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Dos años de Francia Márquez: de luchar fuera del Gobierno a pelear dentro de él

La vicepresidenta y ministra de la Igualdad tiene poco poder en el gabinete y no ha contado con el respaldo necesario para llevar a cabo su agenda nacional. Pero tanto su apertura diplomática hacia África como sus denuncias contra el racismo han generado cambios significativos

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, saluda a la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, saluda a la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, durante el desfile del Día de la Independencia de Colombia, el 20 de julio de 2024, en Bogotá.Diego Cuevas (Getty Images)
Camila Osorio

A dos años de convertirse en la primera mujer vicepresidenta negra de Colombia, Francia Márquez cada vez habla más del sabor agridulce del poder. “Me siento mal, porque siendo vicepresidenta ni siquiera he podido arreglar la carretera de mi propia comunidad, donde la gente no tiene agua potable y yo llevo un año luchando internamente dentro de mi gobierno para que se construya el acueducto”, dijo en noviembre para la revista Cambio. Una entrevista en la que la activista habló sin filtros sobre cómo su lucha ya no es contra el Gobierno sino dentro de este. Una lucha en la que ha alcanzado algunas victorias y muchas frustraciones.

La llegada de Francia Márquez a la vicepresidencia no solo cambió su vida sino la de su familia. Vienen del municipio rural de Suárez, Cauca, y el ajuste fue más dramático que el de otros exvicepresidentes, que venían de la élite urbana. Por seguridad, Márquez tuvo que sacar a sus hijos del país, y este año su padre y su sobrino fueron víctimas de un ataque en una carretera del Cauca. Uno de los carros de seguridad de la vicepresidenta, en el que ella no estaba, también fue impactado en abril por una bala en Timba, un corregimiento del Cauca. Ni Márquez ni su familia pueden viajar tranquilos por su alto perfil y porque el suyo es el departamento de Colombia donde más se ha intensificado la guerra. Ese es sin duda el costo más duro del poder.

Luego está la vida en el gabinete. Una de las grandes dificultades para Márquez ha sido frente al Ministerio de la Igualdad, que ella dirige desde que se puso en marcha, hace poco más de un año. Llegó al poder en 2022 diciendo que ella no venía a ser un ‘adorno’ del Gobierno, y para ello sabía que necesitaba una cartera. Así lo hicieron los dos vicepresidentes: Germán Vargas Lleras dirigió el de Vivienda; Marta Lucía Ramírez obtuvo la Cancillería. Porque en Colombia los vicepresidentes, sin un ministerio, son un florero.

Márquez entró pidiendo el Departamento de Prosperidad Social (DPS), una entidad de rango ministerial y con enorme presupuesto porque maneja los principales subsidios del Estado para los más pobres. Pero Petro le entregó el DPS a sus aliados, Cielo Rusinque, Laura Sarabia y ahora Gustavo Bolívar. En su lugar, le prometió a Márquez crear el Ministerio de la Igualdad para ella. Logró que el Congreso lo aprobara en la primera legislatura, pero no le entregó las funciones clave del DPS. En cambio, la nueva cartera ha sido criticada desde el primer día por su burocracia: cuenta con cinco viceministerios —de la mujer, de la juventud, de las diversidades, de los pueblos étnicos y campesinos, y de las poblaciones y territorios excluidos— cuando los otros tienen dos o tres.

El programa más visible que Márquez maneja allí se llama Jóvenes en Paz. Arrancó en febrero y entrega subsidios y atención a cientos de jóvenes que viven en la pobreza extrema en regiones afectadas por la violencia. Es un proyecto central para la política de paz total del presidente, ya que busca evitar que los jóvenes ingresen a los grupos armados por ganarse un dinero. Pero el Ministerio ha sido lento en otras agendas, y ha vivido dos serios tropiezos: el legislativo llamó a Márquez hace dos meses a control político por ser la cartera que menos ha ejecutado su presupuesto; y la Corte Constitucional tumbó la ley que crea el Ministerio por vicios de trámite. La cartera apenas tiene un año de funcionamiento, y le quedan dos más de vigencia. Si no hay una nueva ley, desaparecerá en 2026.

“Le será muy difícil mostrar resultados con un ministerio que ya tiene una partida de defunción”, dice una persona que la ha asesorado. “Yo creo que Petro le apuntó al fracaso de Francia Márquez, que la dejó sola. En el Consejo de Ministros la limita, no le da consideración mínima a sus opiniones. Quien realmente parece la vicepresidenta es Laura Sarabia”, añade. “El golpe más duro de Petro contra Francia Márquez fue el día que sacó a Aurora Vergara, muy cercana a Francia y una gran intelectual, del Ministerio de Educación. Puso en su lugar a un ministro radical cercano al presidente, que no sabe nada del tema, Daniel Rojas”, concluye.

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Otras personas cercanas a Márquez concuerdan con que Petro no le ha dado mucha atención o apoyo a su vicepresidenta dentro de su Gobierno. Y, sin mucho poder en el gabinete, a Márquez le es casi imposible llevar a cabo la misión que le encomendó el presidente en septiembre del 2022: coordinar políticas contra la discriminación racial y de género. Le pidió, por ejemplo, asegurar que los ministerios cumplan con un acuerdo que firmaron en 2017 el Estado y las comunidades del puerto de Buenaventura, tras un paro cívico.

“Sin ella ese plan nunca hubiera arrancado”, dice una persona que conoce los procesos del Gobierno en la ciudad sobre el Pacífico, de población mayoritariamente afrocolombiana. Cuenta que Márquez ha hecho una presencia constante allí desde que llegó al poder, y tiene un equipo permanente en la ciudad para impulsar su cumplimiento. “Pero es difícil coordinar con otras entidades, por mucho que ella quiera, cuando no es la que tiene la plata para ejecutar”, explica esta persona. “Ella sí impulsa a las entidades que no comanda, pero, por como ha funcionado el Gobierno, eso no es tan efectivo. Hace que quien tiene la tarea de coordinar, se frustre o se queme”.

Paradójicamente, a la vicepresidente parece irle un poco mejor en la agenda internacional que en la nacional. Uno de sus deseos ha sido acercar a Colombia y África, y por eso en mayo del 2023 hizo un viaje a Sudáfrica, Kenia y Etiopía. “La presencia de Colombia en países africanos sí se ha multiplicado exponencialmente” desde entonces, cuenta a EL PAÍS Salym Fayad, un gestor cultural colombiano radicado en Sudáfrica. Se abrió una embajada en Senegal, por ejemplo, y se fortalecieron las otras. A Sudáfrica han viajado empresarios, músicos, y próximamente líderes ambientalistas. En Dakar habrá un simposio internacional en noviembre sobre el escritor afrocolombiano Manuel Zapata Olivella. “Sentimos un apoyo que antes no era palpable”, añade.

Aunque aún no hay vuelos directos para ciudadanos desde Colombia, Ethiopian Airlines anunció que abriría un vuelo para transporte de carga, y los conglomerados empresariales Nutresa y Colombina han estado participando activamente en los acercamientos comerciales. La vicepresidenta creó el programa ‘Ella exporta a África’ para promover a 30 empresarias en el continente africano. “Los resultados no se verán inmediatamente, pero lo de las embajadas ha sido clave para fortalecer las posibilidades comerciales. Algo muy bueno es que Procolombia está cada vez más activo”, dice una persona que ha acompañado el desarrollo empresarial del acercamiento.

Pero si hay algo en lo que Márquez sin duda ha sido reconocida en estos dos años, es en desnudar mes a mes el racismo que permea a la sociedad colombiana, sin titubeos o diplomacia, como ningún otro político afrocolombiano lo había hecho desde un cargo de poder. Le dijo ‘de malas’ a quienes la criticaron por viajar en helicóptero cuando salía del Cauca, por su seguridad; señaló la discriminación cuando la oposición le cobró el precio de la gasolina de su gira por África. Ha ganado litigios de difamación contra congresistas que la llamaron guerrillera o ladrona, o cantantes que la insultaron con comentarios racistas, y tiene uno abierto contra un senador que la llamó corrupta. “Prefiero irme antes de que la dignidad me la maltraten”, le dijo Francia Márquez a su abogado, Carlos Hernán Escobar.

Aunque no pueda brillar en el gabinete, Francia Márquez sigue brillando internacionalmente como una líder contra el racismo, casi como una celebridad entre las celebridades. La semana pasada anunció que dos personas que abandonaron la realeza británica, denunciando racismo en ella, Meghan Markle y el príncipe Harry, visitarán Colombia por su invitación.

Entre sus aliados recuerdan incluso que la primera vicepresidenta negra de Estados Unidos y hoy candidata a la presidencia de Estados Unidos, Kamala Harris, tampoco tuvo mucho poder en el gabinete de Joseph Biden, relegada a funciones diplomáticas en Centroamérica de las que no podía sacar muchos réditos políticos. Pero la política es dinámica, y una vicepresidenta en la sombra puede convertirse un día en el centro del poder. Algo cierto para Kamala Harris, y que aún podría serlo para Francia Márquez.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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