"No deberíamos investigar fármacos para mejorar capacidades cognitivas"
La tristeza, la felicidad o el olvido, y también enfermedades como la esquizofrenia o el AIzheimer, tienen su causa última en la liberación de determinadas moléculas, sustancias que las células nerviosas usan para comunicarse y que se llaman neurotransmisores. Se sabe que más de una decena de ellos funcionan sólo en el cerebro, pero luego hay varios centenares de transmisores que viajan por el resto del cuerpo llevando mensajes a las células con los receptores adecuados. El equipo del neurobiólogo Alan North, de 53 años, descubrió toda una nueva familia de estas sustancias y ahora investiga en los mensajes que transportan, a quién y para qué.Sabe por ahora que una de sus funciones tiene que ver con el transporte de la sensación dolorosa al cerebro, así que en su laboratorio de la compañía Glaxo WeIlcome, en Ginebra, hay ya más de 25 personas buscando compuestos que intercepten ese mensaje y que tal vez lleguen a convertirse en fármacos analgésicos. Además de este trabajo, el interés y la fascinación de North miran a la genética, porque en el fondo la producción de los transmisores y sus correspondientes receptores parte de los genes. North intervino en el congreso de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular celebrado recientemente en Madrid.
Pregunta. Usted demostró que el ATP, una molécula clave en el metabolismo, actúa también como transmisor nervioso ¿Fue un hallazgo casual?
Respuesta. No, estábamos buscando los receptores del ATP. Desde hacía más de dos décadas había evidencias de que existían, pero no estaba aceptado porque no se había encontrado una molécula que bloqueara estos receptores. Otros neurotransmisores se han identificado porque se conocían sustancias que bloqueaban su acción, como por ejemplo la acetilcolina, que se bloquea con el veneno curare. Nosotros lo hicimos al revés: primero clonamos los receptores y ahora estamos buscando moléculas que intercepten su acción.
P. ¿Dónde están los receptores de ATP?
R. Son una familia de siete. Se encuentran en el cerebro y en muchos otros tejidos. Por ejemplo, en el músculo liso de la vejiga. De hecho mucha gente piensa que cumplen un papel importante en el control de la incontinencia, y ésa es una de las líneas en las que se busca una aplicación terapéutica.
P. ¿Cuál es su función principal?
R. No la conocemos aún; precisamente por eso necesitamos moléculas que los bloqueen. Pero sí podemos sospechar ya de algunas funciones. Sabemos que el ATP interviene en el envío al cerebro de la señal de dolor; creemos que buscando una sustancia que bloquee los receptores de esta molécula contribuiremos a paliar ciertos tipos de dolor, como el de la artrosis, el dolor agudo o el del posoperatorio. Hay varias compañías farmacéuticas trabajando en esta línea.
P. ¿No sospechan de ninguna función en el cerebro, relacionada con capacidades cognitivas?
R. Aún no. Sabemos que dos de estos receptores están muy extendidos en el cerebro y que hacen algo ahí, pero todavía no podemos decir el qué. Necesitamos antagonistas -bloqueantes- a toda costa: estamos probando decenas de miles de sustancias en el laboratorio para ver si funcionan como tales.
P. ¿Quedan muchos neurotransmisores por descubrir?
R. Algunos, sí. La pregunta es qué tipo de moléculas pueden ser neurotransmisores: iones, más péptidos, más aminoácidos... Aún podemos llevarnos varias sorpresas. Todos los hallazgos en este campo vendrán de la genética.
P. ¿También los relacionados con cómo sienten las personas, con las emociones?
R. En un sentido primitivo, sí. La genética tal vez tenga un efecto muy pequeño, pero si es claro y podemos detectarlo, entonces nos llevará a nuevos neurotransmisores. Por ejemplo, si encontramos familias con una incidencia muy alta de depresión en los padres, hijos, abuelos, etcétera, y podemos identificar el gen responsable, y encontramos qué proteína resulta de este gen, esto nos daría una pista para encontrar el receptor de esta proteína y tal vez algo que funcione como neurotransmisor. Pero probablemente no significará que todas las depresiones se deban a ese gen. Lo que suele ocurrir es que los genes implicados son varios.
P. O sea, que es optimista respecto a que se encontrarán los genes causantes de las enfermedades mentales.
R. Sí, esto empieza a ocurrir ahora. No aún con la depresión, pero sí con el Alzheimer: sabemos que en algunos pacientes, desgraciadamente aún muy pocos, la enfermedad se debe a unos cuantos genes.
P. No comparte la visión del cerebro como un gran misterio.
R. Obviamente, el cerebro es un gran misterio, pero creo que los avances en los próximos 10 o 15 años serán excepcionales. La razón es que todos los genes humanos estarán clonados, y podremos partir de un panorama completamente distinto. Conoceremos cada una de las proteinas que pueden ser fabricadas en el cuerpo humano. Durante los últimos cien años hemos estado tratando de construir un puzzle de 10.000 piezas teniendo sólo 10; dentro de menos de una década las tendremos todas... y podremos empezar a juntarlas.
P. ¿En esas piezas está toda la esencia del ser humano?
R. No, desde luego, pero conociéndolas puedes estudiar la interacción de un gen con otro, y con el ambiente, que cumple un papel clave. La esclerosis múltiple, por ejemplo. ¿Por qué la gente padece esta enfermedad cuando va a vivir a las latitudes más al norte? Esto tiene que ver con el ambiente, no con la genética, pero desde luego hay genes implicados: algo está interactuando entre los genes y el ambiente, algo está activando los genes. Lo mismo sucede con el cáncer, el Parkinson... El Parkinson no existía antes de la revolución industrial; hay toxinas en el ambiente que influyen, aunque nadie sepa cuáles.
P. ¿Se comercializarán algún día psicofármacos no orientados a curar enfermedades mentales, sino a estimular estados de ánimo más específicos y sutiles?
R. Bueno, no creo que ninguna compañía vaya a comercializar fármacos para ser feliz, por ejemplo. Quizá el mejor ejemplo es la memoria y el aprendizaje. ¿Venderemos fármacos para estimularlos? Creo que no. No deberíamos crear fármacos para mejorar las funciones cognitivas. Cuando uno olvida las llaves, eso es un problema de hacerse viejo; una pérdida razonable de las capacidades cognitivas es perfectamente normal. No se trata de evitar que la gente olvide los nombres de las personas que conoce; a mí no me gustaría nada no ser capaz de hacerlo. En cambio debemos desarrollar fármacos para curar enfermedades, como el Alzheimer.
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