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Más de 21.000 personas sin hogar fueron atendidas cada día en centros el año pasado, un 22% más que en 2020

La encuesta del INE revela un aumento de los programas que ofrecen vivienda a quienes no tienen domicilio, aunque siguen siendo minoritarios, acogen a apenas un millar de afectados

Una cena organizada por la Fundación Arrels con personas sin hogar, en diciembre de 2022.
Una cena organizada por la Fundación Arrels con personas sin hogar, en diciembre de 2022.Juan Lenus (Arreis Fundación)
Pau Alemany

La capacidad de los centros que ofrecen alojamiento y alimentación a personas sin hogar en su día a día ha aumentado a la vez que también lo ha hecho el número de personas que asiste a ellos. Más de 21.000 personas en situación de sinhogarismo fueron atendidas de media diariamente el año pasado, una subida del 22% respecto a 2020, cuando la cifra era de 17.700. Así lo refleja la encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicada este martes, en la que también se proyecta un incremento del número de plazas disponibles, pasando de 20.613 hace dos años a 26.690 en 2022. Las organizaciones que trabajan con el colectivo de personas sin hogar reivindican un cambio en el tipo de atención, que se pase de las grandes instituciones en las que históricamente se ha acogido a quienes carecían de una vivienda a un modelo más individualizado. Es decir, invertir el camino: en vez de pasar de la calle a un albergue y, de ahí, a un piso, dar la casa primero y trabajar desde ahí para lograr la inclusión social.

Las organizaciones sociales llevan años pugnando por este cambio y, aunque en los últimos tiempos ha cogido impulso, aún no se ha generalizado. La encuesta del INE divide los centros en dos tipologías: los colectivos, comúnmente conocidos como albergues y donde se alojan 13.763 personas, según los datos de 2022, y los pisos o apartamentos, en los que residen 7.921. Dentro de este segundo grupo se incluye al casi un millar de personas que participan en los programas Housing First y Housing Led, que el INE define como proyectos que permiten un apoyo socioeducativo a personas sin hogar o en riesgo de exclusión, a través de una vivienda compartida de forma temporal. José Manuel Caballol, director de la organización Hogar Sí, apunta que hay viviendas que siguen siendo demasiado grandes, “con nueve o más personas”, y que muchas de ellas se utilizan para atender casos de mucha urgencia, sin que las personas participen en un proyecto específico que favorezca su inclusión social. Es decir, que hace falta seguir avanzando. Según apunta, los programas Housing First y Housing Led, que impulsan organizaciones como la que él dirige, son los que “mejor funcionan”.

Este tipo de casas ha crecido un 51,8% respecto a 2020, según los datos publicados por el INE. Pero la cobertura sigue siendo baja: solo 969 personas sin hogar se benefician de ellas, lo que supone un 2,6% de las más de 37.000 que se encuentran en situación de sinhogarismo en España, según una estimación de Hogar Sí publicada en 2022, y que no solo incluye a quienes asisten a centros, sino a quienes duermen diariamente en la calle. “Hay que cambiar de paradigma, como ya se ha hecho en Finlandia, y pasar de los albergues, que no son eficaces para resolver el sinhogarismo, a las viviendas”, comenta Caballol. De hecho, el Ministerio de Derechos Sociales está impulsando este tipo de programas, a través de un proyecto piloto que ha financiado gracias a los fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.

Los programas Housing First y Housing Led cuentan con 671 viviendas repartidas por las comunidades autónomas. La diferencia entre ambos es que, mientras el primero está destinado a las personas en peor situación y otorga la posibilidad de vivir solo, el segundo consiste en casas compartidas entre grupos que ya se conocían previamente. El objetivo es que las personas sin hogar estén el tiempo necesario para conseguir autonomía económica y, en un plazo de entre seis meses y dos años, se independicen.

El desarrollo personal y la integración social de los individuos no se entiende sin una vivienda. Un lugar en el que poder estar seguro, guardar las pertenencias personales o tener intimidad. La seguridad es la principal preocupación de las personas sin hogar, ya que el 47% ha sufrido algún tipo de agresión o de delito, como insultos, amenazas o robos, según otro estudio del INE del año 2022. Así lo corrobora Caballol, quien explica que las personas sin hogar “son sistemáticamente agredidas” y que tienen “30 años menos de esperanza de vida”.

Pero la seguridad no es el único aspecto que se ve perjudicado, ya que el no poder estar empadronados o no tener acceso a internet les dificulta poder pedir ayudas sociales. “Una persona en situación de sinhogarismo nunca entrará en una lista de trasplantes o en un ciclo de quimioterapia, además de no tener las condiciones necesarias para el cuidado de la salud”, sentencia Caballol.

La Constitución Española recoge en su artículo 47 que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” e insta a los poderes públicos a “hacer efectivo este derecho”. En España hay 3,8 millones de casas vacías, según informó el INE a finales de junio, lo que supone el 14,4% del total del parque de vivienda.

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