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Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El pacto patriarcal de Petro

Las palabras de Francia Márquez y Susana Muhammad contra el machismo del nuevo jefe de gabinete, Armando Benedetti, desnudaron el pacto inquebrantable de este con Gustavo Petro. Una alianza donde el feminismo es relegado en el proyecto de la izquierda, una bandera verde maltratada por años

gustavo petro y armando benedetti
Gustavo Petro y Armando Benedetti, durante la campaña presidencial, en Ciénaga de Oro (Colombia). el 23 de abril de 2022.Juan Carlos Zapata (EL PAÍS)
Camila Osorio

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Contra toda evidencia, el presidente de Colombia dijo esta semana que ha “visto feminismos que matan”. Lo dijo, paradójicamente, al defender la llegada de Armando Benedetti a su gabinete, un político que fue señalado el año pasado por su exesposa de violencia doméstica, y también fue denunciado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la hoy canciller, Laura Sarabia, de violencia de género. “Ahora sí te amenazo, hija de puta”; “una vez que dispare nos ahogamos todos”, son solo dos de las frases amenazantes que le gritó en 2023 a quien fue durante varios años su asesora, según se escucha en audios que se filtraron. Frases y denuncias públicas que el presidente omitió al defender a su amigo, exponiendo de forma transparente que entre los dos políticos hay un pacto inquebrantable.

Petro defendió a Benedetti en un extraño Consejo de Ministros televisado. Lo llamó un loco creativo, repitió que tiene cosas positivas que no le reconocen, y añadió: “Todo hombre y mujer necesita una segunda oportunidad”. ¿La segunda oportunidad la decreta el presidente sin la opinión de las mujeres que denuncian al maltratador?

La defensa llegó tras las palabras críticas de una aliada fiel del proyecto del presidente, la ministra de Ambiente, Susana Muhammad, quien con la voz entrecortada le recordó que ella lleva dos décadas de militancia política en el progresismo: “Como feminista, y como mujer, yo no me puedo sentar en esta mesa de gabinete, de nuestro proyecto progresista, con Armando Benedetti”.

A Francia Márquez, vicepresidenta, feminista y ministra de la Igualdad, no le tembló la voz para nombrar al elefante en el salón: los rumores de que Petro está con Benedetti por un pacto, supuestamente para que este último no revele información comprometedora del jefe de Estado. “Ojalá que yo esté equivocada, presidente, y es que no esté llegando gente aquí usando chantajes”, dijo Márquez, en quizás su mejor intervención ante las cámaras en dos años y medio de Gobierno. Petro, que lleva todo el mandato ignorándola, ni le respondió.

Las palabras de las dos mujeres desnudaron por unos segundos el pacto de dos hombres donde el feminismo es algo relegado al proyecto de la izquierda, una bandera verde maltratada por años en el progresismo. En las elecciones a la alcaldía del 2021, por ejemplo, Petro rompió su amistad con la líder feminista Ángela María Robledo porque insistió en que su proyecto debía tener a Hollman Morris como candidato—un activista que también ha sido señalado de violencia de género por varias mujeres. Hoy es su gerente en RTVC, la empresa de medios públicos más grande del país, a pesar de las críticas feministas contra él. Más recientemente, Petro defendió al activista petrista Daniel Mendoza cuando se revelaron unos trinos suyos promoviendo la violencia de género: el jefe de Estado dijo su trabajo era equivalente al hecho en Lolita de Vladimir Nabokov, o el de Henry Miller.

Esta semana, la defensa patriarcal también llegó para el poeta chileno Pablo Neruda, a quien Petro defendió como un revolucionario que iba a los prostíbulos, y “un revolucionario no trata a una mujer como mercancía, así esté en un prostíbulo”. El presidente, como es obvio, no mencionó que el poeta confesó violar a una mujer en Sri Lanka, una mujer “de la raza tamil, de la casta de los parias”. Una forma de confesar su irrespeto a aquellas que viven en los sectores más vulnerables de la sociedad, como los prostíbulos.

Pero hubo más material, en ese Consejo de Ministros televisado, para darle un ataque cardiaco a las feministas. Cuando habló de los soldados heridos en la guerrilla del M-19, a la que Petro perteneció, dijo que eran curados “por la mujer más bonita de la guerrilla del M-19. ¿Por qué? No porque fuéramos machistas, sino porque el soldado podía curarse más rápido, porque empezaba a sentir el amor”. Entender a las enfermeras como objetos de deseo a través de su cuerpo, y como no profesionales de la salud, es machista. Además, exmilitantes como Vera Grabe, quien es la jefe negociadora del Gobierno en la mesa con la guerrilla del ELN, ya han dicho más de una vez que obviamente el machismo sí permeaba las filas del M-19, aunque las mujeres podían tener roles militares o de jefas. El machismo permeó la guerrilla como hoy permea al Gobierno.

Juan David Correa, del ala progresista de la izquierda, dejó esta semana su cargo en el ministerio de Cultura después del Consejo de Ministros televisado y la absurda defensa a Benedetti. Pero en el pódcast con la periodista María Jimena Duzán, A Fondo, habló no solo de las decisiones del presidente sino también del show que Petro armó ante las cámaras como uno claramente patriarcal. “Una cultura patriarcal considera que puede haber un tipo de actitud constante, permanente, en donde hay un patriarca, o un padre, que llega de alguna manera y tiene que hacerse su voluntad”, dijo sobre el televisado Consejo de Ministros. “No me gusta la misoginia, no me gusta burlarse de las mujeres, no me gusta hablar de sus cuerpos, eso no va conmigo”, añadió. Pero la cultura de presidencia es la del patriarca que regaña a sus ministros en el salón, y el pacto político principal ante las cámaras no es el de Petro con Muhamad, o el de Petro con Francia Márquez. El pacto que prima ante cualquier amistad política es el pacto patriarcal.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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