Pepa Solana: “El feminismo nos da poder ser como queremos ser y no como quieren que seamos”
La cantante es la voz, y el fondo, de Muchapepper, una banda de reguetón con conciencia: de clase, de género, de sexo y de raza
Cumple 30 el 30 de noviembre. Lleva un escarabajo a color como la palma de una mano tatuado junto a las cuerdas vocales y un chile en el brazo. Habla mucho y muy rápido, también canta mucho y muy rápido. Pepper Solana es Pepa Solana y es Muchapepper, una banda que ella cuenta que nació hace apenas dos años como “experimento social” por una llamada de un amigo y productor, Jorge Pérez. Reguetón, trap, hiphop, con conciencia: de clase, de género, de sexo y de raza. Conciencia también del mundo en el que vive y en el que le gustaría. Por ahora, en este mundo, tuvo una beca para la Berklee College of Music, pero fue parcial: “Mi familia no podía pagar el resto, así que no fui”. Sí se fue a Ibiza con el Circo del Sol, estuvo con Alain Pérez un tiempo, giró con la serie Violetta, de Disney Channel, con Tini Stoessel. Luego se mudó a Nueva York, hace seis años, y allí ha trabajado con el músico y productor Nile Rodgers y con Terry Riley. Volvió unos días a España en octubre para dar tres conciertos en Madrid, Barcelona y Bilbao. Uno de esos días, en Lavapiés, el barrio madrileño que es su casa cuando vuelve de Estados Unidos, habla de que se aburre muy rápido, de que con 12 años sabía que no quería ninguna otra cosa que no fuese cantar, pero, más que nada, habla de cómo el feminismo lo está transformando todo. También la música, y a través de la música, la sociedad.
Pregunta. Y de forma muy explícita. No hay lugar a segundas lecturas, ni en títulos ni en letras. Su canción Micromachismos, dice: “Si estás todo el día haciéndome de menos. Si al final soy siempre la que limpia los baños. Si soy la que se encarga de que el frigo esté lleno. Si nunca te disculpas cuando me haces daño”.
Respuesta. Sí, un mensaje lo más directo posible para que genere una conversación que de otra manera quizás no se habría iniciado. Es como… Bombardear con las ideas.
P. Habla de machismo, de racismo, de orientación e identidad sexual, y mucho del cuerpo, de la sexualización, de la normatividad. Gorditas es quizás el ejemplo más claro.
R. Es experiencia propia, siempre tuve mucho muslo. He sido hermosa, como decía mi abuela. Pero toda la vida me han llamado gorda. De pequeña me sentaba en una mesa y decían “¿todo eso se lo va a comer la niña?”. Luego, con mi primera banda, me llamaban patas de elefante. Tengo una M-L. Aún así, compañeros, algunos familiares, la industria… Por no tener un cuerpo completamente delgado, normativo. Y cuando eres gorda, eres gorda y nada más. No ven otra cosa: ni quién eres, ni tu discurso, ni tu voz. Eres la gorda. Y ya.
P. Ha nombrado la industria, ¿es cierto que perdió un trabajo por no hacerse una liposucción?
R. Lo es. Que también te digo, ¿de dónde me quitas? Tenía una confusión horrible: yo me miraba al espejo y me veía bien, pero todo el mundo me decía que estaba gorda. Todo esto desencadenó una bulimia con 19 años, antes de perder un contrato discográfico por no hacerme la liposucción.
P. ¿Fue así de claro?
R. Sí. Yo me he sentado delante de directivos de discográficas, con mi manager, y esta persona de la discográfica girarse hacia él y decirle “canta muy bien, pero tu artista tiene un problema de peso”.
P. ¿A través de su manager, estando usted allí delante?
R. Siendo mujer te quieren callada, te quieren sumisa, te quieren inocente. Les gusta mucho esa juventud, siempre te dicen “no cambies, nunca pierdas esa inocencia”. Una vez estás en la industria, en unos años, te das cuenta de que te han tomado el pelo, de que lo que quieren es la inocencia para poder manejarte. Moldearte para crear una imagen, la que ellos quieren, que es la que quiere el patriarcado. Yo no quería eso y al final, pasa el tiempo y te dices a ti misma: ¿Y yo dónde encajo?
P. ¿Por eso decidió hacerlo de forma independiente?
R. Quiero poder decir lo que quiera, vestirme como a mí me apetece. ¿Que me apetece maquillarme? Me maquillo, pero no porque tú me digas que me tengo que maquillar, no porque tú me digas que necesito maquillarme. Me han dicho mucho lo de las ojeras, todo el rato, me da igual, son mías. O las estrías, que si cremas que tienes muchas estrías, que me da igual, que no me importa. El feminismo nos ha dado, nos da, poder ser como queremos ser y no como quieren que seamos.
P. En ese “como quieren que seamos” está la cuestión de la hipersexualización, usted canta sobre la hipocresía de esto en la música.
R. Sí, y creo que además ahora hay una corriente peligrosa que es que enseñar el culo es feminista, es decir, que la hipersexualización y la exposición del cuerpo es per se feminista y liberadora, y no.
P. ¿Puede serlo?
R. Sí. Si a alguien le han dicho toda su vida “tápate, porque tu cuerpo no vale”, y de repente salir, ir en minifalda y ponerse a bailar en medio de la pista moviendo el culo le parece liberador, ahí sí. La validación de una misma y de nadie más.
P. ¿Ocurre lo mismo con el sexo, hasta dónde crees que está revestido en las canciones de esa mirada patriarcal?
R. Con la misma profundidad. Mensajes que parecen feministas y son en realidad como una vuelta del patriarcado para llegar al mismo sitio de antes. La liberación sexual, real, es importantísima y necesaria. Pero tiene que ir ligada a una educación que ahora mismo no existe.
P. ¿Habla sobre todo de niñas, y jóvenes?
R. Sí, esa educación. Entender qué es, sobre todo, el consentimiento. Me parece lo más importante. El que alguien no entienda eso nos ha pasado a todas, niñas, jóvenes y adultas. A todas nos han hecho pasar por violaciones “consentidas”, o las que han pasado por violaciones como tal, como las entendemos todas.
P. ¿Le hace especial ilusión o le parece importante que la escuchen sobre todo en esa franja de edad más joven?
R. Cualquiera, y creo que es importante, porque la base del proyecto que es Muchapepper es la inclusión social, que cualquiera pueda ser como quiera sin que le metan en una casilla. Que cualquiera se pueda sentir cómodo y pueda vivir su vida y expresar sus emociones y su arte y hacer lo que quiera hacer sin tener que cumplir con lo que la sociedad ha marcado para esas personas por raza, o por sexo, o por género.
P. Para eso es necesaria también la educación, y el reaprendizaje.
R. Sí, y hay que tener mucha humildad para ello, en el sentido de entender que todos necesitamos aprender y que necesitamos ponernos a ello sin prisa, pero sin pausa. Yo aprendo cada día y he cambiado letras de canciones, por ejemplo. Pero para eso tienes que estar dispuesto a cambiar tus hábitos y tu lenguaje y tu forma de mirar la realidad.
P. ¿Desde dónde?
R. Desde el feminismo. Y el antirracismo, el ecologismo, el anticapitalismo.
P. ¿Se puede ser anticapitalista y vivir del mundo de la música sin contradicciones?
R. A ver, yo vivo en Estados Unidos, un matiz importante. El capitalismo ha configurado la sociedad y es el reflejo de la sociedad, además con esa visión colonialista por la que hemos impuesto al mundo [desde Occidente] nuestras ideas y nuestra forma de ver la vida. ¿El capitalismo es el mal? Es el mal. Pero creo que para destruir el sistema hay que destruirlo desde dentro.
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