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Ana Caballero: “Las tecnológicas pretenden derivar la responsabilidad del mal uso a las familias, colegios y a los propios menores”

La presidenta del comité de 50 expertos del Gobierno para la protección de los menores en Internet considera que mientras se endurece la regulación, los progenitores están llamados a formarse para ayudar a sus hijos a detectar amenazas en la red

Ana Caballero: pantallas y niños
Ana Caballero, presidenta de la comisión de 50 expertos del Gobierno para la protección de los menores en el entorno digital, en su casa de Madrid.Pablo Monge
Ana Torres Menárguez

Ana Caballero, de 48 años y nacida en Soria, es la abogada especializada en tecnología que ha coordinado el trabajo del comité de 50 expertos nombrado por el Gobierno para hacer un diagnóstico de los peligros que afrontan los menores en el entorno digital y diseñar una batería de medidas para combatirlos. Ella, que es la vicepresidenta de la Asociación Europea para la Transición Digital, puso el foco en los menores hace unos años cuando empezó a investigar sobre cómo la tecnología manipula al ser humano para que viva pegado a las pantallas. “Se me abrió un mundo, no pensaba que podía afectar de esa forma, y si a un adulto le cuesta frenar, ¿qué pasa con los adolescentes?”, se preguntó entonces. Aunque se declara “pro tecnológica”, lideró la presentación de un Pacto de Estado para proteger a los menores en Internet en el Congreso de los Diputados para concienciar sobre “una realidad oculta”. Hasta hace unos años, explica, “toda la tecnología era súper cool, y desmontar ese mito no está siendo fácil”.

El pasado enero, la llamaron del Ministerio de Juventud e Infancia para coordinar a un grupo de profesionales que esta semana presentó sus conclusiones: cero pantallas hasta los seis años, teléfonos analógicos (sin acceso a Internet y limitado a las llamadas) entre los 12 y los 16, y etiquetado con los riesgos para la salud en los dispositivos. Un total de 107 medidas que servirán para completar el anteproyecto de ley orgánica para la protección de los menores en los entornos digitales —cuyo texto definitivo se presentará en los primeros meses de 2025— y que se empleará para el impulso de nuevos planes del Gobierno no incluidos en la ley.

Pregunta. Australia ya ha aprobado vetar a los menores de 16 el acceso a redes sociales con un sistema biométrico que verificará la edad de los usuarios. Mientras, en la Unión Europea parece que aún no se puede sancionar a las tecnológicas que no cumplen con esta obligación porque todavía no hay una herramienta para verificar la edad —aunque el Reglamento de Servicios Digitales de la UE entró en vigor el pasado febrero—. ¿Cómo le explica a las familias esta desprotección?

Respuesta. La Comisión Europea está trabajando en el diseño de un sistema de verificación de la edad a partir de la cartera europea de identidad digital. ¿Se puede implementar? Sí, el problema que tenemos es de voluntad. Las grandes tecnológicas no lo quieren implementar porque su principal target son los adolescentes y se quedarían sin negocio. Las familias, mientras se regula, tendrán que tener una actitud más proactiva y formarse en todo lo que está vinculado con la actividad de sus hijos en Internet. A los 11 años ya tienen móvil, hay que protegerles y educarles para que lleguen a una autonomía digital y aprendan a identificar los riesgos y amenazas. Siempre hay que tener muy presente la edad del niño y su madurez, que varía mucho según el caso.

P. Las plataformas ponen el foco en el “uso responsable” como la clave para evitar los efectos psicológicos o económicos generados por un uso abusivo. En el informe ponen de manifiesto que, frente a esto, están los llamados patrones oscuros de los algoritmos.

R. Los patrones oscuros están diseñados para generar deliberadamente una adicción o comportamientos compulsivos como revisar el móvil continuamente. Lo del “uso responsable” es una falacia dentro del argumentario de las grandes compañías extracomunitarias: Meta, Google y TikTok, principalmente. Lo que pretenden es derivar la responsabilidad a padres, docentes y a los propios menores. Es de una hipocresía superlativa porque ellos mismos son los que diseñan sus productos y servicios para captar cuanto más la atención del menor y, así, recopilar sus datos y ofrecérselos a los anunciantes.

P. En el informe señalan que ese uso responsable solo será eficaz si viene acompañado de normas, sanciones y políticas públicas. ¿Algún ejemplo de estas últimas?

R. La batalla algoritmo-persona la tenemos perdida; solo si se regula vamos a poder estar tranquilos. En Europa se está haciendo bastante, ya hay informes del Parlamento Europeo sobre la necesidad de un reglamento de equidad digital y justicia digital en el que se regule todo el tema de los diseños persuasivos y los patrones oscuros. Lo que necesitamos es visibilizar, y una de las políticas públicas rápida y de fácil implantación son las campañas de concienciación: gran parte del problema que tienen las familias es que no saben que pasa esto. Pueden ver que sus hijos están horas y horas delante de las pantallas, que si les requisan el móvil, el wifi o el videojuego les cambia el humor, pero no saben el porqué, la explicación científica. Hay una falta de concienciación de muchas conductas que son ilícitas, y algunas delictivas. Sobre cuál es la responsabilidad civil, penal o administrativa de los menores o de sus padres, como responsables subsidiarios.

P. Denuncian también que las plataformas promueven sus servicios con la apariencia de gratuitos, pero exprimen los datos y los rentabilizan.

R. Estos modelos de negocio ganan dinero porque pasas tiempo delante de la pantalla. Recogen datos que, una vez perfilados y segmentados, venden a los anunciantes. Uno de los informes que más me impactó, que publicó el Washington Post, dio a conocer los 95 campos que Facebook ofertaba a las empresas sobre hábitos y comportamientos de las personas. A través de la navegación e interacciones, inferían información sobre si estabas esperando un bebé, el tipo de coche que conducías, si tenías créditos, o tu patrimonio neto. Otro informe de la Universidad de Cambridge puso de manifiesto que con los “me gusta” podían inferir con una precisión del 85% tu situación sentimental u origen racial. Todos esos datos se pueden usar, por ejemplo, para predecir tendencias sociales, una información muy valiosa para los mercados. Según los cálculos del economista Javier Santacruz, realizados para la Asociación Europea para la Transición Digital, con datos actualizados a 2024, el valor de los datos personales de los usuarios oscila anualmente entre los 241 euros y los 536, teniendo en cuenta a Meta (Facebook, Instagram y Whatsapp), Alphabet (Gmail y Youtube), X, y Microsoft (Messenger y Outlook). La supuesta gratuidad de sus servicios no es tal, ellos lo mercantilizan todo.

P. ¿Por qué son tan valiosos los datos de los menores?

R. Porque les permite construir relaciones de consumo desde una edad temprana, cuanto antes le perfiles más fácil te va a resultar retenerle y manipularle. Estos modelos de negocio no están diseñados por psicólogos infantiles. Lo que hacen es reforzar tu instinto humano y te empujan a determinadas acciones que, si fueses consciente, seguramente no harías. A los adolescentes cualquier contenido que les provoque una emoción fuerte les atrapa, por su inmadurez cerebral. Instagram glorifica la foto perfecta y le da igual la autoestima de las niñas. Facebook, con las llamadas cámaras eco, fragmenta las comunidades, te encasilla, te manda unos determinados mensajes políticos y te va polarizando. Es lo mismo que hace YouTube.

P. Indican en el informe que hay que hacer un cambio en la percepción de la protección de los menores en cuanto a la explotación económica.

R. Al hablar de explotación económica de menores, siempre se ha interpretado como protección contra el trabajo infantil. Pero en el entorno digital actual, necesitan protección contra nuevas prácticas explotadoras. La Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, en su artículo 32, hace referencia a la protección frente a cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico y mental. Estas prácticas de mercantilización de los datos de los menores, que han quedado acreditadas en la evidencia científica que son nocivas para su salud mental, se pueden encuadrar aquí. Estamos convencidos de que estos modelos de negocio y estas prácticas se pueden encajar en una explotación en el ámbito económico. También estamos hablando de menores que son utilizados por sus padres en las redes para obtener más audiencia. Hay estudios que muestran que la aparición de un menor en un vídeo capta un 20% más la atención de los usuarios.

Ana Caballero, presidenta de la comisión de 50 expertos del Gobierno, en su casa de Madrid.
Ana Caballero, presidenta de la comisión de 50 expertos del Gobierno, en su casa de Madrid.Pablo Monge

P. Se incide en el informe en los efectos que pueden causar las pantallas durante los dos primeros años de vida.

R. De esta parte se ha encargado la Asociación Española de Pediatría (AEP). Señalan, por ejemplo, que el neurodesarrollo está marcado por la expresión de los genes, pero estos necesitan de un ambiente que potencie y exija su expresión, de forma que hay una interacción entre factores genéticos y ambientales. La exposición a pantallas en niños de esa edad se ha relacionado con retraso del lenguaje, dificultades en comunicación y habilidades sociales, menor capacidad intelectual o dificultades de atención sostenida. Una mayor exposición a pantallas a los dos años se asocia con una menor autorregulación en etapas posteriores (tres y cinco años), sobre todo en aquellas familias con un nivel socioeconómico más bajo.

P. Destacan que incluso tener la televisión encendida de fondo de manera habitual puede causar un retraso en el lenguaje en niños de hasta cinco años.

R. Es importante decir que esta es la evidencia científica a día de hoy, por eso reclamamos que desde los poderes públicos se financien investigaciones para seguir estudiando el impacto de las pantallas en el desarrollo de los menores.

P. El trabajo incluye una encuesta que se realizó a las familias en 2021 donde la mayoría aseguraron que no habían recibido información de cómo impacta la tecnología en la salud de sus hijos y desconocían las recomendaciones de las sociedades científicas. De media salió que los menores de dos años consumían 71 minutos de pantallas a la semana.

R. Por eso, una de las propuestas es incluir en los protocolos de atención primaria un cribado sobre el uso de la tecnología. María Salmerón, de la AEP y miembro del comité, nos comentó que ese cribado se debería hacer en la primera consulta en la que los padres comunican que están embarazados, porque en ese momento están muy receptivos a la información sobre el futuro de su hijo. En esa fase prenatal ya se les pueden dar pautas, además de incluirlo en las revisiones del niño sano —que incluye visitas desde el nacimiento hasta los 14 años y en la que participan matronas, enfermeras y pediatras de los equipos de atención primaria—.

P. En el informe se percibe unidad en todas las esferas, excepto en el ámbito educativo. Se deja constancia de una división de opiniones en cuanto a los efectos que la tecnología tiene en el aprendizaje. Pese a ello, las recomendaciones son claras: cero pantallas hasta los seis años y revisión de las apps que se usan en los centros educativos.

R. La realidad que nos hemos encontrado es que hay muchos colegios que usan herramientas que no están evaluadas, entre ellas algunas con gratificación inmediata, que lo que hacen es reforzar el sistema de recompensas y el de producción de dopamina en los niños. Lo que se está pidiendo es una revisión, si realmente aportan un beneficio al menor o si hay una mejora en el aprendizaje. Había personas dentro del comité de expertos a las que les costaba entender que puede haber fórmulas alternativas a una tableta por niño, como por ejemplo proyectar un vídeo del sistema solar en una pantalla para que lo vea toda la clase. Yo huyo de los extremos. El criterio científico no es solo el médico, también el pedagógico o sociológico. Hay evidencias en los dos sentidos, por ejemplo, en lectoescritura hay investigaciones que hablan de mejoras y otras lo contrario. Son cuestiones que pueden ser cambiantes, y tenemos que ser prudentes. Quiero trasladar a la ciudadanía que esto son recomendaciones, luego ellos procederán como consideren oportuno.

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Sobre la firma

Ana Torres Menárguez
Redactora de Juventud. Antes, pasó por las secciones de Educación y Tecnología y fue la responsable del espacio web Formación, sobre el ámbito universitario. Es ganadora del Premio de Periodismo Digital del Injuve (dependiente del Ministerio de Derechos Sociales). Fue redactora de la Agencia EFE y del periódico regional La Verdad.
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