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Tribuna:

Los disfraces de Caín

Los disfraces de Caín. Tras el rechazo anteayer de la fraudulenta recusación interpuesta contra el presidente de la Sala Segunda, la próxima semana se abrirá en el Supremo la vista oral contra los 23 integrantes de la Mesa Nacional de Herri Batasuna (HB), acusados de colaboración con banda armada: tanto el vídeo de ETA utilizado por la coalición en la campaña electoral de 1996 y enviado luego para su proyección en los espacios gratuitos de televisión como los provocadores comunicados de HB tras el asesinato de Francisco Tomás y Valiente y de Fernando Múgica sirven de material probatorio del delito. Si los privilegios del fuero parlamentario han dado al Supremo la competencia de la causa, el Estado de Derecho, y la garantista Constitución de 1978 proporcionan amparo incluso a quienes aprovechan con cinismo los intersticios del ordenamiento jurídico para cultivar al obstruccionismo procesal y buscar la impunidad.El juicio ha estado precedido por las invasoras declaraciones de algunos dirigentes políticos para condicionar el veredicto del Supremo; esa interferencia aspira a conseguir el milagro de que se crucen dos líneas paralelas: mientras que la política se mueve por el principio de oportunidad, el derecho se rige por el principio de legalidad. Si el lehendakari Ardanza se limitó prudentemente a exponer sus reticencias sobre la existencia de materia delictiva en el sumario, el portavoz del PNV Joseba Egibar proclamó a gritos la inocencia de los acusados. En el centenario del Athletic de Bilbao, Xabier Arzalluz ha rendido homenaje a mister Pentland, el legendario entrenador británico de los leones de San Mamés para quien la mejor defensa era un buen ataque: en opinión del presidente del PNV, el culpable de las interferencias es el Gobierno, que estaría presionando al Supremo para conseguir una sentencia condenatoria.

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