Bruno Patino: “Estar conectado todo el rato será tan absurdo como fumar en un avión”
El ensayista y especialista en la transición digital advierte en su nuevo libro, 'La civilización de la memoria de pez', sobre los peligros de vivir con una capacidad de atención cada vez más reducida
Nueve segundos: a eso ha quedado reducida nuestra capacidad de atención. Así suena la tesis desplegada por Bruno Patino (Courbevoie, Francia, 55 años) en su nuevo ensayo, La civilización de la memoria de pez (Alianza), en el que advierte sobre los peligros de este alarmante déficit de concentración, plaga de la sociedad moderna que originaron los gigantes de Internet con su perpetua difusión de enlaces, imágenes, likes, retuits y otros estímulos para nuestro sistema nervioso. “El modelo de negocio de las plataformas se basa en la publicidad y su eficacia depende del tiempo que el usuario pase en ellas. Las redes se han convertido en depredadoras de nuestro tiempo”, asegura Patino en conversación telefónica. Los peces rojos a los que se refiere su título cuentan con una memoria limitada a los ocho segundos. La de los nativos digitales, según Patino, ya solo va uno por delante: a partir del décimo segundo, su cerebro se desconecta y se pone a buscar “una nueva señal, una nueva alerta, otra recomendación”.
Patino, de padre boliviano y madre francesa, creció en un hogar bilingüe donde no había televisor. Eso no ha impedido que este reconocido gestor, que en junio fue nombrado presidente de la cadena francoalemana Arte, haya acabado teniendo uno de los expedientes más brillantes del paisaje mediático en su país. Director editorial de Arte a partir de 2015, Patino se encargó de la transición digital de Le Monde durante la década pasada, antes de dirigir la radio France Culture y de ser designado jefe de programas y desarrollo digital de los canales de la televisión pública francesa. Habiendo vivido de cerca los efectos de esta transformación, Patino examina las consecuencias de una pérdida de atención que, a escala individual, considera “patológica”. “Millones de personas, entre las que me incluyo, ya son incapaces de desconectarse, de dejar de lado la pantalla 24 horas. Nos hemos vuelto dependientes e incluso adictos”, explica Patino.
A un nivel colectivo, le parece todavía peor: ha provocado “una polarización del debate social y un espacio público totalmente dominado por las emociones”. Queda lejos aquella red igualitaria a la que muchos aspiraron en los noventa, aquella “anarquía positiva” en la que el propio Patino creyó a pies juntillas. “Ha llegado el tiempo de las lamentaciones”, admite al comienzo del libro. ¿Cuándo se torció aquella utopía digital? “En el momento en que la economía se invitó a la fiesta. Es así de sencillo…”, responde el autor, que cita aquel socorrido adagio de Bill Clinton –”Es la economía, estúpido”– en el epígrafe de su ensayo. “Somos corresponsables de lo que nos está sucediendo, porque nos metimos voluntariamente en esta pecera. Pero la responsabilidad de Facebook y los otros gigantes es todavía mayor, por utilizar herramientas que manipulan nuestras emociones”, matiza Patino.
Aun así, el ensayista considera que hay margen para la esperanza. “La resistencia sigue siendo posible, aunque ya no bastará con la autorregulación y la autodisciplina. Habrá que crear momentos y lugares libres de conexión”, advierte el autor, llamando a “una movilización social y política” que termine originando una legislación específica. “En el futuro, dejará de estar aceptado consultar el móvil en una reunión profesional, en una comida familiar o en el cine. Estar conectado todo el rato nos parecerá tan absurdo como fumar en un avión”, pronostica Patino. El autor apunta que cada innovación tecnológica ha venido sucedida de una regulación más o menos estricta. “Después de la invención de la imprenta, costó entre 50 y 60 años que surgiera la noción de responsabilidad editorial y dejaran de publicarse panfletos difamatorios, precedente de las actuales fake news. Regular la radio costó 25 años y la televisión, unos 15”, recuerda. En el caso de Internet, pronostica que el problema estará resuelto “en unos diez años, cinco para tomar conciencia del problema y otros cinco para actuar”.
Patino asume el liderazgo de Arte en plena fase de expansión. Entre 2011 y 2019, la audiencia de esta cadena, que hasta no hace tanto era percibida como elitista y ultraminoritaria, pasó de los 1,5 a los 2,6 millones de espectadores. Hay noches que roza o supera el 10% de audiencia gracias a una combinación de documentales de producción propia, películas de estreno y series de calidad como Borgen o Top of The Lake, que ofertan una alternativa al modelo impuesto por Netflix. En 2021, Arte estrenará el estreno televisivo del dúo formado por Éric Toledano y Olivier Nakache (Intocable), que traslada la serie En terapia al contexto de las secuelas psicológicas por los atentados terroristas de 2015 en París. “Hay una demanda latente por la calidad accesible, por medios de comunicación que apuesten por la inteligencia del espectador sin renunciar a alcanzar un público masivo”, opina Patino.
Otra clave será la expansión digital, que en el caso de Arte es considerable. Entre 2018 y 2019, el tráfico de su web, donde muchos contenidos pueden verse una semana antes de su estreno televisivo y hasta varias semanas después, aumentó en más del 70%, especialmente entre los usuarios de 15 a 34 años. “El posicionamiento editorial tiene que seguir siendo el mismo, pero debe volverse cada vez más europeo en cuanto a identidad y distribución”, afirma el nuevo presidente de una cadena que, además de emitir en francés y alemán, ya propone una pequeña parte de su programación online en inglés, italiano, polaco y español. La idea de Patino es que sea cada vez menos minoritaria.
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