‘Slow Horses’, el tono y la melodía
Querían a alguien que pudiera cantarle a la parte más oscura y menos amable de lo británico, la parte más turbia y menos turística de Londres, y Mick Jagger fue el elegido


Será por la tradición de frenar toda tentativa de invasión y, a la vez, para protegerse de cualquier movimiento que amenazara su inmenso imperio colonialista. El caso es que en cuestiones de espionaje los británicos lo bordan. También en la ficción. Por eso quizás ya va siendo hora de que en el cielo y el infierno de los espías británicos, presidido por James Bond, El Santo, Harry Palmer, Modesty Blaise, George Smiley y alguno más, abran paso al brillante, desastrado, alcoholizado y flatulento Jackson Lamb (el anti-Bond por excelencia), protagonista de Slow Horses (Caballos lentos), la serie de Apple TV+ que ahora estrena su quinta temporada.
Por fin este miércoles 24 de septiembre vuelve el jefe de los espías defenestrados y su cohorte de expulsados del reino de M15 y de su suntuoso edificio de Regent’s Park. En una especie de sórdido purgatorio administrativo, una cochambrosa oficina conocida como Casa de la Ciénaga, Lamb (Gary Oldman) manda sobre una atribulada banda de espías humillados (interpretados por Jack Lowden, Saskia Reeves y Christopher Chung, entre otros), a los que dedica lindezas como “qué lentos sois. Intentar que hagáis las cosas más rápido es como intentar explicar a un perro qué es Noruega”, o “tengo hemorroides más útiles que vosotros”.
Su equipo es una pandilla de incompetentes —que luego no lo son tanto— a los que desprecia pero que, a su manera, protege de las interferencias de su antagonista principal, la muy fina y jefaza Diana Taverner (Kristin Scott Thomas), conocida socarronamente en la Ciénaga como Lady Di.
La serie, con guion de Sam Smith y por la que Adam Randall se llevó un Emmy a mejor dirección hace unas semanas, está basada en los libros de Mick Herron (publicados en español por Salamandra), un autor al que The New Yorker señaló como firme candidato a mejor escritor de novelas de espías de su generación.
Y como toda ficción de espionaje que se precie, aquí la música también tiene su protagonismo. Si a James Bond le han cantado Shirley Bassey, Nancy Sinatra, Tom Jones, Paul McCartney, Tina Turner, Adele o Billie Eilish, en Slow horses el tema principal, titulado Strange game (Juego extraño), lo interpreta Mick Jagger.

Cantar a un imperio en ruinas
James Hawes, el director de la serie en sus inicios, era muy consciente de que tenían entre manos un producto muy británico, muy de la capital del viejo y esplendoroso imperio, ahora en la ruina. Buscaban su propio tono, muy del siglo XXI, pero con un cierto aire tenebroso de los setenta y ochenta, casi de final de Guerra Fría, según explicó en Variety.
Para ello, querían a alguien que pudiera cantarle a la parte más oscura y menos amable del país, la parte más turbia y menos turística de su capital. Hawes pensó en Jagger —símbolo londinense a la altura del Big Ben— pero estaba seguro de que los enviaría a tomar viento. Pero resultó que el cantante de los Stones era fan de los libros de Herron, y aceptó.
En una entrevista con la revista Rolling Stone, Jagger explicó que la música que le envió Daniel Pemberton, al frente de la banda sonora de la serie, tenía “un ligero toque a Kurt Weill, pero sigue siendo algo blues sin ser blues”. “No es mi estilo habitual; lo es y no lo es”, dijo, pero le gustó la idea de plasmar el muy british lado perdedor de las novelas de Herron, y se puso a ello.
Por su parte, Pemberton —compositor de la música de películas como El juicio de los siete de Chicago, Enola Holmes o Spiderman: un nuevo universo—, explicó también a Variety que buscaba “un mundo sonoro muy singular, basado en técnicas de grabación de baja fidelidad y sonidos ligeramente distorsionados”.
En todo caso, los dos tuvieron claro desde el principio que la canción debía ser desde el punto de vista de Lamb. Por eso Strange game empieza con un susurro casi macarra que dice “Rodeado de perdedores, inadaptados y borrachos / colgando de tus uñas / cometiste un error, te quemaron en la hoguera / estás acabado, eres un tonto, has fracasado”.
Los dos músicos trabajaron por videoconferencia, por correos electrónicos y mensajes de texto, durante las restricciones por la covid, y Pemberton tuvo que tocar la melodía a la guitarra a través de la pantalla. “Ni siquiera soy un buen guitarrista. Fue muy extraño tocar la guitarra para Mick Jagger por Zoom”, dijo. Tras esos primeros encuentros digitales, el cantante de los Stones envió su interpretación por iPhone. El resultado fue “bastante irreverente, pero el personaje de Gary Oldman es irreverente”, y también es un poco inquietante, de manera que la canción “combina esas dos cosas”, subrayó Jagger.
Queda claro que en el nuevo paisaje audiovisual, la música juega un papel cada vez más importante, algo que beneficia a artistas emergentes y a consagrados, según Paulina Márquez, supervisora musical de series y películas. En este caso, “Jagger está a un nivel que el hecho de que aceptara un trabajo así es porque realmente le gusta, le emociona o le reta”, dice. No es una labor tan sencilla, porque hay que estudiar cómo funciona cada canción en un contexto audiovisual y una narrativa concreta. Pero si se acierta, “hay canciones y músicas que se vuelven icónicas, y en tu cabeza las asocias a imágenes para siempre”, dice Márquez, que enumera los casos de Tom Waits en The Wire, Nick Cave en Peaky Blinders, Kate Bush en Stranger Things o The Cramps en Miércoles. En Slow Horses, la parte oscura y fracasada de la britanidad más adusta es protagonista, y así también es su canción de cabecera.
Esta quinta temporada se titula Drinker, thinker, rebel, spy (Bebedor, pensador, rebelde, espía, en español), como guiño a Tinker Tailor Soldier Spy (Calderero sastre soldado espía, que en España se tradujo El topo), la novela de John le Carré publicada en 1974. En 1979 el libro se convirtió en una serie de la BBC y en 2011 en una película con el propio Oldman en el papel del agente George Smiley.
En el mundo de Slow Horses quedan muchos misterios por resolver. También fuera de la pantalla, donde de vez en cuando surge la duda de si Mick Herron —como en su momento Le Carré, Ian Fleming, Graham Greene o Frederick Forsyth—, también trabajó al servicio de su Majestad. No es tan descabellado. La querencia por los británicos por el mundo de los espías es tan real como la grasa adherida a un cucurucho de fish and chips. En 2021, una encuesta del Gobierno británico reveló que al 47% de sus habitantes les gustaría trabajar para sus servicios de seguridad.
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