Mapi León y la herencia de la testosterona del fútbol
Las reglas del juego, las deportivas y las sociales, tienen que cambiar, por y para las jugadoras y también para la competición, para que no pueda ser un contexto en el que se naturalice lo que fuera está dejando de ser normalizado
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El miércoles pasado hubo un desayuno de medios en el que Beatriz Álvarez, la presidenta de la Liga F, habló del “gesto” de Mapi León a Daniela Caracas durante el partido del domingo anterior: “Estamos acostumbrados en el fútbol masculino y, parece que en este caso, en el lance del juego, hay gestos que pueden ser antideportivos. Puede haber agresiones, también de otra índole, y hay que verlo con esa perspectiva y no sacarlo de contexto. Porque es el contexto de la competición”. Esa pequeña declaración no es tan pequeña, concreta el trasfondo y no tan el fondo de la perspectiva que puede tenerse de lo que pasó.
El uso del masculino genérico ―“estamos acostumbrados”― es habitual todavía en ámbitos prominentemente de hombres, pero también de mujeres y aunque la llegada de mujeres a esos ámbitos suponga un avance en sí mismo. Ese adjetivo ―“acostumbrados”―, en relación al “fútbol masculino”, que habla de la incidencia del fútbol de siempre, el de ellos, en el que cada vez crece más, el de ellas. La palabra “gesto” para hablar de lo que el club de Caracas, el Espanyol, definió en su comunicado como algo que “vulnera la intimidad” de la jugadora. Y la intención de reducir la gravedad de un hecho ―“no sacarlo de contexto”―, y de alguna forma justificarlo y asumirlo como normal ligándolo a un entorno concreto ―“la competición”―.
Las comparaciones que se iban a hacer eran inevitables. Las que se han estado compartiendo a través de redes con opiniones y memes con el “piquito” de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso durante el Mundial de 2023, “piquito” por el que está siendo procesado ahora, por agresión, en la Audiencia Nacional; este viernes el juicio quedó visto para sentencia. Inevitables, pero erróneas.
Inevitables porque a cualquier acción de las mujeres para mostrar su hartazgo por la vulneración de sus derechos y libertades, y defender esos derechos y libertades, siempre le llega, y cada vez más rápido, una contrarreacción que hace uso de toda la maquinaria patriarcal; y se agudiza cuando sucede algo en lo que, quien forma parte de esa maquinaria, percibe oportunidad.
Y la han visto en el tocamiento de Mapi León a Daniela Caracas con los dedos en la vulva, precisamente durante el proceso al ya expresidente de la Real Federación Española de Fútbol. Muchos, aquellos que probablemente estén pensando que ese juicio es ir demasiado lejos, enarbolan ese “vosotras también”, un ataque que sirve como defensa, como si un hecho borrara o excusara el otro.
De ahí el error. Para eliminar las violencias, todas en todos sus grados, hace falta comprenderlas, no negarlas. En la comparación está la elusión del contexto al que responden: la agresión de León, a un episodio concreto, la de Rubiales, a problemas estructurales que son la violencia machista y el abuso de poder. Con esa diferencia, lo que sí puede analizarse, sin embargo, es cómo ambas pasan por encima del mismo subterráneo.
Hace unos meses, Yolanda Sierra, una de las capitanas del filial del Atlético de Madrid, decía en este diario: “Yo no tenía una referente en mi colegio cuando empecé a dar patadas al balón, era la única que jugaba, pero mi colegio ahora ya tiene un equipo de chicas de alevines, y el año que viene va a sacar dos de infantiles”. Yolanda Sierra cumplió 20 años en enero, es decir, que hace apenas cuatro que salió del colegio, es decir, que no hace tanto que (prácticamente) toda la genealogía futbolística era masculina.
La socialización, patriarcal, es común a todos, y de ella derivan conductas, actitudes y formas de enfrentarse a distintas situaciones personales o profesionales. Opera de forma más aguda en aquellos espacios en los que los referentes masculinos tienen aún más poder por haber sido los únicos, como el fútbol.
La igualdad en el deporte, como en cualquier otro ámbito, dice Octavio Salazar, “no es la reproducción de las pautas de comportamiento masculinas”, pero se ve a veces en “el fútbol, en los negocios y en la política. Y cuando hablamos de masculinidad no hablamos solo de cómo identificamos la manera de ser de los hombres, sino de que realmente es una mega estructura que acaba definiendo comportamientos, relaciones y maneras de estar en el mundo”, añade el catedrático de Derecho Constitucional y miembro del Comité de Expertos del EIGE (Instituto Europeo de la Igualdad de Género).
Mapi León no solo le tocó la vulva a Daniela Caracas, también se compartió en redes lo que mucha gente cree que le dijo, “¿tienes picha?”. Las acusaciones no solo por el gesto agresivo, sino por racismo ―Caracas es colombiana― y transfobia han estado presentes en la conversación de los últimos días como lo han estado tantas veces en este deporte, el racismo y la homofobia, en general.
Con el vídeo corriendo de móvil en móvil, León lo niega todo. La árbitra no hizo constar nada en el acta del partido. La Liga F afirmó que no tiene competencias para intervenir. El Espanyol no denunció ante la Federación aunque sí de forma pública y puso a disposición de Caracas sus servicios jurídicos por si quería denunciar. Y quien sí ha abierto un procedimiento extraordinario para investigar lo ocurrido ha sido el Comité de Disciplina de Primera División de Fútbol Femenino, como marca el artículo 101 de la Ley del Deporte.
Salazar apunta una última cosa que cree que se olvida a menudo, un tercer factor que hay que sumar al machismo y al patriarcado: “Tan decisivo como los anteriores, el androcentrismo, un mundo hecho a imagen y semejanza de los hombres. Hay que desmontar ese mundo y cambiar las reglas del juego”. Todas: desde los sueldos a los derechos, la protección y las condiciones de las jugadoras, los protocolos de los clubes o los procedimientos institucionales, y también la competición, para que no pueda ser un contexto en el que se naturalice lo que fuera está dejando de ser normalizado, cada vez más.
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