos raciales es una tarea oceánica”, dice. Sosa Pereyra organiza charlas de concientización sobre antirracismo en colegios de la zona. “Me tocó ir a una clase de 40 alumnos, donde 21 son inmigrantes y eso habla del Uruguay actual”, explica. “Lucho como mujer y mujer afro junto a mis compañeras, dentro de mi comité y con muchos desafíos, porque no somos tomadas en cuenta para varias cosas”, concluye.

Cerca de la casa de Sosa Pereyra está la Plazuela de las Lavanderas, que honra la labor de las mujeres africanas y afrodescendientes. La gestión del municipio trabaja en remodelaciones yen un mural. “Allí se ve la historia”, refuerza. Y dar más pasos a la representatividad política es tener más voces en su análisis. “Podemos hablar no solo de temas de afrodescendientes, sino de otras áreas de experticia que tenemos: política económica, desarrollo, salud, empleo”, concluye Camusso. Solo así, las gotas del océano se harán marea.
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