Seis aplicaciones robóticas que no conocías
Los robots desconocidos van desde esqueletos metálicos hasta lanchas que se mueven solas
Tiene brazos, piernas y es de textura metálica: es un robot. Las imágenes de R2D2, el robot de Star Wars, o Terminator son las primeras en aparecer cuando hablamos de robótica. Pero este campo no deja de avanzar y ya se han introducido en terrenos en los que no se esperaba como la agricultura, la medicina o el reciclaje. Ahí estos robots más desconocidos se alejan del patrón humanoide. Presentados en la Global Robot Expo de Madrid, van desde esqueletos metálicos hasta lanchas náuticas que se dirigen solas. Aunque todos los investigadores coinciden en que el objetivo no es sustituir a los humanos, sí reconocen que cada vez se dota a los robots de más inteligencia artificial.
1. Terapia y rehabilitación. Volver a caminar. Eso es lo que promete el traje de músculo o exoesqueleto del profesor japonés Hiroshi Kobayashi. Este robot, que se adapta a la espalda y a la piernas, permite dotar de fuerza adicional a las piernas y al tórax. Funciona con aire comprimido y un neumático de goma. Una vez colocado es posible activarlo con la boca e incluso con la barbilla. “Lo hemos pensado tanto para personas sanas como con alguna discapacidad”, explica el profesor Kobayashi, de la Universidad de Tokio. Se puede utilizar para trabajos que requieran un gran esfuerzo físico como la distribución, la agricultura o el cuidado asistencial de personas sin movilidad. “Puedes levantar mucho más peso sin apenas esfuerzo”, razona Kobayashi. Pero su objetivo principal es ayudar a la rehabilitación de personas que han perdido parte de la movilidad y puedan lograr andar por sí solas. Tiene un precio de 4.500 euros, aunque de momento solo se comercializa en Japón.
2. Reciclaje. Los expertos en robótica suelen hablar de las tres D (dirty, dull, dangerous): “Si un trabajo es sucio, aburrido y peligroso, es un trabajo para robots”. Esa es la premisa que ha llevado a Sadako a idear unos robots destinados a la separación de basura en las plantas de reciclaje. “En un primer momento solo pretendemos complementar a los servicios que ya se hacen, pero quizás en un futuro podamos sustituir ese tipo de trabajo por las características que tiene”, explica Javier de la Ossa, de Sadako.
El proyecto de esta empresa catalana son unos robots autómatas, equipados con cámaras y un ordenador para analizar las imágenes, que eligen y separan los productos para reciclar. “Las latas, los plásticos y los bricks son los productos que más se reciclan. Pero actualmente solo se recupera el 20% porque hay un espectro donde no llegan ni las grandes máquinas de reciclaje ni las personas”, cuenta De la Ossa. Estos robots cubren esa zona. La novedad: ellos son capaces de elegir sin que nadie los dirija qué productos hay que reciclar. “Aprenden como los humanos: les metemos un millón de imágenes de botellas de plástico y a partir de ahí deciden qué es una botella”, añade este ingeniero.
Así, los robots pueden reconocer y separar las botellas cuando pasan por la cinta, aunque estén chafadas, sucias o torcidas. Tres plantas de reciclaje, dos en Barcelona y una en Mallorca, ya están utilizando esta tecnología. De la Ossa es concluyente: “No son tan rápidos como una máquina, pero les hemos dotado de inteligencia y pueden llegar a ser tan eficientes como una persona”.
3. Búsqueda y rescate en catástrofes. Los robots de rescate, ideados por el proyecto ICARUS FP-7, cubren aire, tierra y mar. Los primeros son drones, equipados con una cámara RGB y una cámara térmica, que permiten crear mapas actualizados de la superficie de la catástrofe. “Esto soluciona uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los equipos de rescate cuando ocurre un terremoto o un tsunami: no hay planos de cómo ha quedado el terreno”, explica Daniel Serrano, de Eurecat y miembro de ICARUS. El análisis de los datos y de las fotografías tomadas por estos robots permite establecer las áreas prioritarias de actuación: qué zonas están más afectadas, dónde se encuentran los obstáculos para acceder a ellas y, lo más importante, permite localizar a las víctimas gracias al calor que emite el cuerpo. Para rescatar a los afectados en tierra, actúan los robots grandes y pequeños. Los de mayor tamaño son una especie de grúas autónomas -funcionan sin que nadie las dirija, basta con enviarles una orden para que la ejecuten- y sirven para retirar bloques de hormigón o troncos, mientras hacen un mapeado del terreno. "Los pequeños son los más inteligentes y ágiles", señala Serrano.
Estos robots que tienen una mayor inteligencia artificial -y así una mayor autonomía- pueden entrar en edificios dañados o derruidos y encontrar mediante sensores a las personas que hubieran quedado atrapados. "Entran antes que los equipos humanos, para minimizar riesgos y evitar peligros", detalla el investigador. Los robots con forma de lancha recogen a las víctimas que se encuentren en el agua (tras un tsunami o un naufragio). Se mueven de forma autónoma y localizan los cuerpos humanos mediante sensores y gracias a la comunicación con los drones del aire. Cuando están cerca del punto exacto lanza cápsulas de rescate con la forma de flotadores. "Esto puede permitir a las personas aguantar alrededor de una hora más hasta que llegue un equipo humano y se las lleve", razona Serrano. La principal novedad de estos robots es su capacidad de cooperación entre ellos.
4. Ciudades inteligentes. La creación de ciudades autoeficientes sigue siendo una quimera, pero la robótica está permitiendo dar los primeros pasos para permitir que la tecnología solucione problemas cotidianos en las urbes. La empresa Wairbut lleva desde 2015 desarrollando un proyecto de Smart city en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Esta localidad de 84.000 habitantes ya cuenta con sistemas de riego y de iluminación telegestionados. Los jardines y parques de este municipio cuentan con sensores de humedad y lluvia que permite parar automáticamente el riego programado cuando detectan que está lloviendo o que lo ha hecho recientemente. En tres de las calles principales se han incorporado sensores para personas que permiten regular la iluminación de las farolas. Así, cuando no hay nadie en esas calles la iluminación es del 30% y cuando detectan la llegada de individuos se encienden al 100%.
"Este tipo de ciudades están pensadas para ahorrar energía y recursos", explica Antonio Sánchez, director de Wairbut. Una de las novedades que se han incluido en Pozuelo es una aplicación que localiza y avisa de las plazas de aparcamiento libres en toda la localidad. “Instalamos un sistema con el que sabíamos si estaba libre u ocupada y pensamos en poner esa información al servicio del usuario”, detalla Sánchez. La app se llama Smarpark Pozueloy se puede descargar de forma gratuita para iOS y Android.
5. Agricultura. Los campos de cultivo son uno de los lugares a los que más está tardando en llegar la automatización. A diferencia de en otros ámbitos, el uso de robots para la agricultura todavía no está muy extendido. Esa fue la oportunidad que vio el equipo de Agro Mapping, una empresa catalana que utiliza drones para mapear las parcelas y poder hacer una evaluación del estado de las plantas. “Los drones toman unas imágenes aéreas con un sensor de infrarrojos que permite saber el grado de estrés vegetativo que tiene la planta según una base agronómica”, explica el director Fran García. Conocer cómo está cada zona del terreno tiene por objetivo aplicar a cada área un tipo personalizado de riego, fertilizante y variedad. Es lo que se conoce como agricultura de precisión. “Estos robots permiten mostrar qué tipos de cultivos funcionan mejor en cada campo y aprovechar ese conocimiento para innovar y desarrollar producto”, detalla García.
6. Medicina. Mover células, penetrar en tejidos o transportar fármacos dentro del cuerpo humano podrá ser posible gracias a nanorobots. Ese es el proyecto del investigador del IBEC (Instituto de Bioingeniería de Cataluña) Samuel Sánchez. “Podemos capturar una célula específica. Imagina que es una célula cancerígena, puedes dirigir ahí los anticuerpos para que solo actúen sobre ella”, detalla Sánchez. Estos robots diminutivos redondos o tubulares (hechos de sílica y de material polimérico) podrían moverse dentro de los vasos sanguíneos a través de los índices de temperatura, de PH y del campo magnético. Se autopropulsarían gracias a las reacciones químicas. “El objetivo es que logren ser autónomos y puedan dirigirse del punto A al punto B sin que tú controles cada movimiento”, explica Sánchez.
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