Talante de mujer
Sheinbaum ha salido airosa del primer asalto con Trump con unas formas muy distintas a las de Petro o Trudeau
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Llegó la presidenta Claudia Sheinbaum al atril con una sonrisa abierta y desprovista de alharacas, como corresponde al momento y al acuerdo alcanzado con Trump: una pausa temporal en los aranceles a las exportaciones mexicanas a cambio de un gesto de mayor seguridad en la frontera contra el tráfico de drogas, o sea, el despliegue de 10.000 agentes para 3.000 kilómetros de linde con Estados Unidos. Sheinbaum, además, supo venderlo: la policía viene bien allá arriba, también para los mexicanos, son territorios complicados. A Trump le sirve para decirles a los suyos que México ha puesto manos a la obra contra el fentanilo y el control de la migración (ilusorio), que él sabe doblegar al país vecino, que puede ser magnánimo como un emperador romano. Habemus acuerdo, entonces. Bien. Good.
La presidenta mexicana fue recibida con aplausos al llegar a la conferencia matutina y hasta el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, antaño enemigo acérrimo, le dedicó el mejor de los halagos: “El logro ha sido insólito, la felicito, es un orgullo tener a esta presidenta”. Los gestos son la mitad de la política, si no más. Interesan aquí los de la presidenta. Las formas comedidas en estos días de fuertes tensiones, la cabeza fría en una pelea endiablada. Qué encomiable ausencia de testosterona. Está por ver el recorrido del acuerdo alcanzado en México, pero si se compara la actuación de Sheinbaum con la de Justin Trudeau en Canadá o Gustavo Petro en Colombia, algunas diferencias saltan a la vista.
La mexicana ha respondido con política y mesura, no con una berrea de ciervos a medianoche. El tuit de Petro era un reto a duelo, esa práctica de los hombres para salvar el honor muriendo. Olvida el presidente colombiano que cuando aquellos hombres morían, lo pagaban quienes estaban a su cargo (mujeres, niños) y de él depende nada menos que toda una nación.
Téngase, mi señor, podría decírsele asimismo a Trudeau. Envaine su espada, que todavía no sabemos si lo que hay delante son gigantes o molinos. Pero el canadiense ha optado también por bajar la visera del yelmo y espolear el caballo: “Si el presidente Trump quiere una nueva edad dorada para Estados Unidos, el mejor camino es asociarse con Canadá, no castigarla”. Ahí quedó el guante. Después hubo acuerdo temporal también.
Si dan ganas, eso es verdad. Dan ganas de agarrarle de los pelos y retorcerle el tupé aviar ese que tiene. Y de muchas cosas más. Pero los palacios de gobierno no son tabernas y de la política se espera justo la actitud de la presidenta mexicana. Ojo, no digo que el fondo sea el deseado, eso habrá que valorarlo con más tiempo, pero no caben otras formas, mucho menos cuando lo que se tiene delante es a un personaje como ese. Aquí sí vendría bien el dicho de López Obrador: no somos iguales. ¿Quién quiere compararse con Trump? ¿Quién quiere ponerse a su altura? ¿Quién tiene el botón nuclear (o sea, el mando económico)? Si medio mundo está temblando y viendo la manera en que pase el toro por el engaño sin que un cuerno le atraviese el muslo, ¿acaso Colombia puede jugar de otro modo? ¿Canadá? Ténganse, señores.
El gesto de Sheinbaum le ha valido ganar un primer asalto contra los aranceles que tan perniciosos pueden ser para su país y colgarse una medalla en política interna. Y como de formas hablamos, en lugar de salir victoriosa a recoger el aplauso, quiso compartir los laureles con todo su equipo, al que citó al instante: Economía, Exteriores, Hacienda, Gobernación, “todos”. Otro talante.
Con Trump se puede elegir la pelea cuerpo a cuerpo o un toreo fino. Aún insistió algún periodista en que la presidenta presumiera en el ring con puños y volteretas, como en la lucha mexicana, tal que hubiera derrotado a Trump. La presidenta lo rechazó: “No quiero calificarlo. Yo creo que nos merecemos respeto todos los presidentes, particularmente, si fuimos elegidos por nuestros pueblos. Yo no quisiera entrar a un tema personal con el presidente Trump, ni mucho menos. Creo que llegamos a un buen acuerdo el día de hoy y eso es lo que hay que resaltar”. Si alguien le quiere afear el tupé al estadounidense, que lo haga en el bar.
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